miércoles 24 abril 2024

Formosa. El modelo de un estado provincial fallido

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Por Blas Hoyos

Formosa. Entre los 70/80 Formosa era la tierra prometida, con el algodón, los granos, la madera y la ganadería parecía despuntar un polo de desarrollo que por su crecimiento y pujanza atraía habitantes de otras provincias así como inmigrantes de países vecinos y de otras latitudes. Fuimos una tierra llena de oportunidades.

La banca provincial de fomento ofrecía créditos destinados a la producción primaria y a la radicación de industrias, el ramal C25 atravesaba el territorio de punta a punta para alimentar un puerto que funcionaba y contribuía a disminuir los costos logísticos. El PBI per cápita era uno de los que más había crecido en los 70.

En aquel contexto el empleo público no generaba demasiado interés, los formoseños preferían desempeñarse en la actividad privada. Luego, por añadidura, entraron en producción los yacimientos de petróleo en el oeste de la provincia; se acuerdan de la Formosa Petrolera.

Su ubicación geopolítica privilegiada la colocaba en el centro de un bloque de países con un enorme potencial económico y en las orillas de un portentoso río. Parecía que los sueños se hacían realidad cuando nos queríamos identificar ante el resto del país apelando a distintas consignas: Formosa corazón de la Cuenca del Plata, Formosa centro corredor bioceánico, Corazón de la Hidrovía, Formosa corazón del Mercosur.

Hoy podemos afirmar que ganamos el campeonato de las oportunidades históricas desperdiciadas, porque las dejamos pasar una a una. Resulta imposible dejar de asociar el fracaso sufrido en el curso de los últimos 35 años con la clase política gobernante. Mientras implosionaba el aparato productivo se fue consolidando un modelo patrimonialista, clientelar y de dominación social que aseguró su eternización en el poder.

Durante las últimas tres décadas, bajo la excusa de que el “empleo público era un subsidio al desempleo” la plantilla de empleados públicos no paraba de crecer, arrancó con 15 mil en el 1985 para alcanzar a más de 43 mil en la actualidad. Hoy, el 69 % del empleo en la provincia es empleo público y 7 de cada 10 formoseños en edad económicamente activa trabajan en la administración pública; a esos guarismos debemos sumarle cerca de 49 mil pensiones por discapacidad, por encima de Chaco y Corrientes que tienen el doble de habitantes. Contabilizamos más discapacitados que en las posguerras de Vietnam y Corea.

Por todo concepto, cuando sumamos pensiones, AUH, PUAN, jubilaciones sin aportes, planes sociales, becas y planes Progresar, cooperativas de trabajo, etc., llegamos a registrar alrededor de 203 mil beneficios, a los que con motivo de la pandemia se agregaron 167 mil IFE.

Si el primer paso para resolver un problema es reconocerlo, entonces debemos asumir que 35 años de populismo concluyen con una provincia pensionada, subsidiada, mantenida con recursos de la nación, pobre y frágil.

En esta triste forma de vivir, los formoseños solo esperan que el gobierno anuncie el famoso cronograma de pagos; durante los días de cobro se pueden apreciar las nuevas fuentes laborales que generó el modelo: el “colero”, un emprendedor experto en alquiler de reposeras, venta de chipás, bebidas y sándwiches para interminables filas, que mansamente y desafiando toda condición climática, arrastran sus pies hasta los cajeros donde cobrarán sus planes, pensiones o los sueldos más bajos del país.

Los funcionarios comenzando por su gobernador, solo se limitan a interpretar un papel en este drama. El primer acto, consiste en un continuo lamento desconsolado y sobreactuado, cuyo guión se repite hasta el hartazgo: desde el gobierno central no mandan plata y reducen las partidas. El segundo acto comienza con nuestros funcionarios actuando como “mangueros”, antes que como gobernantes y cierra con un agradecimiento ficticio y promesas de amor eterno.

Lo que no se puede actuar es el fracaso del proclamado “modelo formoseño”, porque solo genera un 4,7 % de lo que los formoseños necesitan para vivir o puesto de modo inverso, el 95.3 % de lo que gastamos lo envía la Nación. Nos han reducido a la condición de discapacitados para generar recursos y riqueza propia. Somos capaces de hacer un gran escándalo, con presentación judicial incluida, porque no nos envían los fondos de la soja, pero somos incapaces de promover la siembra de granos, teniendo miles de hectáreas cultivables.

Pertenecer a una provincia de mantenidos es humillante, es hora de crecer, empezar a generar al menos una parte de los recursos que necesitamos, solo tenemos que recuperar la memoria y recordar como hace 35 años, con menos recursos que en la actualidad, menos tecnología, menos genética, menos mecanización agrícola, menos rutas y caminos, menos conocimiento e informatización, supimos ser mucho más ricos y pujantes que hoy.

Formosa no produce absolutamente nada y las oportunidades siguen pasándonos por los costados; durante los años (2016/17) el país tuvo una cosecha récord de 140 millones de toneladas, se recuperaron mercados y se abrieron nuevos, se pudo recuperar el turismo. Todos estos sectores tuvieron impacto favorable en algunas regiones, pero en nuestra provincia el impacto fue cero.

Hagamos un poco de ficción e imaginemos que pasó la crisis de la pandemia y el país se reactiva milagrosa y repentinamente como en el 2002 con los commodities; la economía cobra impulso, también la producción y la industria manufacturera con una gran demanda de mano de obra, es decir, un escenario próspero, y me pregunto…que impacto tendría en nuestra provincia?

De qué manera nos beneficiaríamos?. Qué podríamos vender en un país que hipotéticamente explote de prosperidad? Que mano de obra calificada podríamos insertar …?. La respuesta es una sola: nada, porque desde hace por lo menos 20 años que no producimos nada y porque tampoco tenemos mano de obra calificada para colocar.

Crecimos escuchando resignadamente que somos una provincia electrodependiente, obra pública-dependiente, fiscalmente dependiente; treinta y cinco años en el ejercicio del poder no resultaron suficientes para que con lo que recauda Rentas de la provincia no nos alcance para pagar el 10 % de los sueldos de un mes de nuestros empleados públicos.

Treinta y cinco años de poder para anunciar que la superficie sembrada podrían alcanzar a unas escasas 60 mil has., menos de lo que los colonos suelen sembrar todos los años en Charata (Chaco).

Treinta y cinco años para escuchar como una letanía el mismo relato de siempre: los responsables de nuestros padecimientos y de nuestro atraso son los cipayos o los oligarcas, el neoliberalismo, el centralismo unitario porteño, o el macrismo que gobernó escasos 4 años. Pero jamás he oído siquiera una tímida autocrítica por parte de los que gobiernan ininterrumpidamente la provincia hace 35 años.

El gobernador y sus ministros, en el sentido estricto de la palabra, nunca gobernaron la provincia, solo se limitaron a actuar como meros administradores de las transferencias que la Nación envía todos los meses, un poco por solidaridad y otro poco por conveniencia política, a esta provincia destruida por décadas de populismo rampante, el mismo que nos llevó de ser una provincia pujante a una provincia mendicante.
Blas Hoyos
PR/CC/rp.

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