miércoles 24 abril 2024

Nic Pizzolatto en Filba Online: sobre el oficio de escritor, True Detective y el poder de las palabras

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Por Eleonora Jaureguiberry

“Soy todo humildad: escribo para Dios. Para que me consideren, para tener esperanza, para estremecer”, contaba con honestidad brutal Nic Pizzolatto en el último seminario de Filba Online 2020. El escritor y guionista estadounidense se negó a develar sus trucos (“trabajé muy duro para generarlos; después de todo, a los magos nadie se los pregunta”), pero habló –literal- del revés de la trama con su audiencia virtual durante más de dos horas de intenso ida y vuelta.

Pizzolatto nació en New Orleans, tiene 45 años y empezó a escribir historias breves a los 23. Cada vez que abre la boca tira un título que, por condensación de sentido y vuelo metafórico, roza la poesía. No sorprende entonces que explique que es artista “porque no quise desperdiciar mi vida”. Y vaya si la aprovechó. Su novela Galveston lo consagró como autor de culto; el guión de True Detective, como uno de los referentes de la industria audiovisual. Pizzolatto no encuentra mucha distancia entre ambos géneros; para él se trata simplemente de escribir con cierto propósito: “Oración por oración, el escritor debe saber cuál es el punto de lo que está escribiendo, por qué elige poner esa información” (las traducciones son nuestras).

Pizzolatto sostiene que no hay reglas en el arte, pero hay principios. El primer objetivo que se debe perseguir cuando se escribe es revelar hechos, ya que la historia avanza a partir de ellos; las oraciones deben ser simples y declarativas y sonar verdaderas. La información que el autor transmite debe ser comprensible para el lector. Esa transmisión debe estar expresada de tal modo que provoque emociones, de las más básicas (moviendo al lector a preguntarse cómo sigue la historia), a las más sutiles, referidas a los matices de la experiencia humana.

“No hay atajo a la sabiduría”: hasta los más brillantes tienen que trabajar. Hay que escribir mucho hasta que se escribe algo bueno; predecir cuándo esto va a ocurrir es difícil. Para lograrlo, cada uno debe encontrar su estrategia. “Odio escribir. He pasado demasiado tiempo solo adentro de un cuarto. Perdí mi juventud haciendo esto. Al mismo tiempo, no se me ocurre ninguna otra cosa mejor que hacer. Y me gusta haber escrito”. Los autores jóvenes que tratan de llegar a la cima sin haber transitado la base suelen escribir de modo indescifrable. Según Pizzolatto, “indescifrable no quiere decir ambiguo. Quiere decir mal escrito. Si el lector abandona la lectura es porque no entiende lo que está leyendo. Y si no te leen, para qué publicar? Mejor es escribir un diario y guardarlo bajo la cama”.

El escritor debe asumir que sus lectores son tan inteligentes y sensibles como él mismo: “yo asumo que mi audiencia es tan inteligente como yo, pero más estable”.
No hay audiencias malas, hay artistas malos. Para que esto no pase, el artista tiene que producir una obra que tenga una estructura sólida, y fuerza emocional. El poder de una buena historia es tan antiguo como la humanidad. “Hay que confiar en el poder de las palabras. Hay palabras mágicas que nos transportan a espacios metafísicos, como Abracadabra. Los hechiceros las conocían bien y las utilizaban para volverte inmortal o hundirte en el ostracismo”.

En una buena obra la trama es muy pronto indivisible de los personajes, ya que es un recurso para revelar su carácter. Las acciones y las reacciones de los personajes develan su personalidad. La trama es el mecanismo mediante el cual sabemos quiénes son, en qué cosas creen. Los personajes se desarrollan si el escritor plantea situaciones en las cuales actúan bajo presión. Hay que presentarles un obstáculo para averiguar si lo pueden resolver o no; puede ser en un área cargada de sentido emotivo como un trauma o un complejo o una historia del pasado sin resolver. La trama puede ser mínima, pero siempre tiene que haber acción.

Un personaje limitado sólo es capaz de algunos trucos, pero no es lo suficientemente humano. Uno bien construido se desarrolla a partir de tres niveles de deseo: lo que quiere hacer para el afuera y el resto conoce, lo que lo mueve internamente y no va a confesar, y los deseos inconscientes que el personaje no conoce pero el autor debe poner en juego. Son los pequeños gestos los que le aportan al texto densidad emocional y definen el estilo de escritura, que no es otra cosa que el tono con que el autor presenta la historia a través de los detalles acumulados, y un específico y deliberado uso del lenguaje.

“Provocar emociones en la audiencia: allí empieza la diversión”, se anima Pizzolatto. De eso se trata la literatura: del “efecto expansivo que provoca un corazón roto o una pérdida, pero en modo seguro. Es lo que capta la atención del lector y lo hace profundizar la comprensión de la propia experiencia y, por extensión, de la experiencia humana”. El núcleo emocional de cada personaje abreva en el sustrato de la vida del autor. En su caso, “tanta pena, tanto aislamiento, tanto dolor y abandono. Tanto deseo profundo de conectar… me encontré aterrizando sobre esas emociones, tratando de manejarlas. Por eso nunca traté las emociones de la audiencia de manera superficial: es el alma que se desnuda”. Es la verdad de la experiencia vivida la que se constituye en metáfora, y por lo tanto en tema, de la ficción.

“Siento placer cuando empiezo a trabajar con las emociones. Es el momento en el que me siento más conectado con mi especie. El lector se asomará a mi corazón, y yo me asomaré al suyo. Es el terreno de la conexión íntima, de un tipo…. Si sigo hablando voy a llorar”. Demasiado tarde: los ojos de Nic Pizzolatto están llenos de lágrimas.
Eleonora Jaureguiberry
Socióloga. Gestora Cultural
CC/NB/CC/rp.



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