Estados Unidos, «una elección muy disputada con impacto global»

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos tendrán lugar dentro de poco más de tres meses (3 de noviembre). Los contrincantes para la Casa Blanca son el presidente Donald Trump (republicano) que busca su reelección, y Joseph Biden, ex vicepresidente demócrata de Barak Obama (2009-2017) y antes senador por muchos años por el Estado de Delaware, (1973-2009), donde se distinguió en temas de política exterior.

El mes próximo sus candidaturas deben ser confirmadas por las Convenciones de su Partidos, que debido a la pandemia debieron modificar sus características tradicionales y van a contar con muy pocos participantes.

El escenario político y económico cambió desde el 4 de febrero, cuando Trump pronunció ante el Congreso su tercer discurso sobre el Estado de la Unión. En esa ocasión el tema principal fue el excelente desarrollo de la economía que, a su juicio, se debía a la disminución de impuestos, la desregulación, la renegociación del NAFTA y otras iniciativas relacionadas con la competición estratégica con China.

También fundamentó sus objetivos en la campaña electoral para las elecciones que, entre otros, incluyen cambios en el sistema de salud y beneficios para los afroestadonidenses (en la búsqueda de su apoyo). En política exterior, destacó sus acciones en Medio Oriente, su interés en terminar con el conflicto en Afganistán, y los peligros derivados de la destrucción de Venezuela por Maduro y su socialismo del siglo XXI.

El discurso de Trump coincidió con encuestas que constataban un nivel de aprobación del 49%, el más alto desde que asumió el cargo, consecuencia del optimismo por el estado de la economía (no obstante, una distribución inequitativa de las ganancias), del alto nivel de empleo y de una baja en el apoyo a los demócratas ante el fracaso del juicio político a Trump, fundado en los cargos de abuso de poder y obstrucción al Congreso por haber buscado la colaboración de Ucrania, para investigar a la familia de quien es ahora su rival.

Trump fue absuelto después de tres semanas de debate en el Senado, al ser defendido por los senadores republicanos que sostuvieron que no había hecho nada malo. Este resultado fue previsible desde el comienzo del proceso, y se debió a que los demócratas no lograron los dos tercios en el Senado para removerlo (67votos).

La decisión de los miembros republicanos de ambas Cámaras de apoyar al presidente Trump, respondió al interés partidario de protegerlo, sin ejercer el control propio de un sistema democrático, pero también fue consecuencia de las transformaciones de la economía, la realidad política y la sociedad estadounidense. Así se explican algunas razones por las cuales el Partido Republicano se movió más hacia la derecha, para defender los intereses de los Estados que representan frente a presiones de otros grupos de la población (numéricamente mayoritarios), mientras que el sector progresista de los demócratas se inclinó hacia la izquierda.

Algunos analistas entienden que tuvo lugar una “polarización asimétrica” de rasgos muy negativos, debido a la falta de interés de los políticos en llegar a los compromisos necesarios para buscar soluciones negociadas a los problemas del país. Esta situación tiene alguna similitud con lo que en Argentina se califica como “grieta”. A esto se une las características personales del presidente Trump, que en ocasiones tiende a no respetar los principios democráticos, las instituciones, las normas del derecho y a la prensa.

En cambio, cinco meses después, Joe Biden está al frente en las encuestas por alrededor de 8 puntos, incluyendo a Estados como Florida, Michigan, Arizona y Pensilvania, cuyo voto no tiene una tendencia partidaria estable y es cambiante, e incluso podría expandirse hacia otros considerados republicanos.

Si Trump llegara a perder se habría desempeñado por un sólo mandato como ocurrió con Jimmy Carter (1980) y George Bush padre (1992), que fueron derrotados a consecuencia de la mala situación económica, que benefició a sus contendientes: Ronald Reagan y Bill Clinton, respectivamente.

La elección presidencial es indirecta y lo que cuenta es el Colegio Electoral, (se reúne el 14 de diciembre) conformado por 538 electores que representan a cada uno de los Estados y a Washington DC, en un número por estado que depende de su representación en el Congreso.

En noviembre de 2016, Hillary Clinton aventajó a Trump por 2.8 millones de votos; pero de todos modos perdió, porque su contrincante alcanzó el triunfo en 30 Estados, lo que le permitió sumar 304 votos del Colegio (más de los 270 que aseguran la presidencia), mientras ella obtuvo 227 sufragios. Hasta ahora Biden tiene asegurados 222 votos de los electores y Trump 115, pero todavía deben definirse los Estados restantes.

Según la comparación de varias encuestas, (siempre relativas) el nivel de aprobación nacional de Trump es del 42 % (bajó 7 puntos desde febrero), y su nivel de desaprobación es muy alto pues alcanza al 56%, índice que algunos analistas consideran muy significativo cuando el candidato está en ejercicio de la presidencia.

Arriban a esta conclusión, luego de analizar los resultados de las seis elecciones anteriores, en las que la diferencia previa entre la aprobación y el rechazo a los candidatos, promedió apenas el 1%. Si este razonamiento llegara a ser válido el próximo presidente será Joe Biden.

Además, la campaña electoral de Trump atraviesa serios problemas, los que intentará resolver con el reciente cambio de su director, responsable de torcer una tendencia declinante para poder aspirar a ganar las elecciones. El interrogante es si tendrá el tiempo suficiente para llegar a este resultado. Otro dato de interés es que en los dos últimos meses Biden recaudó más dinero que él, para llevar adelante su esfuerzo de convencer a los votantes.

En estas elecciones también se renuevan la totalidad de los 435 miembros de la Cámara de Representantes actualmente controlada por los demócratas, y algunos Estados eligen a sus dos senadores, donde actualmente la mayoría es republicana.

Hasta ahora el Partido Republicano acompañó con disciplina a Trump, no obstante ser su presidencia tan poco convencional y populista. Aunque emerge cierta insatisfacción, expresada por algunos Gobernadores de ese Partido, como los de Georgia, Texas y Florida, que, por seguir la opinión presidencial de abrir rápidamente la economía, vieron aumentar dramáticamente el número de víctimas del Covid-19

La gestión de Trump ante la pandemia es muy criticada. Primero, dijo que no tenía relevancia, para luego afirmar que era muy peligrosa. También desoyó los informes científicos y de inteligencia, e incluso sugirió tratamientos muy peligrosos e hizo alusión al “Virus Chino”, enfatizando que la responsabilidad de la pandemia recae en China. Más tarde declaró una guerra total cuando creció el número de víctimas, aunque mantuvo su interés en la marcha de la economía.

Las primarias demócratas tuvieron como objetivo elegir a un candidato que pudiera vencer a Trump. Joe Biden contó con el apoyo de un número creciente de votantes por sus calidades personales y larga trayectoria política, que lo reconocieron como la mejor opción. No obstante, en ese momento, su mensaje electoral fue criticado por centrarse en los logros de la Administración Obama, la necesidad de volver a una política liberal, y por sus objeciones a las ideas progresistas de algunos de sus contendientes, como los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren.

Sin embargo, esa corriente ideológica que busca avances en lo racial, económico y social no pudo arribar fortalecida a la Convención, en la cual se elige al candidato a la presidencia. Luego Biden, que por su frondosa experiencia parlamentaria se caracteriza por buscar la conciliación y ahora la unidad partidaria, logró su endoso y el de otras figuras caracterizadas como Barack Obama. Este hecho, según sus palabras, le permitirá ganar y también gobernar, intentando recuperar y transformar la economía ante los daños causados por la pandemia.

Los problemas estructurales se incrementaron por el Covid-19: en el país el número de personas alcanzadas por esta enfermedad en la tercera semana de julio fueron 4.165.000 y los fallecidos son 147.000, aunque este porcentaje es bajo en relación con la población total, si se lo compara con varios países europeos. A su vez, la economía está próxima a la recesión y hoy se cuentan 32 millones de personas que perdieron su trabajo, el 20% de la fuerza laboral.

Biden enfrenta esta nueva realidad, y también intenta ampliar su mensaje para convocar a más votantes, tomando en cuenta los errores de Hillary Clinton en 2016, que llevaron a la cuarta parte de los demócratas a votar por Trump, o a no votar.

El 13 de mayo, Biden demostró su interés en una agenda inclusiva, al organizar seis grupos de trabajo que integraron sus aliados políticos y también los progresistas, en temas de salud, financiación de estudios universitarios, inmigración, cambio climático y economía, entre otros. Ahora, muchas de sus conclusiones se están incluyendo en su plataforma electoral.

Después de meses de cuarentena (actualmente vigente en 39 Estados y en Washington DC, con distintas características) los votantes parecen interpretar la pandemia desde una perspectiva política, pues los simpatizantes demócratas buscan respetarla; mientras que los republicanos, siguiendo a Trump, favorecen la puesta en marcha de la economía y el regreso rápido a una actividad normal, por su impacto electoral.

Los analistas entienden que esta disparidad responde a la polarización de la política y la desigualdad económica y social que es anterior a su presidencia, pero que el mismo Trump profundizó al desconocer el valor de los consensos para el funcionamiento de una democracia plena.

Biden está tratando de conservar el voto tradicional demócrata, incluyendo a los afroamericanos, y recuperar el voto de los trabajadores de raza blanca del Medio Oeste, donde necesita 3% más de votos. Es el segmento social que en 2016 rechazó a Hillary Clinton por diversas razones, entre ellas, sus diferencias económicas con las personas de raza blanca educadas de los centros urbanos y, sobre todo, por la capacidad que tuvo Trump de interpretar que ellos valoraban no sólo su bolsillo, sino también la perspectiva racial o de su grupo de pertenencia.

Pero las propuestas políticas se modifican de acuerdo a las circunstancias, y Biden parece adaptarse a los acontecimientos cuando sostiene la necesidad de un cambio real, interesando a los jóvenes y a las minorías, que carecen de oportunidades de trabajo y adhieren a los planteos progresistas, pero tienden a no concurrir a las urnas pues el voto no es obligatorio.

Otro tema significativo es el voto femenino, que es importante en varios Estados muy disputados. Por esta razón, en las primarias se comprometió a que su candidata a vicepresidente sería una mujer, y varias de ellas están siendo evaluadas para tal posición. Es una incógnita que debe revelarse antes de la Convención partidaria, que tendrá lugar el 17 de agosto en Milwaukee.

Hasta el mes pasado Biden debió hacer campaña desde su casa por la cuarentena, sin participar en actos públicos ni desarrollar los contactos personales, su gran virtud política. Durante este tiempo tuvo una capacidad limitada para ser visible y comunicarse con el electorado, mientras Trump hizo del Covid-19 un motivo de publicidad constante (con resultados contraproducentes), apoyado por los medios digitales sofisticados que le permitieron ganar en 2016.

Trump considera a la confrontación con la República Popular China como un gran tema de campaña y adoptó una posición de confrontación creciente, teniendo en cuenta la tendencia mayoritaria en el electorado, situación agravada por el Covid-19.

A ese respecto, los republicanos afirman que Biden abogó por otorgarle a el estatus de la Nación más favorecida y facilitar su admisión en la OMC y, luego, como vicepresidente permitió a Beijíng el desarrollo de sus políticas comerciales discriminatorias.

Para la Casa Blanca el candidato demócrata se equivocó en todos los temas internacionales en los que actuó, incluyendo sus relaciones con el Gobierno de Ucrania (y los vínculos de su hijo en ese país), su oposición a la acción para eliminar a Osama Bin Laden, e incluso, le atribuyen haber aconsejado a Obama el abandono sus relaciones tradicionales con Israel y los países del Golfo.

Por su parte, los demócratas sostienen que Trump no logró solucionar ninguno de sus objetivos internacionales, por ejemplo, los problemas existentes con Corea del Norte, o Irán, o Venezuela, ni tampoco se avanzó en el denominado “Acuerdo del Siglo”, para la paz entre israelíes y palestinos; al mismo tiempo que se deterioraron las relaciones con aliados tradicionales, como son los miembros de la OTAN, su actitud con el presidente ruso, Vladimir Putin, despierta grandes cuestionamientos.

Además de la pandemia y de la crisis económica, el tercer tema que podría decidir la elección es el racial, que recobró vigencia por la muerte de un ciudadano afroamericano, George Floyd, en un acto de represión brutal perpetrado por la policía de Minneápolis.

Este hecho motivó importantes marchas de protesta en todo el país, que fueron cuestionadas por Trump y, en cambio, contaron con la adhesión plena de Biden, demostrando ser un candidato del centro, quien pese a su edad (77) y a algunas posiciones cuestionables en su larga trayectoria política, podría conducir a Estados Unidos hacia una nueva y necesaria transformación del país.

Las elecciones, que tendrán lugar en tres meses, están siendo precedidas por una campaña política de una gran intensidad, motorizada por el presidente Trump que nunca dejó de buscar la aprobación del electorado, en un contexto donde la recuperación de la economía es improbable, la vuelta a la normalidad aumenta los contagios, la globalización tiene avances y retrocesos y la confrontación con China prevalece en el discurso proselitista.

En síntesis, se aproxima un resultado electoral del cual están pendientes muchos países, debido a la relevancia que mantiene Estados Unidos en el orden internacional.
Atilio Molteni
Embajador ®
IN/BN/rp.

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