viernes 29 marzo 2024

Cuaderno de opiniones: “LA MÁSCARA DE FERNANDO VII” por Eduardo A Moro

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Eduardo A. Moro

Como lleva a pensar Tomás Abraham (“La lechuza y el Caracol”), independientemente de sus valoraciones históricas, los “setenta” han sido posteriormente abusados a través del “setentismo”, como un sistema de legitimación y dominación cultural, con vigencia actual. Es algo parecido a lo que Todorov denominó “los abusos de la memoria”. Un psicoanalista preguntaría de inmediato: y para qué?

Para motorizar un enorme dispositivo de poder, con simbolismo místico humanitario y justiciero, eficaz para ser usado con el oportunismo de nuevos actores y de acuerdo a las circunstancias, en una mixtura entre Don Camaleón de Curzio Malaparte y el “gran hermano” de Orwell (1984).

Se presenta como “la resistencia” y “militancia” “encuadrada”, frente a lacerantes inequidades sociales para muchos y grandes miedos al futuro amenazante para todos los otros.

La economía se globaliza velozmente sin gobierno, pisando con su rotunda “macro” las “micro” de millones de pequeñas vidas y sus expectativas aspiracionales. Lejos quedó la época dorada de la sociedad del bienestar, aunque muchos estudiosos invocan estadísticas cuyos números demostrarían que el mundo es cada vez menos infeliz.
Ante dicho escenario el llamado “relato” se vuelve fundamental para deslegitimar la explicación dominante del mundo (o un momento del país), provocar su descrédito, proponer nuevas soluciones viejas, y para ello y entre nosotros, nada mejor que servirse del “setentismo” ?

Esa expresión es como un embudo magnético que atrae disconformes (muchos bien formados) hacia su ancha boca y contiene más que su sentido gramatical propio. En forma similar a que “el kirchnerismo”, es bastante más que los Kirchner, o el “populismo” más que el cualunquismo italiano, al punto de haber envuelto al peronismo entero y de representar el “anti-sistema” a nivel mundial, respectivamente.

Debemos reconocer su importancia y gravitación actualizada, sin reducirlas a sus corruptelas; así como los fracasos o al menos las dificultades crónicas de quienes tratamos de significar otra cosa diferente y al mismo tiempo emocionar el presente y el futuro.

El atractivo amanecer habla de un “nuevo pacto social”, directo y delegativo, plebiscitario entre los que sufren y un intérprete “decidor” concentrado, con la menor mediación institucional, vista como trampa armada sólo para defender los privilegios del capitalismo, “lastre” del demo-liberalismo cómplice.

Al decir de Beasley-Murray (autor de “Poshegemonía”) :“uno de los problemas con la teoría de la hegemonía en clave populista es que acepta la auto-representación del populismo sin cuestionarla. No problematiza la idea de que la fuerza del populismo viene de la capacidad de articular equivalencias entre significantes y así construir un significante (casi) vacío que reuniría una cantidad de identidades y demandas particulares, formando con ellas un pueblo…”

“… Una lectura más cuidadosa del fenómeno peronista, por ejemplo, muestra que su éxito, cuando lo hubo, vino precisamente de su capacidad para movilizar y desmovilizar cuerpos -en la plaza, en las urnas- y de convertirse en hábito. Por eso el triunfo del populismo se expresa en esa frase famosa tomada de un libro de Osvaldo Soriano: nunca me metí en política siempre fui peronista.

Como escribe Abraham: esa “… especie de moneda política llamada peronismo que circula libremente y es atesorada por todo tipo de…” guardadores, tiene la característica de fraccionarse y recomponerse en torno a lo que convenga en cada época.

Hoy nos acechan nuevos peligros de conflictos derivados de esa característica, corporizada ahora en la máscara fernandina, que si llegase a términos de antinomia trágica –y en mi opinión- no admitirá su quiebre retórico y con ello arriesga derramar violencia, como un volcán.

No obstante los antecedentes -ante la grave crisis- hay esperanzas y sobre todo deseos en que el conjunto triunfante derive hacia un equilibrio pacificador, en procura de evitar más daños y tensiones inmediatos a la sociedad, para ir gradualmente reconstruyendo su tejido ético, sus desigualdades, bastándole entonces a la fierecilla domada con obtener a cambio cierta tranquilidad personal y pasar a la gloria.

Es poco probable, porque de ser así el populismo nativo renunciaría a su narrativa ontológica, quedaría sin “relato”, se vaciaría de explicación motivacional patriotera, apartándose de las “brisitas” bolivarianas, de los redentores al Sur del Río Bravo, y del rendidor torbellino de indignados que recorre el mundo, de modo parecido pero diferente al fantasma del histórico Manifiesto. Dejaría de ser el encantamiento promesero que es.
Como consuelo mientras esperamos, Pandora hubiera dicho: la esperanza es lo último que se pierde, porque es lo último que queda en la caja.
Eduardo A. Moro
Link nota:https://www.nuevospapeles.com/nota/24710-la-mascara-de-fernando-vii
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