sábado 20 abril 2024

EE.UU. Biden frente al permanente desafío de la situación en Oriente Medio

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Por Atilio Molteni-Embajador

Una de las organizaciones públicas de gran prestigio en Washington es la “Brookings Institution”, creada hace más de 100 años durante los cuales ha analizado e investigado temas relativos a la sociedad de los Estados Unidos y a problemas a nivel global. La semana pasada realizó una encuesta en la cual participaron más de 500 expertos en Oriente Medio que integran diversas universidades del país, en la que se les preguntó su opinión sobre la región tal cual es hoy y como podría llegar a ser dentro de diez años, con el objeto de sugerir los posibles pasos a seguir por la nueva Administración estadounidense.

Los temas elegidos estuvieron referidos a Israel y los palestinos, la situación actual de la Primavera Árabe y cuáles serían las consecuencias del regreso de Washington al Acuerdo Nuclear con Irán (PAIC).

Con respecto al proceso de paz entre Israel y los palestinos, para una mayoría de los consultados les pareció remota la posibilidad de regresar a la fórmula de dos Estados, objetivo buscado por las negociaciones que tuvieron lugar entre las partes, con la colaboración de Estados Unidos, que durante años trataron de resolver problemas vinculados entre sí, tales como las fronteras, los asentamientos, la seguridad, Jerusalén y refugiados.

En cambio, la política del expresidente Trump estuvo dirigida a priorizar los puntos de vista israelíes. Por su parte, el actual secretario de Estado Blinken ya dio algunas señales de la posición negativa del Gobierno de Biden hacia su propuesta (de enero de 2020) de “Un Plan de Paz para la Prosperidad” y su apoyo a los asentamientos israelíes, pues destacó que, si bien el estatus reconocido a Jerusalén como capital de Israel no se va a alterar, la única manera de asegurar su futuro como Estado democrático y judío sería otorgar a los palestinos la titularidad del Estado al que tienen derecho, conforme a la fórmula aceptada por la comunidad internacional de “dos Estados conviviendo en paz y seguridad”. El mismo reconoció que era justo pero irreal imaginar que dicha tesis podría ser una opción inmediata.

Este esquema de acción exigiría crear condiciones para una nueva negociación entre las partes, para consolidar la existencia de un Estado palestino soberano, basado en las líneas de cese del fuego de 1967, con intercambios de territorio con Israel, Jerusalén como capital de los dos Estados (en áreas respectivas que se deberán negociar) y un arreglo equitativo de la cuestión de los refugiados palestinos. Esos criterios ya fueron desarrollados en el pasado, inclusive en diciembre de 2016, por el entonces secretario de Estado John Kerry, quien alegó la existencia de un consenso internacional sobre el tema.

Sobre esta cuestión el 59% de los encuestados describieron la situación actual como la de un sólo Estado en donde los palestinos se encuentran en un estatus parecido al “apartheid”, mientras otros 30% afirmaron que existe una ocupación casi permanente de los territorios que eventualmente formarían parte de Palestina. Esta opinión mayoritaria parece estar muy lejos del convencimiento generalizado de que Israel es una verdadera democracia y un defensor a ultranza de los derechos humanos. Una consecuencia directa de la imposibilidad de superar este estado de cosas podría dar lugar a que muchos palestinos abandonen la lucha por su propio Estado y estén en favor de buscar otro de carácter binacional, en el cual defenderían el mayor reconocimiento de sus derechos civiles.

Con relación a la denominada Primavera Árabe, cabe recordar que consistió en una lucha de sus pueblos para transformar el Oriente Medio, con la esperanza de su renovación. Comenzó hace diez años, con consecuencias directas en Túnez, Siria, Libia, Egipto y Yemen, pero también con efectos en otros Estados árabes. Al analizar sus resultados, los expertos tienen también distintas opiniones: para el 54 % tuvo un impacto significativo, sin transformar la región, en cambio, el 29 % le reconoce este resultado, mientras el 17 % restante la considera un acontecimiento temporario sin efectos a largo plazo. Sin embargo, una mayoría de las respuestas consideran que el movimiento continúa vigente.

Si tomamos el caso de Egipto, allí la Primavera Árabe comenzó el 25 de enero de 2011, y el país pareció próximo a una transformación radical debido a manifestaciones populares incontenibles, que no fueron el resultado de acciones de los partidos políticos ni de líderes reconocidos, ni estuvieron inspiradas por la religión o el islam, ni tuvieron como objetivo atacar a las políticas de Estados Unidos o Israel, sino tuvieron el objetivo de lograr “paz, libertad y dignidad” para la población.

Dieciocho días más tarde Hosni Mubarak debió dejar el poder que ejerció durante años, pero el propósito de transformar el régimen político fracasó, y hoy en día rige en el país un Gobierno autocrático que está en el poder desde 2013, después de que cayera el régimen islamista de los Hermanos Musulmanes, presidido por Mohamed Morsi que, por su parte, perdió la oportunidad de lograr avances por no buscar acuerdos con otras fuerzas políticas de distintas tendencias que le permitieran contener a los militares.

Quizás la mejor interpretación de lo sucedido y del futuro del proceso de la Primavera Árabe, se puede lograr utilizando una visión de largo plazo, que posiblemente nos puede llevar a concluir que constituye una lucha generacional que se opone a un orden regional existente, que se caracteriza por la corrupción, el mal Gobierno y el fracaso económico, y al convencimiento que sus ideas centrales seguirán teniendo relevancia.

Uno de los temas prioritarios del nuevo jefe de la Casa Blanca reside en modificar la política de Trump hacia el Acuerdo Nuclear de 2015 con Irán (PAIC), quien consideró que la adhesión de Obama supuso una capitulación ante Teherán y se retiró del mismo en 2018.

Sobre el particular, Blinken opina que la movida del Gobierno anterior no consiguió progreso alguno y aisló a Estados Unidos tanto de sus socios como sus aliados ad hoc (Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania). La “hoja de ruta” estadounidense consistiría en volver a participar en el PAIC original y negociar otro plan de mayor alcance que condicione a las futuras acciones geopolíticas del Gobierno iraní a través de la diplomacia multilateral.

Sobre este tema, el 75% de los encuestados opina que el actual Acuerdo hace poco probable que Irán pueda obtener un arma nuclear dentro de la próxima década, mientras el 21 % considera que no tendría consecuencias, Sólo el 2 % es contrario a esta decisión. La mayoría se opone a la continuación de la política de máxima presión de Trump basada en sanciones, o una eventual acción militar.

Para alcanzar tales objetivos, Washington tendrá que superar la animosidad y desconfianza que reinan entre ambos países desde la Revolución Islámica de 1979, el debilitamiento de la corriente pragmática encabezada por el presidente Hasan Rouhani (las elecciones destinadas a reemplazarlo se harán el 18 de junio), el enfrentamiento entre chiitas y sunitas, que incluyen a Estados que mantienen estrechas relaciones con Washington y que, junto a Israel, tienen profundas dudas sobre la renegociación del PAIC. Hasta ahora Teherán rechaza la apertura estadounidense y pretende el levantamiento previo de las sanciones existentes, mientras han puesto obstáculos a las inspecciones por el OIEA de sus sitios nucleares declarados.

En última instancia, el objetivo sería alcanzar la distensión regional no sólo a través de lograr modificar las conductas de Irán, sino también en desarrollar una nueva estructura de seguridad, que no esté basada en la confrontación permanente de las potencias regionales.
Atilio Molteni – Embajador
INT/BN/cc.rp.

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