viernes 19 abril 2024

Hidrocarburos. Una década perdida más un gobierno equivocado y confundido

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Ing. Jorge Lapeña (*)

El 5 de marzo el Departamento Técnico del IAE Mosconi dirigido por Julián Rojo publicó el ANUARIO DE HIDROCARBUROS 2020. Se trata de un trabajo que reúne información pública elaborada por organismos oficiales tanto nacionales como provinciales que refleja la performance productiva del año 2020 contextualizada en la década precedente, en este caso 2010-2020.

Se trata de un trabajo de gran utilidad para los analistas – que a diferencia de la información mensual de los Informes de Tendencias Energéticas que produce el Instituto- permite observar las tendencias de largo plazo, que son estructurales. Si los Informes y Tendencias son “la foto”, los Anuarios decenales son “la película”. Esta característica única es la que justifica la amplísima difusión de este material por los medios de comunicación en un amplio espectro que va desde los diarios de mayor tirada nacional, los diarios provinciales y las redes sociales. El anuario es de difusión gratuita y puede ser consultado en (iae.org.ar).

Es importante que la opinión pública, y también el periodismo independiente, tome conocimiento objetivo de estas tendencias y las pueda comparar con otras informaciones de procedencia diversa (propaganda empresaria, propaganda gubernamental; propaganda electoral, información corporativa interesada, etc.) que pueden estar distorsionando – a sabiendas o no- la percepción objetiva de una ciudadanía que debe estar bien informada. La evolución de la producción de petróleo y gas de la década, a diferencia del discurso oficial y dominante, revela una crónica deriva decadente en la mayoría de los indicadores productivos.

La producción de hidrocarburos de Argentina está en una profunda decadencia de larga data; y estamos mucho peor que en el pasado. La producción de petróleo crudo de 2020 es un 18,3 % menor que la de 2010; y ¡Hemos perdido una década! Pero más impactante aún es que la producción de crudo del país es similar a la de los inicios de la década del 80. Pocos argentinos y analistas han tomado hasta ahora conciencia de que la declinación crónica se inicia en 1998, año en el cual Argentina alcanzó su máximo de producción histórica y que en 2020 la producción total es apenas el 56 % de la de aquel año. Ignorar y esconder en el relato oficial una tendencia negativa que ya dura un cuarto de siglo revela un pacto tácito para no decir la verdad. Sin ir más lejos: el Presidente de la Nación en su discurso político más importante que es el que pronuncia el 1 de marzo en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso fue liviano en este tema y mostró ignorancia y falta de asesoramiento de su equipo energético eludiendo el foco del problema.

Si analizamos la performance de la última década puede observarse que en los 10 años hubo 7 años donde la producción petrolera cayó respecto al año anterior; un año donde se mantuvo estable; y sólo dos años de un moderado crecimiento. La producción de gas natural en el año 2020 tuvo una disminución respecto de la del año anterior del 8,6 %, y también es inferior a la de 2010.

En este punto conviene tener presente que los yacimientos convencionales tanto de petróleo como de gas natural que representan el 75 % y el 57 % de la producción total de hidrocarburos de Argentina declinan con tasas anuales del 4,8 % y el 5,7% respectivamente; lo que pone claramente en evidencia no solo una década perdida desde el punto de vista productivo en toda la geografía nacional sino el hecho que los gobiernos de la década no hayan podido ni articular una explicación, ni una política propia , ni mucho menos una política coordinada y concertada con la oposición para resolver el problema.

En este contexto deberíamos poner en perspectiva que el crecimiento de la explotación de yacimientos no convencionales está en gran medida basado en subsidios exorbitantes que fluyen desde el Tesoro Nacional y del bolsillo de los consumidores hacia las productoras con el acuerdo y la complacencia de los gobiernos (nacional y provinciales).

Resumiendo, va quedando en claro que: 1) el Gas natural No convencional no es viable sin fuertes subsidios estatales; 2) es falso como han afirmado varios gobiernos argentinos que el gas no convencional pueda ser exportado al mundo. No es posible porque no compite por sus altos costos; y además tampoco existe la infraestructura de transporte, liquefacción y puertos para su exportación; 3) La variante “Tigh Gas” no es competitiva; 4) el gas no convencional no ha logrado todavía a pesar de los fuertes subsidios compensar la caída del gas convencional.

Por su parte el Petróleo No convencional, tampoco ha logrado compensar la caída de la producción convencional de la década 2010-2020.

Un punto que merece ser comentado es la importancia de los subsidios energéticos tanto como parte del funcionamiento sectorial -sin los cuales el sector iría a la cesación de pagos y probablemente en algunos casos a la quiebra-¸ como así también como causante de los grandes desequilibrios macroeconómicos que Argentina hoy exhibe.

El Anuario afirma que la tendencia histórica de los subsidios energéticos en términos anuales muestra un pico de subsidios en el año 2014 con un total de USD 19,876 millones. Y que en lo últimos diez años los subsidios acumularon USD 129,561 millones, un monto que más que duplica el préstamo otorgado por el FMI en el año 2018. Esto último no solo revela la decadencia sectorial que debe ser asumida sino también su insostenibilidad, lo que indica que la solución del problema técnico de la producción decadente crónica no puede ignorar la resolución prioritaria de este problema económico.

Finalmente quisiera poner de resalto otro gran problema poco comentado, pero a mi juicio muy importante. Argentina en la actualidad es un país cuyo costo de producción de gas y petróleo es alto en relación a los precios del mercado internacional. Esto genera dos problemas en el presente. El primero que precios altos en dólares en el contexto de alta inflación y alta pobreza son intolerables para la sociedad. El segundo problema es que costos de producción altos no permiten la exportación de excedentes y la consecuente mejora del balance de divisas del país que es la quimera perseguida por los gobiernos argentinos de esta década. Este fenómeno está muy poco explicado tanto por el Gobierno como por la “comunidad petrolera organizada”.

Lo cierto es que Argentina fue un país energéticamente exitoso con costos de producción de hidrocarburos bajos en el contexto internacional. Los costos de producción bajos estuvieron basados en la explotación de yacimientos nuevos para su época . Este pasaje de Argentina desde una situación de costos competitivos a costos no competitivos se produjo en el Siglo 21 y era desconocido en el Siglo 20.

La causa de este giro de 180° que perjudicó enormemente a la economía energética argentina radica en el abandono de la exploración de riesgo como llave maestra para el desarrollo de los hidrocarburos. Este es un fenómeno nuevo que se inicia a partir de la privatización/desnacionalización de YPF en los 90.

Ningún gobierno argentino pudo encarar -y mucho menos resolver- este gravísimo problema que se ha ido agravando con el tiempo en la medida en que disminuían los inventarios de reservas comprobadas; y aumentaban los costos de producción. Solo cabe apuntar en esta introducción algunos datos para transparentar esa dejadez que nos llevó y nos mantiene en la actual frustración energética.

La Argentina ha dejado de explorar. El ANUARIO consigna que en 2020 se han realizado solo 9 pozos exploratorios en Argentina según datos oficiales de la Secretaria de Energía. Este es el valor más bajo registrado en la historia. Es lógico entonces que Argentina no descubra nuevos yacimientos. En el año anterior 2019 realizó sólo 34 pozos exploratorios, esto es apenas un tercio de lo que realizaba solo YPF en los años 80.

Visto desde otro ángulo el ANUARIO aporta extraordinaria información: las Reservas comprobadas en la Cuenca Noroeste bajaron 58 % en los últimos 10 años; en la Cuenca Cuyana 75 %; en la Cuenca del Golfo de San Jorge 8% y en la Cuenca Austral el 25% con la sola excepción del crecimiento en los últimos 2 años en la cuenca neuquina. Este panorama se repite con parecidas cifras en lo relativo a las reservas de gas natural.

La cifras expuestas -debidamente analizadas e interrelacionadas- permiten afirmar la existencia de la decadencia del sector de hidrocarburos. Corregir estas distorsiones requiere tiempo y un cambio de política. Por ahora veo al Gobierno confundido e impreciso en su discurso y sin todavía comprender el fondo del problema que debe resolver.

(*) Ing. Jorge Lapeña, Buenos Aires; 8 de marzo 2021
Presidente del IAE Mosconi
P/BN/CC/rp.

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