Año Nuevo chino: por qué es una fecha clave para la bioeconomía

Por Fernando Vilella (*)

El viernes 12 de febrero fue el Año Nuevo Lunar chino, también llamado Festival de la Primavera, o Chunyun, está basado en el calendario chino estructurado sobre las fases lunares. Los meses chinos comienzan con luna nueva y cada una llega aproximadamente cada 29½ días, por eso los meses tienen 29 o 30 días, mientras el ciclo solar es aproximadamente de 365 días y seis horas, redondeados con los bisiestos para compensar cada 4 años. Aunque hubo alguna vez un 30 de febrero o una semana de 5 días en la Unión Soviética, historias que merecen otra columna.

Como nos dice la revista DangDai , si bien el 1 de enero oficialmente comenzó el año en la cultura china, prefieren el “y” al “o”, sumar a excluir, siendo más natural agregar lo nuevo conservando a lo viejo sin tirar a la basura lo que se ha ganado. Y como lo han hechos los antepasados en cientos de generaciones esta es una manera de estar con ellos.

Siendo el equinoccio de primavera el 21 de marzo, la fiesta es el primer día de la segunda luna nueva antes del mismo, curiosamente es invierno y se dice que se “espera la primavera”. Por ello la fecha cambia cada año, pero siempre cae entre el 21 de enero y el 20 de febrero. Como en todas las fiestas de sociedades agrarias, el Año Nuevo Chino se vincula con las actividades y oraciones que piden por el éxito en las cosechas.

Así comienza uno de los momentos de mayor consumo y la mayor migración humana anual en el planeta, el año anterior al Covid se vendieron 3000 millones de pasajes para que cientos de millones de personas viajen miles de kilómetros a través de China o desde el exterior para visitar a sus familiares; para muchos es la única vez en que verán a sus familias durante todo el año, algo que nadie quiere perderse. Equivale a la Navidad o el día de Acción de Gracias para otras culturas. Este año está atravesado por el Covid 19 y muchos de ellos no podrán hacerlo o tendrán tanto restricciones como incentivos para no viajar.

El Año Nuevo Chino ya tiene una historia de más de más de 3500 años, según su mitología este será el año del búfalo de metal. Aunque debemos recordar que en China conviven 56 grupos étnicos y minorías, cada uno con sus propias tradiciones y fiestas. Se celebra desde el día anterior, 11 de febrero hasta la luna llena el 26 de febrero con la fiesta de las Linternas. Es equiparable a la cena de Nochevieja, se llama “cena de reunión” y se cree que es la comida más importante del año disfrutando de la comida y la compañía.

La leyenda dice que un monstruo llamado Nian (o año) solía ir a las aldeas una vez al año para comer ganado y niños, y que la única manera de desterrarlo era con objetos de color rojo y ruidos fuertes, la pirotecnia china no es visual, es sonora. Antes de la fiesta es el momento de la limpieza y la atracción de la buena fortuna, sacar lo que ya no sirve y donar lo que ya no usemos, de limpiar a fondo, reparar y restaurar.

Estas movilizaciones tienen como consecuencia un consumo masivo de productos y alimentos, el colapso de la logística y el cierre generalizado de industrias y oficinas. Potenciando a las plataformas de comercio electrónico que permiten viajar sin regalos encima o acceder a ofertas de productos importados de más de 80 países.

En la cultura china el rojo es el color nacional que representa la buena suerte, la felicidad, la belleza, la vitalidad y el éxito. Siendo entonces el color de la decoración o los sobres con dinero que se dan como regalo. Nunca blanco o negro. La forma esférica simboliza integridad y unión. Rojas y también esféricas son las cerezas que son en los últimos años el objeto de deseo de los chinos para estas fiestas.

Esa es una nueva costumbre ya que para estas fiestas nunca hay cerezas en el hemisferio norte. Para ello Chile con un gran esfuerzo de promoción ha logrado incorporarlas a las mesas. La estrategia de marketing incluye una mascota, reconocidos Tiktokeros chinos, redes sociales y el 24 de diciembre del año pasado, en víspera de Navidad, el edificio más alto de Shanghái, el North Bund W Hotel, se vistió de rojo cereza para promocionar a las cerezas chilenas.

Esta temporada con fruta de muy alta calidad (grandes de 30ml. de volumen en adelante, con forma de corazón, dulces, firmes y crujientes) estaba prevista una exportación récord de 270 mil tn . Desde hace menos de 5 años, en la temporada 2016-2017, se exportaron 84 mil toneladas y en 2019-2020 se cerró con 230 mil toneladas, es decir un crecimiento de 172% en cuatro años con precios firmes. Para Argentina también fue un buen año para las exportaciones de cerezas, aumentó un 33% respecto al año pasado, unas 2700 tn al 24 de enero, pero aún representa solo un uno por ciento de las chilenas.

Sin embargo algo puede fallar y nos obliga a sacar conclusiones que nos permitan no repetir errores en estos tiempos tan diferentes a los conocidos. Lo que complicó todo, el 24 de enero, fue una fake news que indicaba falsamente que se detectó contaminación de Covid en los envases de cerezas chilenas, apareció en la red social Weibo y terminó siendo viral, luego citado por un medio de alcance nacional. Aunque luego fue desmentido oficialmente, un análisis de las redes sociales chinas estableció que la noticia generó más de 2.500 millones de reacciones, cerca de la mitad con carácter negativo.

Frente a ello se activó toda la red de promoción chilena con una campaña adicional que sin embargo no pudo evitar el derrumbe de precios cuando una parte importante de los cargamentos aún no se habían vendido, unas 200 mil tn chilenas y 700 tn argentinas. Las fake news no solo tienen impacto en la política, las comunicaciones, o las relaciones personales, también impactan fuertemente en las comerciales. Tener un solo cliente tan poderoso y concentrado para un producto puede ser peligroso aun haciendo bien las cosas.

Finalmente, productos como nuestras carnes de calidad, aún con pocas exportaciones a China, o los vinos tintos, que tienen los colores de la suerte, presentan oportunidades que requieren empresas y gobiernos dispuestos a estar a la altura del desafío trabajando juntos en beneficio de toda la comunidad.

Fernando Vilella es Ingeniero Agrónomo, Profesor Titular Cátedra de Agronegocios y Director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires
IG/cc.rp.

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