La pandemia del Covid-19 impactará sobre el sistema político

“Si no soy yo, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?”. En todas las épocas se formularon estas preguntas para luchar por causas nobles; de manera parecida fueron utilizadas para generar empatía, convocar adhesiones y demostrar compromiso.

Las encontramos en libros sagrados, en proclamas libertarias y en recientes manifestaciones de movimientos feministas. También es lógico que las invoquemos hoy, en un mundo atravesado por la incertidumbre.

La irrupción de la pandemia en la escena política mundial está provocando efectos que merecen tratarse con la misma atención que sus consecuencias sobre la salud de la sociedad.

No hay razón para pensar que semejante evento deje de producir grandes cambios en los sistemas políticos toda vez que debemos atribuirle la máxima responsabilidad en su tratamiento. El sistema político global no logra reponerse de la sorpresa, sigue confundido mientras balbucean explicaciones y se arrepiente tarde de lo que no hizo, no pudo o no quiso hacer.

En el plano político internacional se verifica la falta de coordinación entre países, organismos multilaterales y sociedad civil. En el plano regional los intentos de coordinación resultan tardíos e insuficientes cuando no contradictorios.

Con respecto al efecto político hacia el interior de los países del Cono Sur quedaron expuestas las brutales asimetrías entre las zonas de mayor desarrollo relativo y las más postergadas.

Con este breve marco de referencia, la pandemia en curso y un colapso económico inexorable del que las pocas dudas que caben son las relacionadas con su profundidad, los sistemas políticos crujen por todos lados y el continuismo no es una opción, estarán obligados a cambiar. La pregunta es de qué manera va a ocurrir.

En nuestro país el sistema republicano de gobierno presenta dificultades de toda índole. Los tres poderes, desbordados por la crisis sanitaria y desgastados por las tensiones propias del funcionamiento democrático, se encuentran en cuarentena.

El Poder Ejecutivo asume responsabilidades extraordinarias delegadas por el Congreso y concentra de hecho decisiones políticas que amplían sus márgenes de acción más allá de lo normado. El Poder Judicial tan desnaturalizado en su rol por décadas de manipulación política se debilita como última instancia de equilibrio institucional. La situación política en la que se encuentran empantanados los factores de poder y las entidades que los representan sin otra finalidad que el loby, solo comparten un sesgo corporativo que bloquea toda posibilidad de diálogo fecundo.

La respuesta a tantos problemas acumulados, durante tanto tiempo y con la confianza perdida en referentes políticos y sociales encerrados en lógicas temerarias, abre una ventana de oportunidad para la tentación autoritaria. Pasó en otros momentos de la historia ante sucesos horribles como caos inflacionario, guerras o pestes, pasa ahora en países con gobiernos xenófobos o con líderes megalómanos.

En este mismo instante sobran ejemplos del ascenso del autoritarismo en todas las latitudes, incluyendo algún vecino. Por nuestra experiencia reciente, cuesta mucho poner sobre el tapete el riesgo que implica la manipulación de la Constitución y el desprecio a las opiniones críticas.

Si preferimos seguir viviendo en libertad es nuestro deber intentar todo lo que esté a nuestro alcance para sostener el Estado de Derecho. Una vez más tendremos que insistir en la necesidad de acuerdos de largo plazo sobre un puñado de políticas públicas.

No alcanza con la representación de las fuerzas con presencia en el parlamento, no alcanza con las fuerzas políticas si no están adornadas con la confianza de la ciudadanía, no es posible mantenerse distante de fuerzas sociales que merecen ser atendidas, pero quien cuenta con la confianza de todos, quien puede garantizar el cumplimiento de los acuerdos sino cada uno de los participantes?
Si no soy yo, quien?. Si no es ahora cuando?.
CC/rp.

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