La agenda política cambió sorpresivamente. El Presidente AFernández se enfrentó con una inesperada amenaza, el Covid-19. La salud de la población se convirtió en prioridad y complicó decisiones sobre la “deuda”. Y todos los problemas de la estancada economía, acumulados sobre su escritorio, se agravaron por la pandemia.
La recesión que persiste en Argentina, desde la crisis de 2018, muestra un creciente deterioro del frente financiero, disminución del comercio internacional, consumo que no se recupera, a lo que se agrega, la confrontación con el “campo”, la polémica abierta con la Iglesia por el proyecto de despenalización del aborto, controversia con la justicia por el sistema jubilatorio, e incluso una disimulada polémica ideológica en la interna de la Coalición gobernante.
En este escenario el presidente Alberto Fernández enfrenta el desafío menos deseado: gobernar con menos dólares de los que tenía previsto, un Tesoro Nacional sin fondos suficientes, el BCRA operando al límite, una tensa situación social, empresas estancadas, la posibilidad de un default, que intenta evitar y la pandemia del Covid-19 que conmueve al mundo.
AFernández le toca administrar una Argentina que está muy lejos de su experiencia como Jefe de Gabinete, durante la gestión de Néstor Kirchner, donde convivió con el auge de los commodities, cuando la soja llegó a superar U$S 600 la tonelada hoy roza los U$S 310, y una primera presidencia de Cristina Kirchner, que disfrutó la bonanza que le dejo el mandato de su difunto esposo. Cuando terminó la abundancia apareció el cepo, ni bien CFK comenzó su segundo período. AFernández ya no estaba, había renunciado en 2008.
El Frente de Todos ingresó a la Casa Rosada, el 10 de diciembre de 2019, con la certeza que contaban con una cuenta en dólares con saldo positivo que había dejado la administración Macri, era el superávit de la balanza comercial 2019 de un U$S 16.000 millones. Entusiasmado el ministro de Economía, Martín Guzmán, pronosticó que lo podría elevar a U$S 20.000 millones.
Al borde de alcanzar los primeros cien días de gestión, momento en que se evalúa el curso de acción de gobierno para saber hacia dónde se dirige, AFernández se encontró con una crisis global que hundió las bolsas del mundo, los mercados de las commodities se derrumbaron, el petróleo se ubica en la franja de los U$S 30 bpd, y la soja roza los U$S 300 por tn. Los bono argentinos en NYork se acercan a los U$S 30 y aparece el fantasma de los fondos buitres, que terminaría por debilitar toda negociación con los acreedores privados de la deuda argentina.
Resulta por ahora difícil predecir qué pasará con la economía y finanzas en el mundo, y por supuesto la incógnita se agiganta cuando se mira a la Argentina. La administración AFernández que se sostiene todavía con algunos pocos flujos y stock financieros que le dejó el gobierno de Macri, debe resolver la dramática situación de la pandemia del Covid-19 debajo de la cual se agita la deuda argentina, mientras se espera la puesta en marcha de la economía con un plan que solo conoce el Ejecutivo .
Una compleja ecuación, cargada de incertidumbres, con impacto en el futuro político del Frente de Todos. Las estimaciones de algunas consultoras marcan que el PBI 2020 previsto con una caída del 1.5% tendrá una contracción mayor y sería del 2% o más pronunciada. El marcado silencio de ministro Martín Guzmán agrega incertidumbre y oficiosos vocero tratan de disiparlo y deslizan: “Se están pensando medidas, pero todo se centraliza en Jefatura de Gabinete y Presidencia. Todo lo que salga, eventualmente, será por allí. El margen es escaso y lo único que no sobra en el Estado es plata”.
“Alea iacta est” – la suerte está echada- pronunció Julio Cesar después de haber cruzado el Rubicón. En la cumbre de su poder un vidente le advirtió que en los Idus de Marzo lo matarían. Llego marzo y camino al Senado volvió a encontrar al vidente a quién le dijo, “llegaron los idus y estoy vivo”, el vidente le respondió “todavía no terminaron”. Poco después Julio Cesar caía asesinado frente al teatro de Pompeyo.
rp.