sábado 20 abril 2024

Israel. Los nuevos problemas del premier Benjamin Netanyahu

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Por Atilio Molteni – Embajador

En Israel tuvieron lugar tres elecciones generales en menos de dos años, en las cuales el actual Primer Ministro Benjamín Netanyahu buscó atornillarse al poder. La principal oposición a su Partido Likud (de derecha) estuvo representada por el Partido Azul y Blanco, identificado con la centroizquierda. Es presidido por un excomandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el general Benny Gantz, que en los tres casos obtuvo un muy buen resultado por tratarse de una fuerza política de reciente creación.

También caben observar dos acontecimientos de la política israelí: la primera, es la pérdida de identidad del Partido Laborista, una fuerza que, no obstante haber conducido el Gobierno durante gran parte de la historia de Israel, con el antecedente del Partido Avodá, cuyo líder máximo fue Ben Gurión. La segunda, es que los Partidos que representan a los israelíes palestinos (componen el 21% de la población) y son parte de la denominada Lista Conjunta se han consolidado y en la última elección de marzo obtuvieron 15 bancas.

Israel tiene un Gobierno parlamentario y una única Cámara legislativa en la Knesset (Parlamento), que cuenta con 120 miembros. Todo nuevo Poder Ejecutivo para consagrarse como tal debe obtener el respaldo de la mitad más uno de los legisladores, o sea 61 bancas, para funcionar normalmente y poder lograr la sanción de las leyes y otras decisiones significativas para el país.

Sin embargo, debido a las divisiones políticas existentes tradicionalmente ningún Partido llega a tener esta mayoría por sí sólo, por lo cual el más votado es el encargado por el presidente de formar un Gobierno. Es un proceso de coalición con otras fuerzas políticas, que habitualmente obliga a realizar malabarismos y sortear enormes dificultades. Tales acuerdos suelen lograrse mediante entendimientos acerca de las políticas a seguir y el sensible reparto de los cargos ministeriales.

Ahora, estos procesos eleccionarios no consiguieron llevar la discusión al examen de los temas prioritarios que caracterizan a la política israelí. Más bien reflejaron una polarización entre dos corrientes de opinión: una que defendió a Netanyahu por su experiencia y decisión; y otra que lo criticó por preservar la ambición de conducir el país. Estos últimos rechazan su cuestionamiento a las instituciones, así como la existencia de tres investigaciones sobre corrupción que ahora están siendo analizadas en un complejo proceso judicial, imaginando que como primer ministro utilizaría sus apoyos en la Knesset para limitar las consecuencias de la investigación.

A pesar de esta situación, tres factores incidieron en el caudal electoral que mantiene Netanyahu. El primero, la relativa seguridad existente no obstante los peligros que representan Irán, el Hezbolá y Hamas, que fueron contenidos por una acción militar eficaz y por un acercamiento diplomático con países árabes sunitas y hasta con la Federación Rusa de Vladimir Putin, en cuestiones referentes a Siria. El segundo por una economía con signos de expansión, más un progreso en el campo de las nuevas tecnologías, que ahora está condicionadas por la pandemia. El tercero es el apoyo manifiesto del presidente Donald Trump a las estrategias israelíes, más allá de la relación estratégica tradicional, al reconocerle derechos al Estado judío sobre Jerusalén, trasladar su Embajada a esa ciudad, absorber las Alturas del Golán sirias; limitar los apoyos financieros a la Administración Nacional Palestina y aproximarse a la política de Netanyahu de asimilar unilateralmente los asentamientos en la Margen Occidental, en el marco del “Plan para la Prosperidad” presentado en enero pasado, modificando las políticas de los tres presidentes estadounidenses que gobernaron desde 1993 hasta principios de 2017.

Al fracasar tanto los intentos de Netanyahu como de Gantz para formar un Gobierno como resultado de las elecciones del 2 de marzo, (las anteriores se efectuaron en abril y septiembre de 2019), ambos Partidos descartaron una cuarta elección presionados por la parálisis gubernamental existente. Gantz, abandonó entonces su posición ética de cuestionar a Netanyahu por sus problemas judiciales, y negoció con el Likud la integración del Gobierno de unidad. Se concretó el 17 de mayo, con el apoyo de otros legisladores electos de los Partidos religiosos ortodoxos y otros menores, por el cual el Gobierno dispuso de 54 votos, sumados a los 18 de Azul y Blanco y la izquierda. El Acuerdo estableció que Netanyahu va a ser Primer Ministro y Gantz tendrá la función de Primer Ministro alterno y Ministro de Defensa durante los primeros 18 meses. A partir del 21 de noviembre de 2021 rotarán entre si las funciones, por otro período de igual duración.

Esta decisión tuvo costos para Azul y Blanco pues algunos de sus socios políticos consideraron que lo de Gantz fue una capitulación. Los dirigentes Yair Lapid y Moshe Ya’alon, que pasaron a liderar la oposición con su Partido “Hay un Futuro” (de centro, con 16 bancas propias). También está integrada por la Lista Conjunta y otros tres Partidos, que incluyen a figuras como Avigdor Lieberman -de Yisrael Beitenu- y Neftalí Bennett de -Yamina- (ambos de derecha). Ese resultado generó la primera victoria del actual Primer Ministro, ya que sus oponentes se dividieron y él pudo continuar en el poder. El segundo progreso consistió en que Azul y Blanco aceptó que permanezca en su cargo durante el procesamiento judicial que se le sigue por tres casos de fraude, soborno y abuso de derecho en el desempeño de su cargo.

Los observadores políticos imaginaron de inmediato que el cogobierno difícilmente seguiría el diagrama proyectado, debido a la fortaleza y la trayectoria de Netanyahu, que siendo un líder político reconocido, con más tiempo como máxima autoridad y ahora en su quinto mandato, podría crear un escenario donde la coalición pierda impulso y el Primer Ministro y su Partido vuelvan a gozar de todos los resortes del poder. Esta situación es la que existe actualmente, pues hay elementos para suponer que su objetivo principal es librarse de los juicios que enfrenta, que en febrero de 2021 llegan a la etapa de presentación de pruebas.

Conforme a la legislación israelí si la Knesset no llega a la aprobación del presupuesto anual en el curso del mes de diciembre, debe disolverse y llamar a nuevas elecciones. Este objetivo es el que se habría fijado el Primer Ministro para desembarazarse de sus compromisos con el Partido Azul y Blanco, basado en la suposición que vencería en la próxima convocatoria electoral que debe tener lugar en marzo de 2021, con el apoyo de los Partidos Ortodoxos y de algunas otras figuras políticas trascendentes. Esto es lo que ocurrió pues el parlamento comenzó a discutir en sus comisiones su posible disolución ante las observaciones presupuestarias presentadas, entre otros, por los legisladores del Likud.

Pero la semana pasada su plan sufrió un golpe duro cuando uno de los líderes del Partido Likud, Gideon Saar anunció que lo dejaba para formar una nueva agrupación de derecha, en el espíritu del que fuera una figura trascendente de este pensamiento, Menachem Begin. Las encuestas inmediatas informaron que podría llegar a alcanzar ente 15 a 18 bancas, incluso antes de tener un nombre oficial, que se sustraerían a los del Likud. Además, Saar tiene una larga trayectoria que comenzó hace muchos años y tomo notoriedad como Jefe de Gabinete de Ariel Sharon y luego como ministro de Educación, caracterizándose por su apego a las normas del derecho y su capacidad evidente.

Es un nuevo escenario político que puede llevar a Netanyahu a reconciliarse con Azul y Blanco y continuar con la actual fórmula gubernamental. De todas maneras, hasta noviembre de 2021 falta un tiempo, lapso que en Medio Oriente equivale a una eternidad, permitiendo a Netanyahu planear nuevas acciones políticas en su beneficio, en un escenario internacional que se modificará dada la consagración de Joe Biden como presidente electo y sus posibles iniciativas para la región, que incluyen renovar la participación estadounidense en el Plan Nuclear con Irán, país que el Primer Ministro considera su enemigo existencial.
Atilio Molteni – Embajador
IN/BN/CC/rp.


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