jueves 18 abril 2024

Costa de Marfil: sin la constitución, capitalismo económico con autoritarismo político

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Por Luis Domenianni

No es un fenómeno nuevo. Las artimañas de la política –no la política- lo pusieron en práctica hace ya mucho tiempo. ¿De qué se trata? Pues de modificar o de interpretar la Constitución para adaptarla a las necesidades del político de turno.

Pasa, lamentablemente a menudo, en las tres regiones del mundo cuyas sociedades se niegan a internalizar que la inestabilidad política es sinónimo de atraso, de subdesarrollo, de pérdida de libertad y de pobreza, por citar solo algunos de los males que se abaten sobre quienes poco o nada valorizan la institucionalidad.

Esas tres regiones del mundo son África, la mal llamada América Latina y los países que integraban la Unión Soviética. Una lista siempre susceptible de ser ampliada.

Sobran los ejemplos. En la mal llamada América Latina -¿Los Aimara o los Maya son latinos?- las técnicas de los cambios de constitución a medida llegó incluso al cinismo de no aceptar los resultados plebiscitarios en contra y utilizar una justicia subalterna para alcanzar fallos que autorizan cuanto el voto popular niega.

En África, las mañas o no llegan a tanto, o se llevan puesto, sin decoro cualquier cariz de institucionalidad. Se trata de la eternización de algunos gobernantes demostrativa que las malas costumbres son particularmente difíciles de erradicar.

Así, Teodoro Obiang de Guinea Ecuatorial (habla hispana) ya cumplió 41 años en el cargo; Paul Biya de Camerún, 38 años; Denis Sassou Nguesso de la República del Congo (Brazzaville), 36 años; Yoweri Museveni de Uganda, 34 años; Idriss Déby del Chad, 29 años; Isaias Afwerki de Eritrea, 27 años; Paul Kagame de Ruanda, 26 años; Ismail Omar Guelleh de Yibuti, 21 años; Hage Geingob de Namibia, 20 años.

Quizás con la sola excepción de Paul Kagame de Ruanda, ninguno puede siquiera intentar justificar su eternización en función del desarrollo económico y/o humano.

El presidente Ouattara
La República de Costa de Marfil es y no es una excepción a la ecuación “eternización en el poder=subdesarrollo”.

Su historia, desde la independencia de Francia en 1960, es una historia de paradojas que incluye capitalismo económico con autoritarismo político, complejas sucesiones, guerra civil, violación de derechos humanos, triunfo de la institucionalidad y finalmente… interpretación de la Constitución a medida.

Gobierna Costa de Marfil, el presidente Alassane Ouattara (78 años), quién el 30 de octubre de 2020 ganó la elección presidencial con un resultado favorable de 94 por ciento de los sufragios expresados.

El porcentaje no debe llamar a engaño. No hubo fraude. Hubo sí, en cambio, un llamado al boicot de la elección por parte de la oposición que redujo el porcentaje de participación de los votantes a un 53 por ciento, poco más de la mitad del padrón electoral.

Pocas dudas –en general- caben acerca de las razones de los llamados opositores a la abstención. Suelen ser dos. En primer término, las posibilidades de fraude electoral por parte del oficialismo. En segundo lugar, la casi certeza de la imposibilidad de ganar. Ambas suelen estar presentes, la prevalencia de una o de otra varía según las circunstancias.

En el caso de la Costa de Marfil, la acusación de fraude, como se dijo, de momento, no aparece. Mientras que la oposición no lo señala, la Unión Africana (UA) y la Comunidad de Estados del África Occidental (CEDEAO) reconocen la validez de la elección y la reelección del presidente Ouattara.

La razón del llamado al boicot –bastante más fuerte que la mera abstención- debe buscarse… en la interpretación de la Constitución.

El año 2020 comenzó con una paz política en la otrora convulsionada Costa de Marfil, testigo de una guerra civil en la década anterior. Así, el 05 de marzo de 2020, el presidente Ouattara anunció que no disputaría un tercer mandato presidencial, algo que, por otra parte, la Constitución vigente no autorizaba.

Ocho días después, el 13 de marzo, el partido del gobierno proclamaba como candidato a la presidencia a Amadu Gon Culibaly, por aquel entonces primer ministro del presidente Ouattara.

Cabe señalar que el régimen político de Costa de Marfil es el de un semi presidencialismo reforzado. De allí que las funciones del primer ministro, si bien concretas, abarcan solo algunas materias y siempre ad referéndum de las decisiones presidenciales.

Todo era normal, los candidatos opositores, por su parte, presentaban ante la justicia electoral sus candidaturas y los ciudadanos se empadronaban como ocurre en muchos estados donde el sufragio no es obligatorio.

Pero, el 08 de julio del 2020, el candidato oficialista Gon Culibaly muere, a los 61 años, de una sorpresiva crisis cardíaca.

¿Y entonces? Entonces, comenzaron –como suele ocurrir- los trascendidos. Del tipo de “el presidente Ouattara estudia la posibilidad de volver a presentarse”. Trascendidos “oficiales” que provocaron la renuncia del vicepresidente Daniel Kablan Duncan quien se consideraba como posible reemplazante del candidato fallecido.

Finalmente, ocurre cuanto era previsible: una interpretación constitucional harto conocida en todo el mundo. Aquella que dice que la modificación de la Carta Magna respecto de los períodos de gobierno presidenciales repone el contador en cero. O sea, para atrás nada cuenta.

La Constitución de Costa de Marfil fue modificada en 2016 durante el segundo período del presidente Ouattara. Por tanto, la novísima interpretación del Consejo Constitucional marfileño determina que el actual presidente tiene derecho a presentarse ya no a una nueva reelección sino a dos.

La gran ironía: el Consejo Constitucional utiliza para justificar su sentencia una argumentación del opositor Pascal Affi Nguessan quien, en 2016, denunció que “nada impedía en la nueva Constitución representarse al presidente Ouattara”. Fue así solo que, pequeño detalle, la denuncia de Affi Nguessan fue formulada como crítica, no como justificativo.

Y, colorín colorado, el presidente Ouattara fue reelecto.

“rebelión”
Ni tan colorín, ni tan colorado porque la jugada del presidente Ouattara desembocó en el boicot de la elección y luego en un llamado a la rebelión por parte de dos de los opositores principales, que pretendieron formar un Consejo de Transición y desconocer el resultado electoral. Una especie de presidente Donald Trump, al revés.

Hagamos un poco de historia. Además del presidente, Costa de Marfil cuenta con cuatro “presidenciables” cuyos apellidos aparecen habitualmente en los medios locales y más que el de muchos jefes de Estado y de gobierno en los principales medios internacionales.

Dos ya fueron citados: Henri Konan Bédié y Pascal Affi Nguessan. Dicho sea de paso, los dos que formaron el fallido Consejo de Transición.

Henri Konan Bédié (86 años) fue presidente de la República entre 1993 y 1999. Primero, en su calidad de presidente de la Asamblea Nacional tras la muerte del “padre de la patria” Félix Houphouet-Boigny, luego tras ser electo en 1995 con un 96,44 por ciento de los votos.

Semejante resultado –nótese la similitud con el actual del presidente Ouattara- fue obtenido, en buena parte, en función de la “ivoirité” –ivoire es el sustantivo francés para el marfil-, un requisito legal que él mismo hizo aprobar.

La “ivoirité” consiste en que para acceder a la primera magistratura se debe ser hijo de marfileño y marfileña. ¿Quién no lo es? Pues… Alassane Ouattara, hijo de burkineses, es decir naturales de la República de Burkina Faso.

¿Cómo contestó el hoy presidente aquella “inhabilitación”? Con un boicot electoral… y siguen las coincidencias.

Pascal Affi Nguessan (67 años) nunca llegó a la presidencia, pero sí alcanzó el puesto de primer ministro entre 2000 y 2003.

A ambos, el Consejo Constitucional les aprobó sus respectivas candidaturas en 2020.

No así, la de los otros dos protagonistas de la política marfileña: el ex presidente Laurent Gbagbo (75 años), acusado y declarado inocente por parte de la Corte Penal Internacional (CPI) por violaciones a los derechos humanos, y el ex primer ministro y ex jefe militar rebelde Guillaume Soro (48 años), condenado a 20 años de prisión por corrupción.

No tardaron mucho Konan Bédié y Affi Nguessan en ponerse al frente de quienes protestaban contra la nueva candidatura del presidente Ouattara y hacer un llamado al boicot electoral que incluía impedir el funcionamiento de las oficinas electorales.

Si bien no de manera absoluta, el boicot fracasó. El previo y el posterior. El previo porque votó el 53 por del padrón electoral en un país donde el voto no es obligatorio. El posterior porque la respuesta del gobierno fue dura y la movilización popular nunca alcanzó el grado de tal.

Cercado, impedido de salir de su domicilio, con algunos de sus seguidores, no muchos pero los suficientes, bajo arresto, Konan Bédié arrojó la toalla. El “boicoteador” de ayer pasó a ser el afable interlocutor de hoy. Su reunión con el presidente Ouattara en un hotel de Abidjan, la capital económica del país, finalizó en medio de sonrisas y cumplidos.

Cacao y “eco”
Es casi imposible comprender la herencia colonial africana, en general, y de Costa de Marfil, en particular si no se tiene en cuenta el legado colonial –francés, en este caso- que provocó el cambio de una agricultura tradicional destinada a la alimentación humana a una agricultura llamada de plantación, destinada a la exportación.

En el caso de la Costa de Marfil, el cultivo en plantación corresponde al cacao y al café.

Luego de más de treinta años como tercer productor mundial de café, el cultivo disminuyó sensiblemente. Aunque con recuperaciones momentáneas, en la actualidad, Costa de Marfil ocupa el lugar 16 por detrás de Brasil, Colombia, los países del Cuerno de África –donde comenzó históricamente la producción- y varios países centroamericanos.

Por el contrario, Costa de Marfil es, por lejos, el primer productor mundial de cacao, por delante de su vecino, Ghana, y también el primer exportador.

Las consecuencias de este esquema productivo fueron positivas al comienzo de la independencia cuando, con Félix Houphouet-Boigny y de la mano de una política de libertad económica, el país alcanzó un grado de desarrollo distintivo entre sus vecinos del Golfo de Guinea, muchos de ellos empeñados en un populismo, teñido de marxismo “africanizado”.

Pero el abandono de los cultivos “alimenticios”, la no industrialización local de los de plantación y la no diversificación de la economía, originaron un estancamiento económico.

Estancamiento económico agravado por el crecimiento poblacional elevadísimo que arrojó como resultado pasar de una población estimada en tres millones de habitantes al momento de la independencia a los más de 25 millones actuales.

Como en toda economía fundada sobre la exportación de productos primarios sin elaboración –llámese soja o cacao-, la dependencia de los precios internacionales determina su vulnerabilidad cuando tienden a la baja.

El círculo vicioso entre la economía de exportación de productos primarios y la inestabilidad política correspondiente a los períodos depresivos, casi siempre se completa con la debilidad y el abandono por parte del Estado que suele traducirse en un fuerte aumento de la corrupción, y su consecuencia inherente de desinversión, por no hablar del narcotráfico.

Costa de Marfil no fue la excepción. Basta con observar, como ejemplo, una actividad minera: la extracción de oro. Un cálculo prudente estima en un 50 por ciento la producción de oro que no tributa impuestos. Es decir su extracción queda en manos de organizaciones delictivas con la complicidad de funcionarios públicos.

La biografía oficial del presidente Ouattara resalta, en primer término, su condición de economista y, recién después, su calidad de político. En 1965, alcanzó el grado de bachelor of science y luego un master en economía en la Universidad Drexel y en la Universidad Estatal de Pennsylvania, ambas de Filadelfia, Estados Unidos, respectivamente.

Laboralmente, el joven profesional Ouattara alternó, primero como economista entre el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central de los Estados de África del Oeste, para luego desempeñar funciones jerárquicas en ambas instituciones.

Se trata, pues, de un presidente que conoce la materia y actúa en consecuencia. Desde su llegada al poder, trabaja en pos del objetivo de diversificar la economía y avanzar en la industrialización local de materias primas. El resultado fue un crecimiento “a tasa china” superior al 8 por ciento anual durante el decenio 2011-2019.

Seguramente son esos resultados quienes impulsaron el triunfo electoral sin fraude del presidente Ouattara, más allá de un boicot opositor cuyo volumen no consiguió superar ni el voto positivo, en general, ni el voto oficialista, en particular.

Si las turbulencias internas quedan superadas y hacia allí se orienta la situación tras el encuentro Ouattara-Konan Bédié, una nueva batalla aguarda al presidente: el ECO.

¿Qué es el ECO? Es la futura nueva moneda que debería ser común a los 15 países que conforman la Comunidad Económica del África Occidental (CEDEAO). De ellos, 8 fueron colonias francesas; cuatro fueron colonias británicas; dos portuguesas y uno, Liberia, fue independiente desde su fundación en 1847 por una sociedad antiesclavista norteamericana.

El ECO debería reemplazar al franco CFA que utilizan las ex colonias francesas y la ex portuguesa Guinea-Bisau y a las monedas nacionales de los restantes países.

¿Inconveniente? Los criterios de convergencia: un déficit público menor al 3 por ciento del PBI; una inflación inferior al 10 por ciento anual y una deuda pública que no supere el 70 por ciento del PBI.

Costa de Marfil suele alcanzar dichos criterios, el resto a veces. Por tanto, la llegada del ECO siempre se aplaza. El 20 de setiembre del 2020, el presidente Ouattara, en la reunión de jefes de Estado de la CEDEAO debió reconocer que no entrará en vigencia en 2020, sino “dentro de tres a cinco años”.

El presidente tiene un objetivo a cumplir por delante. Tal vez le otorgue sentido a su nuevo mandato. Pero no lo legitima.
Nota Costa de Marfil
Territorio: 322.463 km2, puesto 68 sobre 247 países y territorios dependientes.
Población: 26.792.000 habitantes, puesto 51.
Densidad: 82 habitantes por km2, puesto 129.
Producto Bruto Interno: 117.030 millones de dólares, puesto 80. Fuente Fondo Monetario Internacional.
Producto Bruto Interno per cápita (PPA): 4.155 dólares, puesto 138.
Índice de Desarrollo Humano: 0,516, puesto 165. Fuente Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Luis Domenianni
IN/BN/rp.




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