Historia para chicos y adultos, “Coco el cartonero abanderado de Argentina solidaria”

Por Dr. Carlos E. Ríos

Cuando conocí a Coco, juntaba cartón y se ufanaba de ser promotor ambiental. No confiaba en ninguna persona que trabajara para el Estado.

Según su DNI, Ricardo «Coco» Niz, tenemos la misma edad, aunque él no sabe si es la verdadera. Nació en la calle y ahí lo abandonaron. No se acuerda de sus primeros años, solo cuenta que lo encontró una persona, tramitó su documento, le puso nombre y fecha de nacimiento y lo dejó en una escuela de curas. Apenas creció, se escapó, y aunque siguió viviendo en las calles, aprendió a escribir y a leer cómo y con quien pudo.

Tiene 10 hijos, contando los suyos, los de su segunda mujer y los que tuvieron juntos. Vivían en una casa tomada en la ciudad de Buenos Aires.

Coco quería formalizar una cooperativa de Recicladores Urbanos junto con otros cirujas y cartoneros, alentándolos a pasar “de indigentes a contribuyentes”, latiguillo que repetía sin desmayo, dueño de una oratoria que sorprende a propios y ajenos.

A pura “prepotencia de trabajo y ganas de superación”, como le gusta decir, consiguió el apoyo de los vecinos de su barrio. Le entregaban sus residuos reciclables limpios. También ropa, que repartía a los sin techo mientras les ofrecía comida.

Para cuando empecé a darle una mano, Coco ya había trabajado en dos películas como extra, habían intentado cooptarlo para liderar un sindicato de trabajadores excluidos, o afiliarlo a distintos partidos políticos. Su lema: tu basura es mi tesoro. Su convicción: no claudicar nunca, no dejarse comprar con beneficios ni subsidios, a cambio de votos ni propaganda. En esa convicción reside su fuerza.

Ayudé a Coco a organizar su cooperativa, recorrimos oficinas públicas, cumplimos con interminables trámites, y entre mates y facturas elucubramos soluciones para sortear escollos de toda naturaleza. No sólo tuvimos que lidiar con trabas burocráticas sino con la sospecha y prejuicio de parte de la sociedad.

Nos presentamos en exposiciones de Medio Ambiente, sacamos DNI a los cooperativistas y a sus familias, conseguimos que centros de atención para drogodependientes contuvieran a los que necesitaban ayuda. Todos cargaban con estigmas de vidas muy duras: a algunos ex convictos con condenas cumplidas les resultaba imposible la reinserción laboral.

De a poco, la cooperativa se formalizó, sus socios tomaron cursos de reciclado, de higiene y seguridad, y el boca a boca de los vecinos hizo que se sumaran empresarios que proveyeron grandes volúmenes de material reciclable a El Correcaminos, tal el nombre de la cooperativa.

Una tarde lo acompañé a una escuela para difundir la necesidad de aprovechar y reutilizar; las directoras y maestras se sentaron en los pupitres y Coco en el escritorio, junto a dos compañeros. Antes de empezar, contó que el sueño de toda su vida había sido sentarse en el aula para mirar a sus maestras y ahora se conmovía viéndolas a ellas desde un escritorio al lado del pizarrón.

Ricardo «Coco» Niz, hoy es un ciudadano abanderado de Argentina Solidaria, un premio que otorga la Fundación Noble, su historia dio lugar a investigaciones en varias disciplinas -Sociología y Psicología, entre otras-, lo entrevistan en medios de comunicación y lo convocan desde distintos espacios sociales.

Coco es la voz que ahora pone en evidencia, que protestó antes y que sigue reclamando contra el sistema que toma a los pobres como rehenes y aplaudidores, que los tiene cautivos de dádivas, que les cobra de muchas maneras por un progreso y una dignidad que nunca llegan.
Dr. Carlos E. Ríos
IG/BN/CC/rp.

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