El arte de Tana Pujals. «Cebras» la elegancia de las rayas, el espíritu indomable del animal

“Creo que podría retornar y vivir con los animales…ellos no se impacientan, ni se lamentan de su situación… ninguno está descontento…”.
Walt Whitman


Escribir es como dibujar: mirar la hoja blanca y empezar a imaginar qué trazos bailarán con su propio ritmo. Al ver el lápiz negro y el blanco del papel me vinieron a la mente las manadas de cebras que observé cuando hice un safari en el Mfuwe Lodge, en Zambia.

Las primeras que vi estaban todas en fila, contra un pequeño monte de arbustos que contrastaban con el ocre de pasto. ¡Eso ya era un cuadro! Todas levantaron la cabeza al mismo tiempo, sus orejas bien paradas, sus cuerpos inmóviles. Serían unas 15 a 20. Nos quedamos así unos minutos hasta que un barbón insolente dio el grito de alerta y dispararon todas a galope tendido, emitiendo unos bramidos agudos.

Las cebras, en tamaño, se parecen a un caballo criollo. Gracias a nuestro guía aprendí que son animales negros con rayas blancas: el feto es negro y más tarde aparecen las rayas. Esto les permite un mecanismo de camuflaje entre la maleza, y de mimetismo entre los miembros de la manada, cosa de que al depredador le resulte difícil seleccionar un individuo entre la multitud.

Hoy en día, luego de varios estudios, se reveló que en realidad se protegen de los tábanos. Las rayas son un excelente repelente contra ellos y cuanto más estrechas, mejor. Debido a que su piel refleja la luz en patrones polarizados y no polarizados, las rayas camuflan tanto de los tábanos como de los depredadores.

Mientras seguíamos nuestro “walking-safari” las veía a lo lejos. Se dividían en pequeños grupos: a la cabeza el semental, con algunas hembras y potrillos. Siendo sociales, cooperan para cuidar unas de otras. Gran parte del día lo transcurren comiendo. En la época de seca, sus vientres se inflan de gases para facilitar la digestión del pasto seco y duro.

La personalidad atenta y audaz de las cebras ante el peligro les permite sobrevivir a un entorno lleno de depredadores y creo que por eso nunca se consiguió domesticarlas como al caballo. Migran en manada una vez al año siguiendo las lluvias y no se adaptan a permanecer en un solo hábitat.

Mientras descansábamos a la sombra de un mopane, vi como algunas cebras se mezclaban con una manada de antílopes. Blanco, negro, beige y ocre. La naturaleza me enseñaba la combinación de colores perfecta. Cerraba mis ojos con la finalidad de grabar en mi mente ese panorama colorido.

Al llegar a mi casa, con la cámara llena de fotos, empecé a estudiar a cada una de ellas. No soy una artista abstracta, pero no podía dejar de imaginar los cuadros de Víctor Vasarely con su arte geométrico que nos proporciona efectos ópticos de movimiento. Vasarely pintó varios cuadros de cebras, fascinado como yo por sus rayas.

Quería transmitir esa visión de manada monocromática, la elegancia de las rayas, el espíritu indomable del animal. Pero no quería dejar de lado esa mirada atenta de pupilas color tierra con pinceladas de ocre pardo y pestañas grises y largas. Parecen ojos maquillados con una extraña precisión.

Dibujé muchas cebras pero, tal como lo anticipé, a ellas no les gusta un solo hábitat: una por una se fueron lejos de mi tablero.
Tana Pujals.
Artista con pasión por retratar animales.
CC/BN/CC/rp.

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