Cuaderno de opiniones: “Entre la libertad y el miedo” por Adolfo Stubrin

El movimiento social y cultural para la vuelta a las aulas vino abriéndose paso desde mediados de año con un creciente impacto en los medios de comunicación. Los escenarios institucionales que tenían que canalizar la demanda no operaron con eficiencia.

El Congreso de la Nación porque la mayoría ignoró y bloqueó el tratamiento del proyecto de emergencia educativa presentado por la oposición; el Consejo Federal de Educación porque actuó a la retranca y sólo se movilizó en el último minuto y el Ministerio de Educación porque su titular se bamboleó todo el tiempo frente al dogma de los infectólogos, el temor infundido por los gremios docentes y su propio deseo de congraciarse ante la opinión pública.

Pero, como en el soneto de Almafuerte, “cinco segundos antes de la muerte” los reclamos de las comunidades educativas impusieron el anuncio de la reapertura gradual el 8 de octubre pasado, cuando la fisura en la represa ya era incontenible.

Entre el día del maestro y el día del estudiante fueron muchas las manifestaciones de estudiantes, padres y profesores en las redes y en las plazas para que se descongelara la situación. El 5 de octubre Sergio Massa rompió el frente oficialista al pedir que hubiera clases presenciales este año en el último grado de los niveles primario y secundario. Ese gestó mostró que ya no daba ventaja política sostener la veda.

Al día siguiente el Ministro Trotta pontificó que “no hace falta la vacuna para volver a clases” y se sometió a nuevos pasos de la comedia de enredos de la que es estrella indiscutida.

Tras 200 días y con pocas semanas aun aprovechables, la pulseada se resolvió con un semáforo sanitario. Según éste los contactos entre maestros y alumnos se habilitan con verde si no hay factores de riesgo; siguen vetados con rojo si las condiciones externas no son favorables; y, se crea una instancia intermedia, un amarillo con tintes de purgatorio. Es interesante repasar los argumentos regresivos con que se intenta relativizar y posponer las medidas, una vez que la prohibición dejó de ser la regla general.

El grado de desvarío podría medirse por el razonamiento de uno de los líderes sindicales de la docencia: “Se va a profundizar la brecha educativa porque unos chicos van a tener clases y otros no, incluso dentro de sus mismas provincias”.

El primer comentario sería agradecerle que reconozca que las clases efectivas sí marcan una diferencia positiva; el segundo, señalarle que el rasero hacia atrás o hacia abajo no conduce a la igualdad sino a la común ignorancia; la tercera, que para un estado moderno las desigualdades son injustas cualquiera sea el lugar de su territorio en que tuvieran lugar. Para esta mentalidad cada vez que hubiera por ejemplo un impedimento climático en algún rincón debiéramos detener las clases en toda la provincia, por razones de justicia.

Pero las zonceras educacionales que hemos escuchado con motivo de la pandemia permitirían iniciar un manual con aires jauretchianos.

El primer absurdo es la declaración de que frente al amarillo del semáforo las provincias podrán organizar actividades educativas “no escolares”, es decir: artísticas, deportivas, recreativas, de apoyo entre otras, con expresa exclusión de contenidos o conocimientos curriculares; lo cual implica, primero, que toda aquella gama de actividades y saberes queda situado fuera de la pedagogía y, segundo, que los contactos cercanos en torno al conocimiento intelectual son más contagiosos que los motivados por las demás actividades.

El segundo absurdo es que no haya notas y que para 2020 se declare un jubileo generalizado; lo cual sumado a la peregrina idea de revocar los grados anuales e instaurar en su lugar ciclos plurianuales iniciaría un experimento en carne viva de impredecibles consecuencias.

Un tercer absurdo es que cada provincia o cada distrito escolar sea tratada como un bloque monolítico según el cual el brote de contagios en un solo establecimiento determine lo que se haga en todo su ámbito.

Una cuarta y no la última de las zonceras registrable es que a partir de retomar su autonomía las provincias estudien la situación, preparen los protocolos y demás instancias preparatorias como si los siete meses hubieran sido un asueto político educacional. El 30 de setiembre la Directora General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires, Agustina Vila, presentó un Programa de Acompañamiento, con base en informes nunca publicados y con irrisorios 15.000 adheridos. El 9 de octubre la profesora Vila se reunía con la “comisión técnica salarial” para danzar el consabido minué con los gremios mientras el inefable viceministro de salud Nicolás Kreplak aclaraba que planteaban una educación con maestras a domicilio.

Siguiendo con más seriedad este cruce entre educación y salud pública, la Facultad de Psicología de la UBA, a través de su Observatorio de Psicología Social dio su informe n°12. Se trata de una encuesta sobre 3664 casos realizada en 15 conglomerados urbanos del país en el mes de setiembre.

Desorientación, frustración y confusión son las tres palabras más elegidas por los padres para describir el estado cognitivo-emocional que perciben en sus hijos. Con respecto a la experiencia de la educación bajo modalidad virtual una mayoría de padres la califica entre “negativa” y “muy negativa”. En el mismo sentido un 30% de los encuestados confesó que tener a los chicos en casa empeoró las relaciones familiares. Es de esperar que estos costos psíquicos y anímicos del peculiar ciclo lectivo 2020 sean analizados con detenimiento no sólo por Vila y Kreplak sino por todos quienes tienen poder de decisión.

La situación es así de dramática. El alegato público del Presidente Fernández contra la meritocracia es solo la punta de un iceberg cuya masa gélida está hundida desde hace tiempo en la entraña del sistema educacional. Se involucran allí, tanto como en la administración de la pandemia, controversias sobre valores y en especial sobre la igualdad.

Recurro al creador de la noción de desarrollo humano, el Nobel de economía indio Amartya Sen, quien intentó en 2016 responder a la pregunta “igualdad ¿de qué?”. Frente a la irreductible diversidad entre los seres humanos Sen plantea un crucial desafío ético-político: o bien hacer que las personas tengan más cosas para consumir o bien ampliar la capacidad y la libertad de todas las personas para construir vidas más largas, sorteando enfermedades evitables y adueñándose, entre otras posibilidades, de los tesoros del conocimiento humano disponible.

El gran error cometido en la Argentina de 2020 fue sacrificar educación para proveer salud. Ambos aportes debieron permanecer asociados porque juntos configuran las oportunidades sociales, una de las libertades positivas fundamentales.

En este octubre, superado el bloqueo, viene la trabajosa reconstrucción del tejido educativo dañado. La responsabilidad de los gobiernos provinciales será muy exigente. No están exentos de sufrir eventos de la pandemia que aconsejen retrocesos e interrupciones de las clases presenciales. Es lo que el exministro Adolfo Rubinstein llama esquema valvular intermitente. Su complemento son los testeos masivos, el tendido de una red de seguridad frente a la apertura gradual y rotativa de las clases. Estos recaudos sumados al distanciamiento, el barbijo, las burbujas, el aire libre o la ventilación natural y la higiene de manos constituyen un repertorio ineludible para habilitar la presencialidad escolar.

Insight for Education, una entidad suiza, analiza evidencia sobre el cierre y la reapertura escolar en 191 países para orientar así a los líderes en educación. Muestra que no hay correlación entre escuelas reabiertas y crecimiento de tasas de contagiados. Las lecciones aprendidas en aquellos países que debieron afrontar las segundas olas de la peligrosa enfermedad se traducen en las cuatro recomendaciones principales para respaldar las escuelas abiertas:

a) si se manifiesta algún caso positivo en la comunidad escolar, preparar cierres temporarios breves que posibiliten el testeo;
b) el testeo rápido y masivo sobre las comunidades bajo sospecha de infección es la herramienta decisiva;
c) uso de máscaras, de turnos rotativos y alternados con e-learning; y,
d) la transparencia en brindar toda la información para crear confianza y responsabilidad en la prevención por parte de todos los actores.

En la definición del calendario para el resto del año cada provincia mostrará ante la ciudadanía la combinación de valentía y de prudencia con la que sabrá encarar la coyuntura. El principal atributo será la independencia de criterio, porque hay sobradas pruebas de que el lobby del cierre eterno seguirá presionando.

En parte, esas posturas están motivadas por el miedo al contagio, que es legítimo; pero también se guían por la quimera de la completa indemnidad, del riesgo cero que no tiene bases valóricas ni fácticas sólidas. No las tiene porque la sociedad de riesgo mundial, de la que la pandemia es una manifestación más, implica que debemos seguir viviendo en disyuntivas inciertas. Con participación, sentido estratégico y atenta lectura de la experiencia internacional las autoridades tienen que tomar decisiones.

El riesgo no puede paralizar actividades esenciales de la sociedad y las escuelas son una de ellas. Las zonceras a las que nos referimos al comienzo de esta nota serán celadas a evitar.

Veremos, a través del espectro de las 24 situaciones qué se logra, cuánto interactúan aciertos y errores y si se procede con verdadera determinación. Por de pronto, tres ejemplos: en Santa Fe se anuncia un timorato Plan Experimental de Vuelta a Clases para tan solo cincuenta escuelas rurales en ocho departamentos del norte, mientras que las concentraciones urbanas y las redes de localidades agro-industriales, muchas de ellas bajo luz amarilla, siguen en stand-by. El gremio de los públicos se reserva el derecho de veto, como si fueran la autoridad suprema y, antes de aceptar, avisan que consultarán con cada una de las escuelas previstas. Por su parte, el gremio privado declaró con franqueza que el plan no le parece serio y que sería mejor preparar el regreso en 2021, “que también va a ser de mucha complejidad” (El Litoral, 14-10-2020).

Entre tanto, Buenos Aires propone un regreso progresivo y por etapas, se comienza con sólo 16 partidos del interior profundo; otros 64 que también tienen semáforo verde deberán esperar a noviembre. El segmento amarillo del Gran Buenos Aires y las grandes ciudades llegarán por detrás, en muestra de que la ilusoria estrategia extraescolar sigue siendo la más atractiva para el gobierno provincial, poco interesado en contrariar las posturas sindicales.

En contraste la Ciudad de Buenos Aires ha lanzado una reapertura para los alumnos identificados como en riesgo y los últimos años de primaria, primero, de secundaria, después; y al fin de preescolar de cinco. El propósito explícito es que todos los alumnos tengan una ración de presencialidad antes de que el año finalice. El otro rasgo saliente es que habrá evaluación de lo aprendido en 2020. El sector privado se manifiesta dispuesto para dar pasos equivalentes.
Adolfo Stubrin Santa Fe, 15-10-2020
P/BN/CC/rp.


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