Las ferias de arte, entre el valor y el precio

La cuarentena extendida tiene sus encantos. Entre ellos, el de los encuentros virtuales entre pares de diversos lugares del mundo. Hace unos días la feria local ArteBA convocó a las responsables de las ferias ARCO Madrid, Maribel López, SP Arte de San Pablo, Fernanda Feitosa, ArtBO de Bogotá, María Paz Gaviria, y Frieze New York, Loring Randolph, para conversar sobre lo que las distingue y lo que las hermana.

Más que resumir las intervenciones de cada una, me interesa pensar en voz alta en las fortalezas que estas ferias comparten; cada una de ellas debiera servirnos de inspiración para robustecer nuestro mercado, tan necesitado de estímulo y de orden.

En primer lugar, las ferias tienen una relación con sus ciudades. Desde la celebración del color local a través de la gastronomía, la música y los espacios patrimoniales, hasta una relación de orden institucional. Acompañando las aperturas se inauguran muestras en museos y otros espacios públicos y privados que forman parte de los recorridos de los coleccionistas e invitados especiales en los días previos, y que están abiertas al público en general. Estas muestras completan y dan sustento a la obra que ofrecen las galerías participantes. El continuo entre el mercado y las instituciones convierte a las ferias en eventos culturales para la ciudad.

En segundo lugar, la voluntad permanente de internacionalización. En cada caso la cosa se arma distinto, pero la pata internacional es fundamental en todos ellos. ARCO invita a un país todos los años, de la mano de un equipo curatorial que pone en contexto su producción. Esta estrategia sirve para atraer galerías extranjeras. SP Arte invierte en invitar a curadores de grandes instituciones como el MET o la Tate, y a galeristas internacionales. Su meta es estimular que los artistas brasileños formen parte de colecciones del mundo, algo que, como sabemos, consolida los precios de su mercado. ArtBO trabaja en afianzar la escena local mediante la invitación personalizada a coleccionistas internacionales. Para ello los corteja con dedicación y cuidado enviándoles material meses antes de la apertura de la feria.

Todas las ferias cultivan una relación de amistad y confianza con las galerías locales y se concentran en estimularlas a que accedan a ferias internacionales. Podríamos decir que sus líderes tienen en claro que se trata de un win-win: el crecimiento de las galerías estimula el crecimiento de las ferias, tanto como el crecimiento de las ferias impulsa a las galerías. En este círculo virtuoso el incentivo económico es tan importante como la construcción de una red interpersonal.

Las ferias son también acontecimientos sociales: las visitas a colecciones privadas, las fiestas, las comidas y los recorridos por galerías y atelieres de artistas son ocasiones para socializar, para descubrir, para intercambiar, para competir, para entender. El mercado se construye también compartiendo información.

¿Qué distingue a cada feria? ARCO descansa sobre la muy rica vida cultural de Madrid. La acción no sólo pasa por el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen; las fundaciones y los museos y salas más pequeñas inauguran muestras de antología. Un verdadero festín.

San Pablo es pura alegría brasileña: una escena vibrante con música, diseño, gastronomía, cordialidad, puertas abiertas y un grupo grande de coleccionistas locales comprometidos, inteligentes y abiertos.

ArtBO, por su parte, tiene la ambición de crecer; toda su energía está puesta en aprovechar las nuevas posibilidades que abre la digitalización.

Frieze NY, en cambio, tiene muchos de estos desafíos resueltos, pero enfrenta el de distinguirse de otras ferias del primer mundo. Su estrategia es la de ser pionera en temas de sustentabilidad: transporta las obras en barco para no usar aviones, la comida proviene de establecimientos orgánicos y la feria se hace en una carpa para estar más cerca de la naturaleza.

¿Y por casa cómo andamos? ArteBA tiene el mérito de haber prevalecido en el tiempo a pesar de todas las vicisitudes que conocemos, creciendo en visibilidad y en cantidad de visitantes cada año. Es una feria indispensable para el mercado argentino, ya que concentra más de la mitad de la facturación anual. Es por esto que debiera cuidar especialmente su relación con las galerías, transparentando la lógica que utiliza para formar los comités de selección y estableciendo criterios claros. La feria no debería pensar sólo en lo que está de moda, sino en poner de moda, dicho esto pensando en artistas argentinos de mucho valor y poco visibles para el mercado. En síntesis, ArteBA tiene que asumir con responsabilidad el papel que le cabe en la cadena de producción de sentido, que es la sustancia de la que está hecho el arte.

Debiera, además, alejarse de cierta tentación snob (recordemos el video “artebarear”), esto es, pensar menos en explotar la distinción social y orientar más sus esfuerzos en educar nuevos públicos y seducir nuevos compradores, ya que el mercado necesita expandirse de manera urgente. El mercado del arte en Argentina no se parece al de España, Estados Unidos o Brasil: es incompleto, pobre e inestable; haciendo esto asumiría cabalmente el papel que le cabe como actor protagónico en el campo del arte local.

Sabemos que el mercado del arte no se parece a ningún otro. Que la discusión sobre la escasez y la pericia técnica vs. la producción en serie no se ha saldado; que las razones por las cuales una obra vale y otra no es para muchos un verdadero misterio; que el modo en que se construye una comunidad de validación en torno al valor del arte impacta de manera directa sobre su precio.

Pero lo que quizás más lo distinga es que el comprador se convierte en custodio de un trozo de nuestro patrimonio común, y que haciéndolo muchas veces lo salva del olvido. Suficiente para empezar a prestar atención.
Eleonora Jaureguiberry
Socióloga. Gestora Cultural
CC/NB/CC/rp.

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