El arte de Tana Pujals. Pugs de Alta Costura: los perritos de Valentino

Pugs: multum in parvo, o sea, mucho en poco.

Esta vez mi nota tendrá un poco de cholula, palabra que surgió en la Argentina en los años 50 en la revista Canal TV, cuyo director, Mariano de la Torre, incorporó una historieta que ya se publicaba, sin demasiada trascendencia, en una revista deportiva. De la Torre había adaptado el título a su nuevo producto –dedicado exclusivamente a comentar programas televisivos– y lo llamó Cholula, loca por los astros.

Cholula era el nombre de una joven atraída por las figuras de la televisión que no dudaba en esperar horas a sus admirados dondequiera que se encontraran, con el objetivo de pedirles un autógrafo o conversar un rato para saber acerca de sus vidas. Con el tiempo, el nombre de Cholula se convirtió en un adjetivo que describe… pues eso: lo que todos sabemos que es un cholulo.

Cuando retratas animales –en este caso, mascotas– consigues clientes muy diversos. De vez en cuando aparece la solicitud de algún famoso, de ésos con los que jamás habrías imaginado cruzar ni una palabra, ni mucho menos que un dibujo tuyo engalanara las paredes de su hogar.

Cuando recibo esta clase de pedidos siempre consulto con el cliente en cuestión sobre la posibilidad de mencionarlos o citarlos en mi CV. Hasta el momento solo uno me pidió que nunca lo nombrara por escrito, cosa que, por supuesto, respeto hasta el día de hoy.

En el año 2001, de visita en Río de Janeiro para encontrarme con mi familia y con amigos que allí residen, una amiga me invitó almorzar en su precioso dúplex frente a la playa de Copacabana. Era uno de esos días cariocas luminosos y límpidos.

Disfrutábamos de nuestra caipirinha con música de bossa nova como fondo cuando sonó el teléfono y, tras contestar la llamada, pude oír que mi amiga hablaba en italiano. Luego de un rato de una charla que incluyó varias veces la palabra carlino, mi amiga me pasó el auricular: “Giancarlo, la pareja de Valentino, quiere hablar contigo”.

Sin exagerar, confieso que por los nervios volqué un poco del trago en mi pantalón. Me puse al teléfono pero, aunque hablo italiano por haber vivido 6 años en ese país, al principio las palabras parecían no querer salir de mi boca. ¡No sé si Giancarlo se dio cuenta o no! Si lo hizo, no dejó que yo lo notara.

Me pareció un hombre muy simpático –y, sobre todo, muy italiano– que había visto los dibujos de la perrita shizu y de los caballos de mi amiga y estaba encantado con las expresiones que yo había conseguido darles a cada uno de ellos, de modo que quería encargarme, para regalarle a Valentino, un retrato de las caritas de sus seis pugs. El cuadro debía medir 50 x 100 y tenía pensado colgarlo en su barco, el Blue One.

Habremos charlado unos 20 minutos y durante los siguientes tres meses nos comunicamos por mail (el whatsapp aún no existía) y por teléfono. Los retratados constituían una familia de pugs: Maude, la matriarca, un macho y cuatro hijas de las cuales solo recuerdo el nombre de Molly, pero sí tengo presente que todos los nombres comenzaban con M. Giancarlo no quería que el cuadro llevara los nombres de sus protagonistas porque prefería reconocerlos por la expresión de cada uno.

No todas las fotos que me había mandado eran buenas. Ése es uno de los grandes problemas que se me presentan cuando pido a mis clientes que saquen fotos a sus mascotas: generalmente las sacan desde arriba o con demasiada luz o en alguna pose extravagante que en una foto te hace morir de risa pero que en un dibujo se ve pésima.

Fue uno de los dibujos que más demoré en terminar, pues tenía que armar una composición horizontal de cabezas, cada una de las cuales debía ser individualizada y, sobre todo, tenía que adaptarme a fotos que en su mayoría eran de calidad dudosa. Por suerte, Giancarlo había agregado a su envío un pequeño resumen de la personalidad de cada una de las mascotas y eso ayudó bastante.

Mi dibujo llegó a Roma y al poco tiempo recibí una carta de Valentino acompañada de una foto suya sosteniendo su cuadro. En el texto me autorizaba a utilizar esa foto, si yo así lo deseaba, para publicitar mis obras. La última charla telefónica con Giancarlo fue para agradecerme el dibujo que, según me contó entusiasmado, les había encantado a los dos.

No me fue posible conocerlos personalmente porque cuando posteriormente ambos visitaron Río, tuve la mala suerte de que nos cruzáramos con una diferencia de un mes.

No volví a hablar con Giancarlo ni a mantener correspondencia con Valentino pero hasta hoy les estoy agradecida porque me permitieron incluirlos en mi lista de clientes. Pero, sobre todo, lo que más admiré de ellos fue la sencillez: aun siendo figuras superfamosas, cada una de nuestras conversaciones fue una simple charla entre personas comunes que disfrutaban de una pasión compartida: los perros.
Tana Pujals.
Artista con pasión por retratar animales.
CC/BN/CC/rp.

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