Por Atilio Moltenni
Los acontecimientos del poder en los Estados Unidos en el curso de esta semana han sido dramáticos. Comenzaron cuando el New York Times reveló el resultado de una investigación, que indicaría que Trump no pagó impuestos durante 10 de los últimos 15 años. Continuaron cuando el 29 de septiembre, tuvo lugar en Cleveland el primer debate de los candidatos presidenciales. Las frecuentes intervenciones del presidente Trump lo transformaron en una sesión caótica, virulenta y muchas veces incoherente, debido a que no respetó las normas del debate y el ex vicepresidente Joe Biden tuvo pocas posibilidades de expresarse sin que lo interrumpiera.
Los analistas entienden que este acontecimiento no alcanzó entidad como para modificar el posible resultado de la elección que tendrá lugar el 3 de noviembre, debido a que las encuestas nacionales siguen favoreciendo por más de siete puntos a Biden (50.5%) sobre Trump (42.9%), mientras la diferencia a su favor se reduce a la mitad en algunos de los Estados que oscilan su voto entre Republicanos y Demócratas. Sin embargo, demostró que los candidatos tienen opiniones muy divergentes sobre las tres crisis que afectan a Estados Unidos: la pandemia, la económica y la desigualdad racial.
En ese debate, el Covid-19 tuvo especial relevancia. Trump reiteró que la responsabilidad de la pandemia corresponde a China, dando respuesta al alcance de su gestión frente al virus. También reiteró que una vacuna estará pronto disponible y Estados Unidos volvería a la normalidad, pues el fin de la pandemia estaba a la vista.
En cambio, Biden cuestionó su liderazgo por no dar prioridad a la cuarentena ni al virus, a fin de no afectar el desarrollo de la economía, y sin tener en cuenta su peligrosidad, que ha provocado en Estados Unidos 208.000 muertos y millones de enfermos, alcanzando el número más alto en su comparación con otros países. Debido a ello, es un tema fundamental en la movilización política de los demócratas, a pesar de los esfuerzos constantes del presidente de quitarle relevancia.
El 2 de octubre el escenario cambió totalmente, cuando Trump informó que él y su esposa tienen coronavirus, siendo por su edad (74) y características físicas un paciente de riesgo, después de meses de no respetar las medidas preventivas aconsejadas por su Gobierno. Por ejemplo, en la campaña muchas veces no se utilizaron máscaras protectoras, ni se respetaron las distancias y las reuniones se celebraron en lugares cerrados. Este suceso demuestra que el coronavirus es un peligro demasiado real y permanente, frente al cual la valoración del presidente fue equivocada.
En la tarde Trump fue trasladado al Centro Médico Nacional Militar de Walter Reed, en Washington D.C., como una medida precautoria ante los síntomas de la enfermedad, donde permanecerá varios días bajo tratamiento y se cancelaron todos sus compromisos. Es decir, la evolución de la enfermedad va a afectar su campaña electoral por un tiempo indeterminado, durante el cual no podrá viajar ni participar en reuniones públicas, en un momento crítico que tenía previsto tratar de ampliar el apoyo de sus votantes. También quedó en duda el segundo debate presidencial previsto para el 15 de octubre.
Estados Unidos enfrenta ahora una situación de características excepcionales que afecta a su presidente, donde el antecedente más cercano fue el atentado en 1981 contra el entonces presidente Reagan, que quedó inhabilitado por un tiempo. Además, su esposa, varios funcionarios, dos senadores y miembros de la dirigencia del Partido Republicano están también enfermos, demostrando que las pruebas diarias para determinar el estado de su salud fueron insuficientes.
Ahora, la estabilidad del Gobierno y el resultado de la elección están en duda, como así también la evolución de la pandemia y sus consecuencias económicas, demostrando su gravedad constante en el país que sigue siendo el más poderoso e influyente del mundo.
A un mes de la elección ambos Partidos tienen que adoptar una serie de decisiones estratégicas y tener en cuenta las disposiciones constitucionales y partidarias, para la posibilidad remota de que Trump no pueda seguir desempeñando su cargo o, eventualmente, decida no presentarse a las elecciones. Las variables posibles dependen de la evolución de su enfermedad.
Un tema que tiene relación con lo anterior es la vacante que se produjo en la Corte Suprema, debido a que el 18 de septiembre falleció una de las juezas que la integraban, Ruth Bader Ginsburg. Trump, contando con la colaboración de los senadores republicanos, propuso de inmediato su reemplazo por la jueza Amy Coney Barret, de un perfil distinto a su predecesora (que fue progresista en lo social y favorable a la igualdad de género), buscando obtener su confirmación antes de las elecciones, para consolidar al sector conservador y mayoritario. Entre otros temas, la Corte podría tener que decidir cuestiones que pueden incluir el voto por correo en algunos Estados, siempre cuestionado por el presidente bajo el argumento que favorece al fraude.
Biden está en contra de esta confirmación, pues entiende que, debido al corto plazo disponible, la elección de un juez del Tribunal Supremo corresponde al presidente que gane las elecciones. Ahora, la enfermedad de Trump también puede afectar el proceso de confirmación de la jueza Coney Barret en el Senado.
Atilio Molteni – Embajador
IN/BN/CC/rp.