“Argentinos Varados” la angustia de la incertidumbre del regreso

Varado: este término identificó a miles de personas dispersas por el mundo que la pandemia dejó lejos de sus afectos, sus trabajos y su tierra. En nuestro país fueron estigmatizadas bajo el apelativo de “chetos”, ricos viajeros que merecían cargar con la culpa de su dispendio, y empinados funcionarios intentaron cargarlos con la responsabilidad por la introducción del coronavirus.

También fueron señalados por reclamar que el Estado corriera con los gastos del traslado, cuando en rigor de verdad, simplemente pedían que se hiciera posible el retorno de quienes ya tenían pagos sus viajes de retorno, cancelados sistemáticamente por las aerolíneas que les habían vendido sus pasajes. Y no una sino varias veces, porque algunas aerolíneas ofrecían vuelos a sabiendas de que no iban a poder operarlos.

Hasta que el Estado argentino decidió suspender los vuelos internacionales, este innoble comercio se perpetró a la vista de todos. Los afectados dilapidaron sus dineros no sólo en pasajes inutilizables, sino también en pagar alojamientos cada vez más escasos y onerosos.

Personas de toda condición económica, entre las que se encontraban quienes fueron a visitar familiares, para trabajar o estudiar, numerosos participantes de programas de intercambio estudiantil -muy jóvenes para enfrentar este tipo de crisis-, y otras que se habían desplazado para tratamientos médicos y que configuran los casos más desgraciados.

Por supuesto que también había numerosos turistas varados, aunque por lo que se sabe y hasta el momento, no es una conducta repudiable ni mucho menos punible. A muchos que se desplazaron al exterior por trabajo, la pandemia se los quitó y quedaron sin recursos, de modo que para este grupo de personas permanecer en el exterior era del todo imposible.

La pandemia encuentra a muchos países envueltos en un debate sobre la globalización, sometida a severos cuestionamientos y el drama sanitario se agita como una amenaza para justificar políticas aislacionistas o xenófobas. Aplicando este razonamiento a la crisis sanitaria, si ni siquiera podían cubrir la asistencia de los propios connacionales y el número de víctimas superaba la capacidad de asistencia del sistema de salud, qué lugar quedaba para un extranjero si llegado el caso demandara un espacio para su atención médica?

Los Consulados, que son el primer lugar al que alguien acude ante un problema en el exterior, rápidamente colapsaron, imposibilitados de dar respuesta a la magnitud del drama. En muchos casos contagiados los representantes y trabajadores de estas sedes al igual que sus familias, cayeron enfermos en el cumplimiento de su función. Imposible dejar de recordar que antes de los cierres de fronteras y cuando los controles eran débiles muchos de quienes volvieron eran Covid asintomáticos y no faltó quien ocultara sus síntomas con tal de no quedar atrapado fronteras afuera de su país.

Con limitaciones para operar, las sedes diplomáticas cerradas, atendiendo por celular las infinitas llamadas, las restricciones de fondos y de decisión – “la decisión se toma en Buenos Aires siempre”- no alcanzaban a transmitir calma a quienes padecieron el desamparo.

Es así que se llenaban planillas individuales que vendrían a alimentar una base de datos sobre la cual se establecerían desde Buenos Aires- siempre- las prioridades por vulnerabilidad- edad, condiciones económicas y de salud- que determinarían el nombre de los futuros retornables. Futuros en el mas amplio sentido del término, ya que las embajadas y consulados no tenían información sobre futuros vuelos. “Sin vuelos no hay nada que podamos hacer, más que acompañar y actuar ante casos muy desesperados”.

En este contexto, grupos de personas con capacidad de organización y vocación solidaria, comenzaron a aglutinar por redes sociales y chats a quienes se encontraban dispersos y desorientados en la búsqueda de información. La demanda creció y se hizo visible y los Varados en el Mundo que primero fueron los Varados en cada país, sostuvieron el reclamo por la vuelta de todos a su casa. Al menos ahora, aquellos que se desalentaban ante la falta de respuesta oficial desde Buenos Aires, encontraron refugio y contención al calor de lo colectivo. Estas organizaciones además movilizaron la sensibilidad de los locales que en muchos casos se solidarizaron con recursos económicos para quienes se encontraban más apremiados.

Además de la cuestión sanitaria, el alojamiento y la comida se volvieron temas sensibles al igual que la preocupación por la caducidad de las visas, lo que hacía peligrar las prestaciones de asistencia al viajero contratada en épocas normales.

Pasaron más de setenta largos días desde que se cerraron las fronteras, muchos volvieron, pero es necesario escuchar y compartir la consigna que se destaca en todos los grupos de Argentinos Varados “No están todos en casa hasta que no vuelvan todos”.
El vuelo de regreso es otra historia y justifica contarla en una próxima nota.
IG/CC/rp.

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