Cuaderno de opiniones: ¿Hay peronismo mendocino o solo fanatismo K?

Por María José Sanz (*)

Mendoza. Nuestro país ha atravesado a lo largo de su historia diferentes ciclos de crisis, como en un cuento de nunca acabar, pero en el pasado reciente se aceleraron y cada vez se presentan más cortas y profundas. Una frase atribuida a Einstein reza “la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”, y en este proceso de crisis recurrente pareciera una constante la presencia de ciertos elementos estructurales en lo económico y en lo político.

Los ciclos de crisis generalmente se inician con la aplicación de parches que esconden las verdaderas soluciones y en fases tempranas muestran su agotamiento, se dispara una dinámica insostenible que dificulta encontrar explicaciones lógicas y menos aún convertirse en una fuente de inspiración para salir de ese laberinto, por arriba, haciendo algo novedoso, lo que determina comportamientos irracionales. Y seguimos caminando en círculos.

Esto impacta profundamente en las provincias y en las posibilidades reales de su desarrollo donde amplios sectores sociales están afectados por la cultura de lo efímero. En consecuencia, esa instantaneidad provocada por la recurrencia de la crisis es un rasgo distintivo de la política en general, y es uno de los principales factores por los que la opinión pública no identifica las causas de la inestabilidad, lo que a su vez nos impide alcanzar consensos sociales profundos y duraderos para poder sostener políticas de Estado y planificaciones de largo plazo.

¿Qué nos queda entonces? La creatividad, imaginar más allá de los límites que nos impone la coyuntura.

Hoy en Mendoza el PJ nuevamente da la nota y le dice que no a la reforma de la Constitución, ayer fueron los créditos del BID para obras fundamentales como el GIRSU para Las Heras o el acueducto de La Paz, lo que en los hechos define su forma de hacer política: oposición por la oposición misma para entorpecer la gestión.

Es necesario señalar que este drama que atravesamos hoy, es producto de ese comportamiento obstinado que se descarga pesadamente sobre el sistema político y lo somete a crisis recurrentes. Por eso necesitamos ver más allá de las conveniencias transitorias y crear y recrear el pacto político de base de nuestra provincia.

Ser oposición es una cosa, practicar el “noísmo” es otra muy diferente. La política en un territorio funciona cuando las principales fuerzas que disputan y ejercen el poder se reconocen mutuamente en los roles que la soberanía popular les asigna: ser mayoría y gobernar, ser minoría y controlar.

La fidelidad de los dirigentes es primero con los principios, necesidades y demandas de la comunidad que representan y luego con los de su partido (de hecho, los partidos se originan en corrientes sociales). Las fuerzas políticas encuentran su razón última en la gente a la que deben representar y no en los dirigentes. Por eso la actitud del PJ es regresiva y ataca a las potencialidades de progreso que Mendoza posee, impide madurar como sociedad y afecta seriamente nuestra cultura cívica.

La reforma de la constitución no es una imposición del gobierno: es el eco del reclamo del pueblo mendocino que nosotros recogemos desde la administración pública y transformamos en acción de gobierno concreta. Estamos expresando una energía cívica que busca expandirse en derecho público y avance social.

Claro que podríamos citar a Anabel Fernández Sagasti cuando en su campaña de gobernadora cuando prometía a destajo hacer la reforma si era gobernadora o acompañarla si era oposición, pero ese no es el punto, en todo caso marca su tesitura moral.

El eje de la discusión es si el peronismo de la provincia se debe a los mendocinos o al Instituto Patria, ¿dónde está la fidelidad del peronismo? ¿Con la gente que lo vota o con el fanatismo ideológico de la Cámpora? ¿Importa más hacerle caso a Cristina o gobernar para los mendocinos?

Cuando este gobierno se equivocó, salió responsablemente a reconocer sus errores y supo corregirlos. Hoy, capitalizando el aprendizaje de más de 100 años de derecho público y constitucional, y contando con el apoyo ciudadano, afirmamos que la reforma no está originada en las necesidades del gobierno sino que obedece a la salud institucional de la provincia.

La reforma es progreso para los mendocinos, ¿saben por qué?, porque está ampliamente demostrado que en todos los sistemas políticos analizados, elevar la calidad institucional mejora la vida cotidiana de la gente. Esa es la responsabilidad que nos exige el momento histórico que atravesamos.

Es cierto que hay otros debates en la cuarentena que son muy apremiantes, pero un gobierno no se trata solo de las fotos instantáneas del momento, sino de una película con dimensiones históricas que exceden cualquier fanatismo del presente.

La reforma se trata del futuro que queremos tener y proyectar, está más allá de la crisis y más acá de muchos problemas que hoy tenemos.

Justamente lo que las crisis extendidas destruyen es la certidumbre que toda sociedad necesita para desarrollarse; por eso la reforma, con proyección de futuro, nos acerca más hacia la salida, es una forma de imaginarnos y construirnos atravesando este momento difícil que nos toca y yendo hacia esa Mendoza en la que todos podemos ser mejores, y un poco más felices.
(*)Dip. Pcial. María José Sanz
PR/cc.rp

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