Covid 19. De derrotas y aprendizajes, «no hace falta dividirnos sino encontrarnos»

No te des por vencido, ni aún vencido,
No te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo
y arremete feroz, ya malherido. (Almafuerte)

Por Dr. Gabriel Montero


Ahora que sabemos que no somos culpables; que la pandemia nos va igualando en previsibles cifras en un lento deslizamiento hacia lo que era esperable desde el inicio.

Ahora que sabemos que no somos mejores, ni tampoco peores que el resto.

Ahora que la fatiga calmó la euforia.

Ahora que los “expertos” van enmudeciendo tras su fugaz destello, abrumados por la rebeldía de una realidad que se niega a encajar en sus modelos.

Ahora que todos tenemos en la piel alguna historia cercana y triste.

Ahora que Europa confirma que el virus estará siempre allí tras el encierro, hasta la vacuna o la inmunidad de rebaño.

Ahora que sabemos que vamos a sobrevivir, como lo supimos de entrada, pese al mensaje mediático del miedo.

Ahora que aprendimos que para convivir con el virus necesitamos cuidarnos de modo diferente, pero cuidarnos, entre todos.

Ahora, no hace falta pelearnos, compararnos, arrepentirnos …

Sólo aprender, una vez más, aprender desde el dolor. No necesariamente copiar. Sólo aprender de otras historias.

1.- ¡Viven…!
El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya transportando 40 integrantes de un equipo de rugby y sus familiares, se estrelló en la cordillera de los Andes. 72 días después, casi sin fuerzas, dos de los sobrevivientes encontraron a un arriero chileno y se produjo el “Milagro de los Andes”. La lección de esos uruguayos a la humanidad fue inmensa. Al decir de Almafuerte, no se dieron por vencidos ni aún vencidos. Sobrevivieron a la caída, a las heridas, las tragedias familiares, el frío, el hambre y el abandono.

Casi 50 años después, Uruguay sigue dando lecciones. Esta vez, ante la pandemia. En silencio, como es su costumbre, muestra un camino posible: aceptar la gravedad del desafío sanitario, apelando a la responsabilidad de la gente, más que al verticalismo del miedo. Sin histrionismo. Sin comparaciones. Ellos, que podrían ufanarse de los extraordinarios resultados de la estrategia contra el coronavirus. Con 2.000 casos y 47 fallecidos podría ser ejemplo mundial.

Viene de un reciente y muy fuerte cambio de signo político: tras 15 años del Frente Amplio en el gobierno, Luis Lacalle Pou, del partido Nacional, fue consagrado presidente. Pero no se destrozan. Sin gritos. Sin grietas. No reimprimen la historia cada 4 años.

En América Latina solamente Cuba presenta menos muertes por millón de habitantes y en el mundo, de los países más conocidos, sólo lo superan Japón, Corea del Sur, Singapur y China. Hay escuelas, hay comercio, hay transporte, hay algunas restricciones. Conviven con el virus.

2.- Hiroshima, mon amour.
El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, el bombardero norteamericano Enola Gay arrojó una devastadora bomba nuclear sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, cuya potencia elevó en 1 segundo la temperatura a 1 millón de grados, creando una bola de fuego y destrucción que se expandió por la ciudad provocando más de 160 mil muertes y la rendición de un Imperio japonés ya derrotado en la Segunda Guerra Mundial.

En 1960, quince años después de esa atrocidad, cuya imagen de “hongo nuclear” ya no podría borrarse de las conciencias de la humanidad, el cineasta francés Alain Resnais quiso hacer un documental para denunciar el genocidio. Sólo pudo hacerlo como película, apoyado en el guion de la genial Marguerite Durás. Una premonitoria denuncia: del horror y de la esperanza. Una historia de amor sobre un escenario desgarrador.

Hoy, Japón es una nación desarrollada, pero antes que eso es una cultura tradicional ancestral, que da nombre a un punto cardinal: Oriente, el lugar donde nace el sol. Tanto el budismo como el sintoísmo tienen valores de solidaridad, humanistas y democráticos. Más éticos que teístas, rinden culto a los ancianos y los espíritus nobles, confiando en la búsqueda interior.

Japón, al igual que otros países asiáticos, presenta cifras envidiables dentro del cuadro dramático de la pandemia. No hizo cuarentena, apeló como siempre a la responsabilidad pública, extremando medidas de cuidado personal y comunitario. Hay escuelas, e incluso las clases deben recuperarse tras los feriados, los fines de semana. Las 4 reglas de oro alcanzaron.

3.- La Guerra y la Paz
El 17 de septiembre de 1809, Suecia vivió uno de los días más oscuros de su historia: como parte del Tratado que puso fin a la Guerra entre el Imperio Ruso y el Reino de Suecia, debió ceder Finlandia, que durante más de 6 siglos había sido parte de su territorio, al Imperio Ruso.

En realidad, Rusia, presionada a su vez por Napoleón, se vio obligada a exigir a Suecia un bloqueo a Inglaterra que esta se negó a ejercer, desatando la “Guerra finlandesa”. Para los suecos, perder Finlandia ante el zar ruso fue su mayor tragedia. Para los finlandeses, en cambio, fue la oportunidad de formar, un siglo más tarde, su propio estado.
Y al final, esa Finlandia independiente desde 1917 tras la caída del Zar y la neutralidad que Suecia adoptó desde aquella derrota, significaron el inicio de la actual prosperidad sueca.

Nación entre las más desarrolladas y equitativas del mundo, Suecia eligió una estrategia diferente al resto de sus vecinos desde el inicio de la pandemia: apeló al distanciamiento social sin cuarentena, ya que constitucionalmente los derechos individuales son inviolables en el país nórdico.

Tras unos meses con mayor mortalidad que sus vecinos y muchas críticas de la comunidad internacional, desde hace más de 2 meses presenta estables las cifras de contagios y muertes, sin haber cerrado su economía ni clausurado su educación.

Una vez más, lo que parecía una derrota inicial, es analizada ahora como una estrategia que a mediano plazo viene demostrando una eficacia mejor que la de muchos de sus críticos.

En cuanto a la pandemia, Argentina presenta hoy una tasa de mortalidad por COVID de 364 fallecidos por millón de habitantes. Ocupamos el puesto 19° en un listado de 150 países del mundo en esa estadística, pero estaríamos 16° con 424/M al sumar 3.000 casos pendientes.

Las 3 peores tasas son las de Perú con 1.000, seguido por Bélgica con 874 y Bolivia con 695 fallecidos por millón de habitantes. Notablemente, los 3 son países que han implementado cuarentenas estrictas: Perú y Bolivia, antes de los 10 días de su primer caso y Bélgica, si bien demoró más, lo hizo antes que Alemania, Dinamarca o Portugal. Perú llegó incluso a detener 52.000 personas por incumplir.

En el otro extremo, de los países que conocemos, podemos nombrar con la menor tasa de mortalidad a China y Singapur con menos de 5, Nueva Zelandia, Corea del Sur y Cuba con menos de 10 y a Japón y Uruguay con menos de 15 muertes por millón de habitantes. Con excepción de la cuarentena localizada por 2 meses y medio en la provincia china de Hubei y los 45 días de Nueva Zelandia, lo paradójico es que ningún otro hizo cuarentena.

¿Cuál ha sido la estrategia exitosa en los países que hasta hoy presentan la menor tasa de fallecidos por millón de habitantes? Básicamente dos: por un lado, los testeos y por otro las “4 reglas de oro”, es decir, manos, barbijos, distancia y evitar aglomeraciones.

¿Por qué testear?
Ningún país conoce exactamente cuántas personas se encuentran infectadas realmente. Sólo informan los casos comprobados positivos, pero múltiples estudios multiplican por 10 o 20 veces el número de contagiados en base a muestreos de anticuerpos o linfocitos en la población. Por lo tanto, los recuentos de casos dependen de la cantidad de pruebas que se realicen.

Sin testeos, los países no pueden saber dos cosas cruciales: cómo se está propagando la pandemia y cómo actuar para aislar y contener. Para evaluar cómo le está yendo realmente a un país y si podemos obtener lecciones valiosas de sus aprendizajes, necesitamos saber cuántas pruebas realiza. Ello se sabe de 2 maneras: una directa, mediante la cantidad de testeos por habitantes y otra indirecta, el porcentaje de positividad de las pruebas.

De los países con mejores tasas de mortalidad, Singapur lleva realizados 470.000 pruebas por millón de habitantes, Nueva Zelandia 190.000, China 111.000, Corea del Sur 44.500, Cuba 51.600, Uruguay 69.500 y Japón 18.600 testeos por millón.

En el otro extremo, Bélgica lleva efectuados 217.000 testeos por millón, tras haber desechado al inicio de la pandemia esa estrategia, Perú completa 116.600 y Bolivia 25.100 pruebas por millón de habitantes.

Pero además es crucial analizar junto con la cantidad de testeos por millón, la tasa de positividad de los mismos. La tasa positiva es una buena medida para saber si los países están realizando las pruebas de modo adecuado. Una tasa de menos de 5% indica que los testeos son suficientemente amplios como para estar ejerciendo una real vigilancia epidemiológica, detectar y aislar los casos y sus contactos y controlar la pandemia.

Dicho de otro modo: si sólo se testearan los sintomáticos y sus contactos estrechos, la tasa de positividad seguramente estaría por encima de 50 – 70% y sólo indicaría una vigilancia pasiva.

De nuevo, los países con menor cantidad de muertes por millón citados antes: Uruguay, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelandia, Singapur y Cuba, tienen todos una positividad menor al 5%. De la opaca China, no se reporta actualmente esa información.

En el otro extremo en cambio, Perú y Bolivia tienen tasas positivas superiores al 20 y 30%, lo que implica que están testeando casi sobre población conocida. Y Bélgica, que actualmente tiene una tasa de 4% de positividad, no tuvo capacidad de efectuar suficientes testeos cuando arreciaba el brote.

Argentina ha realizado a la fecha 42.400 pruebas por millón de habitantes y tiene más de 37% de positividad. Estamos lejos de un nivel de pruebas amplio y robusto. Hay una oportunidad ahí: ampliar la cantidad de rastreadores y de testeos.

Y Suecia? Con 574 muertes y 190.000 testeos cada millón de habitantes, presenta desde hace tiempo una tasa de positividad del 1,4%. Suecia tiene ahora su menor número de nuevos casos desde marzo, menos de la mitad de la tasa de infección del Reino Unido, 15% de la de Francia y un 10% que la de España, con una sociedad en la que escuelas, gimnasios y bares permanecen abiertos.

Cuando Europa asiste a lo que parecería ser la segunda ola, muchos empiezan a creer que Suecia podría haber alcanzado cierta inmunidad de rebaño, revirtiendo su dura derrota inicial.

Tal vez, haya algo que aprender de estas historias: no hace falta dividirnos sino encontrarnos.
Dr. Gabriel Montero
Médico Pediatra
Especialista en Salud Pública (UBA)
Docente en el Departamento de Salud Pública
P/BN/CC/rp.


Más Noticias

Salir de la versión móvil