“….y las doradas abejas
Iban fabricando en él,
Con las amarguras viejas,
Blanca cera y dulce miel”
Antonio Machado
Hace unos años una persona me encargó un dibujo que al principio me dejó atónita: dos abejas. Charlando con ella me enteré que era una fanática de este insecto tan conocido, y al mismo tiempo desconocido de todos nosotros. Algunos lo aman con pasión, otros lo admiran y otros le temen.
Al preparar los materiales me acordé de las clases de ciencias naturales en el colegio, cuando teníamos que memorizar todas las partes de su cuerpo y después dibujarla, estampada en la hoja del cuaderno. Aparte de ese recuerdo lejano nunca sentí mucho interés por este insecto hasta este día que tuve que retratarlo.
Así empezó mi investigación. Lo que más me impactó fue que, según algunos estudios los antepasados de este minúsculo insecto eran depredadores de insectos. Por otro lado, me interesó la sociedad que forman. Aunque la abeja es una especie solitaria que no produce ni miel ni cera, el 10% son sociales. Éstas últimas forman una colonia compuesta de grupos o castas: la Reina, los zánganos y las obreras. Estas colmenas pueden abrigar de 15.000 a 50.000 ejemplares.
La Reina es la jefa suprema y única en cada colmena. Su trabajo es poner huevos y decidir cuáles serán hembras (las obreras) y cuáles machos (los zánganos). Vive en una cédula construída especialmente para ella, mucho más grande que las otras y como Reina se alimenta únicamente de jalea real. No vive más de 3 años.
Los zánganos solo tienen como objetivo fecundar a la Reina y son alimentados por las obreras. Éstas no son fértiles y tienen una vida corta de 65 a 120 días. Lo que más me impresionó fue la cantidad de tareas que ejecutan en este breve lapso de tiempo: limpiadoras, nodrizas, almacenadoras, guardianas, ventiladoras y recolectoras de néctar, agua, propóleo y el polen para producir la miel.
Esta es una manera simplista de describir la sociedad de las abejas pero mi objetivo es enseñarles este mundo tan organizado de un ser tan pequeño. Sus ojos son compuestos y no dejan transmitir miradas y expresiones que seguramente tienen.
Así que utilizo mi imaginación de artista: una Reina de mirada severa y autoritaria, una dictadora 100% a quien los zánganos, temerosos y tímidos entregan su vida en el vuelo nupcial. Las obreras, deben tener varias expresiones siendo trabajadoras incansables. Hasta me las imagino a veces de mal humor o con ganas de hacer una marcha de protesta.
Como si fuera poco la abeja tiene un simbolismo desde épocas lejanas: se la ha relacionado siempre con la laboriosidad, la organización pero también con la limpieza. Por su trascendencia divina y por su conexión terrenal, la abeja aparece ya en la Antigüedad y casi hasta nuestros días como atributo del poder divino (antiguos Pontífices de la Iglesia de Roma como reyes y emperadores, Napoleón Bonaparte). Tenemos que tener en cuenta que durante mucho tiempo se pensó que la Reina de las abejas era un Rey.
Así me cayó un día en las manos el maravilloso libro “El filósofo y la abeja” de Pierre Henri Tavoillot y François Tavoillot. Lo escribieron dos hermanos, uno apicultor y otro filósofo, y a lo largo de sus seis capítulos nos explican la singular asociación entre el destino de estos insectos y el de la humanidad.
Con toda la información en mano inicié mi dibujo, esta vez con otra visión de este animal tan completo. Nunca más la miré con indiferencia pero me cuido de ella pues su picadura me produce alergia.
Por último, comparto una profecía adjudicada a Albert Einstein según la cual “…si desaparecieran las abejas, al hombre solo le quedaría cuatro años de vida”.
Es un poco apocalíptico pero ellas son un punto esencial en el círculo de la vida terrestre.
¡Cuidémoslas y sigamos disfrutando de su maravillosa miel, su polen, su jalea real y su incansable afán por polinizar cada flor sobre la madre tierra!
Tana Pujals.
Artista con pasión por retratar animales.
CC/BN/CC/rp.
