jueves 25 abril 2024

«Banderazo nacional», el Gobierno mira para otro lado y la oposición sorprendida

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Los análisis políticos buscan definir los parámetros que movilizaron a miles de ciudadanos en todo el país. Las primeras evaluaciones coinciden en un eje central, el rechazo a la reforma judicial y la defensa de la “Libertad”. Pero a medida que se profundizan las evaluaciones surgen distintas motivaciones. El desencanto con las políticas del Presidente, la corrupción, encabezada por la vicepresidenta Cristina Kirchner, cansancio de la cuarentena, la crisis económica, y así se podrían seguir agregándose motivos.

Pero hubo un movilizador común en todos los que se sumaron al 17A, “el sí a la vida”. Quedó expuesto, en la marcha, el firme rechazo a la instalación de la política del “miedo”. La marcha en tal dirección mostró que mantuvo, en líneas generales, el principio del cuidarte y cuídame. Los barbijos fueron un denominador común, la distancia también se buscó mantener, fue una muestra de responsabilidad ciudadana, que la administración Fernández ignora mediante la aplicación de severas restricciones que violan principios constitucionales, se afirmaba entre los manifestantes.

Con un discurso común, desde el oficialismo se instaló que el Estado protege la salud de los ciudadanos. Pero los responsables de la lucha contra la pandemia desconocieron que la vida no solo es la salud física. La vida implica la realización personal de los sueños que cada uno se ha imaginado, con una concepción metafísica, en la que se puede vivir muriendo, o se opta por el desafío morir viviendo. En definitiva una decisión que recuerda la máxima del General San Martín, “Seamos libres y los demás no importa nada”.

Las historias difundidas, en redes sociales y medios, muestran como muchos perdieron los esfuerzos de sus abuelos, de su padre, el propio en desarrollar una mini empresa familiar que se fundió, y se llevó la vida de un nieto, de un hijo que se quedó, tras cinco meses de cuarentena, con las manos vacías y en más de un caso un grupo de 20 o 30 trabajadores que quedaron en la calle y sin esperanzas.

Pero, desde la cumbre del poder se optó por desconocer el valor de la vida plena. Y ahora también, hacen oídos sordos de los reclamos que se agitaron en el 17A. Sin demasiadas vueltas, la coalición gobernante anticipó a través del ministro de Defensa, Agustín Rossi, que no retiraría el cuestionado proyecto de reforma de la Justicia, y este martes el Frente de Todos avanzó en el Senado con la discusión de la propuesta del Gobierno, con la intención de llevar al recinto la iniciativa la semana próxima, tras un último plenario de comisiones en el que la oposición ratificó su rechazo.

El ministro Rossi, fue más contundente al cuestionar la masiva marcha nacional del 17A, y afirmó: “El objetivo de estas marchas está claro que es intentar desgastar al Gobierno. La marcha no puede suplantar el resultado electoral de hace 8 meses”, seguramente no se preguntó, Rossi, que ocurrió en ese lapso para que en las calles de 150 ciudades, pueblos y barrios, la ciudadanía saliera a mostrar su desacuerdo con las políticas oficiales, que nada tienen que ver con las promesas que el presidente Alberto Fernández propuso en tiempos de su campaña electoral.

También, el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, hizo su aporte al rechazo a un 17A que sacudió al Gobierno. Sin desconocer la marcha enfatizó: «Quiero pedir perdón a los médicos y las médicas, enfermeros y enfermeras, y a todo el personal esencial que está poniendo el cuerpo todos los días, por no haber logrado evitar que la oposición buscara otra manera de protestar que no ponga en riesgo a la gente», expuso Cafiero en declaraciones a Télam, donde no formuló disculpas a quienes en esta cuarentena, sin precedente, se les ha llevado por delante su futuro.

El presidente Fernández ha sostenido constantemente que prefiere preservar la vida, sustentada exclusivamente en cuidar la salud con medidas sanitarias, ya que de un problema económico, según Fernández, se puede volver, pero de la muerte no hay retorno. Rodeado de científicos, investigadores de epidemias, el jefe de Estado diseñó una cuarentena que cruzó los 150 días, pero que finalmente resultó ineficiente, ya que al cabo de ese tiempo de “distanciamiento social, y reclusión domiciliaria”, los picos de expansión de la pandemia, según los datos oficiales, impactaron en el momento en que se estimaba que ya habría terminado la “cuarentena”.

Pero, la realidad muestra que detrás del telón del Covid-19, a lo largo de cinco meses, pasaron situaciones que fueron escamoteadas a la opinión pública. Los medios inundaron sus horas de transmisión o sus páginas impresas, con términos que se volvieron tristemente cotidianos: covid-19, pandemia, cuarentena, afectados, infectados activos, recuperados, fallecidos, muertos, mientras pasaron casi desapercibidos temas como el acuerdo con los acreedores externos, que después de siete meses de discusiones, lo que se logró fue “patear” el problema hacia adelante, aprobar una moratoria fiscal con nombre y apellido, una emisión monetaria convertida en la más alta de los últimos 30 años, que resulta igual al déficit financiero, una inseguridad creciente, por solo para tomar algunos ejemplos.

A lo largo de esta cuarentena se vio a un presidente, casi convertido un expositor científico del Covid-19, pero nunca informó cuál era el plan que de su administración para enfrentar la crisis económica y social a la salida de la pandemia. Si, se supo que el primer mandatario no es afecto a la elaboración de planes, declaración con la que dejó sorprendidos a los editores del Financial Times, y que abre incógnitas sobre el futuro de la Argentina.

En una muestra de la distancia que hoy tiene el Ejecutivo de la realidad, quedó patentizada con el 17A, cuando el oficialismo resolvió mirar para otro lado y desestimar los reclamos que expusieron los manifestantes, para solo insistir que fue un acto armado por la oposición. Si esto resultara real, la magnitud que tuvo la marcha debería alertar, al inquilino de la Casa Rosada, que está frente a un problema serio, ya que significaría la existencia de alguien que puede enfrentarlo con una enorme capacidad de movilización.

Pero la oposición tampoco tienen una explicación concreta del 17A. Comenzó por admitir que se trata un fenómeno social, en crecimiento, que la ha sorprendido. El peronismo había sido, hasta ahora, el único dueño de la calle. De pronto, sin una conducción partidaria, una parte de la sociedad decidió mostrar que es capaz de inundar los espacios públicos del todo el país. Mientras tanto, en la conducción de Juntos por el Cambio, que se asume como la “oposición”, se mezclan las posiciones de quienes buscan desplegar acciones más dura frente al Gobierno, al tiempo que otros se alinean con la idea que todavía es tiempo de negociar y no de confrontar. En el medio queda lo que está demandando la sociedad.

La reunión post 17A, que mantuvo este martes JxC, dejó al descubierto el dilema de las contrapuestas visiones de algunos dirigentes de la coalición opositora. Una línea encabezada por la ex ministra de Seguridad, presidenta del Pro, Patricia Bullrich, que representa el pensamiento del ex presidente Mauricio Macri, actualmente en Suiza, intentó emitir un duro comunicado basado en los reclamos de la masiva marcha. Pero la línea dialoguista, que lidera el jefe de Gobierno de Caba, Horacio Rodríguez Larreta, acompañado por la ex gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, se opuso a ese comunicado. La diferencia fue salvada por el Diputado UCR Mario Negri, presidente del Interbloque de JxC, que redactó un documento de consenso, en el que se solicitó al Gobierno que retire el proyecto de la reforma de la Justicia.

El tiempo transcurre, mientras el común de los ciudadanos enfrenta serias complicaciones, políticas-económicas-sociales e incluso psicológicas. Para exponerlas han ganado la calle con conductas, hasta ahora, moderadas. Pero, una enorme parte de la sociedad observa atentamente el comportamiento de los dirigentes políticos, para comprobar si son capaces de ponerse al frente de la crisis y buscar soluciones posible. Caso contrario el riesgo que enfrenta la clase política es que resurja el sonido de “que se vayan todos”, ruido que ya se escuchó al comienzo de éste siglo, y que de ocurrir abriría una peligrosa puerta para el devenir del país.
P/BN/gr/RP.

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