Pandemia Covid-19, cuando termine deberá estar listo “El día después”

Coronavirus. Pandemia. Barbijo. Alcohol. Respiradores. Colapso. Pánico. Aplanamiento. Cuarentena. Cierre. La crisis sanitaria impuso su vocabulario y aún no alcanzó su pico. Seguramente irrumpirán en el lenguaje otras palabras con nuevos significados, porque nuevos serán los hechos que describan, porque se referirán a lo que estamos viviendo con asombro, enojo, miedo, y con muchísimas más preguntas que respuestas.    

De acuerdo a la información circulante el pico de la pandemia se producirá dentro de dos o tres semanas. Desde el PEN hasta la oposición, desde el sistema de salud hasta la última de las intendencias del vasto país interior y desde el cuentapropista hasta el CEO de una corporación se preparan para dar la mayor batalla que afrontamos como sociedad desde que tenemos memoria.

Es hora de apoyar a las autoridades, de respetar sus instrucciones, de colaborar donde y como nos digan y de priorizar la solidaridad social por sobre la peregrina idea de la salvación personal. Así se sortean estas calamidades, postergando críticas legítimas mientras se pelea por la vida, soportando pérdidas varias y superando situaciones límite.

En toda batalla hay héroes y traidores y en esta también los tendremos. El desafío que tenemos por delante no nos deja opciones y habrá que afrontarlo con lo que tenemos, como podamos, con errores y aciertos, con coraje y calma, con dolor, resistencia y convicciones.

Y un día, maltrechos, saldremos del pantano, el virus se irá y que Argentina quedará? El motivo último de estas reflexiones es pensar el día después. Que no sabemos dentro de cuánto tiempo será. Por lo tanto tampoco es posible saber con lo que nos encontraremos.

De lo que estamos seguros es que la crisis económica global que disparó la pandemia, producirá consecuencias inevitables en nuestra lastimada economía. También sabemos que la parálisis a la que obliga la lucha contra la transmisión del virus, profundizará la recesión, destruirá empleos y afectará seriamente la cadena de pagos.

Pero son solo aproximaciones generales a un problema que es mucho más que económico y que desnuda otros viejos problemas de carácter eminentemente institucional, abarcando desde lo político a lo social y desde lo educativo a lo ambiental, entre otros varios asuntos que nos convirtieron en lo que somos, un país disfuncional.

Tal vez haya llegado el momento de pensar el país que queremos a partir del país que nos dejará la epidemia. Tal vez la desgracia en curso nos dé tiempo para coordinar el esfuerzo de los políticos y la sociedad detrás de un esfuerzo planificador. Tal vez logremos alcanzar ese reiterado propósito de acordar sobre un puñado de políticas públicas que permita dotar de previsibilidad a una sociedad estragada por la desconfianza.

Quienes asuman la formulación de este proyecto cuentan con muy poco tiempo. Al solo efecto de imaginar un marco de referencia para quienes queden a cargo de tan seria responsabilidad, sería deseable que cumplan con ciertas condiciones: deberán estar dedicados a esta tarea a tiempo completo; tendrán que demostrar flexibilidad para integrar equipos de diversas procedencias políticas y sociales; se mostrarán dispuestos a integrar visiones interdisciplinarias e intersectoriales; definirán con transparencia métodos de trabajo, con la correspondiente evaluación de contenidos y gestión.

Vale la pena intentarlo de esta manera, con las otras no nos ha ido bien. 

CC/rp.      

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