Lejos de las internas del Frente de Todos y la incertidumbre que pesa sobre su futuro, los ministros de Economía y Desarrollo Productivo, Martín Guzmán y Matías Kulfas tienen la certeza de que son los responsables políticos de los dos principales problemas que deberá atender el gobierno nacional a partir del lunes: dólar e inflación, frente a un electorado que definirá en que Argentina quiere vivir.
Que pasará en los comicios del próximo domingo 14 ha pasado a segundo plano. Las preguntas que laten, tanto en el oficialismo como en la oposición son: ¿Qué pasará el lunes? ¿Habrá nuevos cambios en el staff presidencial? Todos los niegan, pero miran de reojo a una persona, la vicepresidenta Cristina Kirchner. Su reacción el día después marcará el presente, pero sobre todo el futuro de la coalición de gobierno.
El presidente Alberto Fernández cree que el costo de la derrota ya fue absorbido y no tiene pensadas nuevas modificaciones masivas, según fuentes de su entorno. El terremoto electoral de las PASO había generado un fuerte recambio en el gabinete –empujado por Cristina Kirchner y La Cámpora– y el desembarco de Juan Manzur en la Jefatura de Gabinete.
Pero nadie se anima a evaluar cuál será el costo político de una nueva derrota, en especial si es aún mayor a la de las PASO, ya que hoy, las únicas modificaciones sobre las que el Presidente podría apalancarse para hacer un relanzamiento de la gestión son justamente Guzmán y Kulfas, corazón y cabeza del equipo económico, severamente cuestionados por la vicepresidenta Cristina Kirchner y todo los abonados al Instituto Patria.
El titular del Palacio de Hacienda se encuentra en plena negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que dificulta su salida pese a las críticas cada vez más repetidas que emergen desde del camporismo, y que hasta ahora no ha podido mostrar ningún avance en esas negociaciones. Kulfas, en tanto, un albertista puro, ya sufrió la intervención de su área con el ingreso de Roberto Feletti como secretario de Comercio Interior. Además del fracaso de la política de control de precios, en realidad impulsado por un secretario que tiene aspiraciones ministeriales, a Kulfas también le cuestionan la subejecución de su presupuesto.
“El cambio de gabinete ya se hizo, ya pasó”, aseguró uno de los funcionarios más influyentes sobre las decisiones del Presidente. El objetivo ahora, según adelantó, es lograr el relanzamiento de la gestión. “Tenemos que plantear nuevos objetivos”, agregó el funcionario. Pero nadie sabe qué objetivos podrían despertar esperanza o más todavía credibilidad en un jefe de Estado con una gestión degastada por los sucesivos desaciertos.
Pero todo dependerá del resultado final de la elección. Los escenarios varían en función del número. La derrota es inevitable, pero el tema es cómo pierde el gobierno nacional. Si el oficialismo recorta la distancia a Juntos por el Cambio, la estrategia se centrará en el discurso de que se tomó nota de los problemas y los cambios fueron en ese sentido, y em consecuencia se deberá superar el relato para mostrar hechos, sino el aliento que eventualmente pudiera recibir durará poco, y las consecuencias, hoy, serían imposibles de prever.
El interrogante se agiganta ante la posibilidad de que el Frente de Todos pierda por una diferencia mayor a la que se dio en las primarias, que fue de 9 puntos a nivel nacional y cuatro en la provincia de Buenos Aires. Ahí estuvo dirigido el discurso que el Presidente realizó ayer en Merlo. “Lo primero, y no tenemos que olvidarnos, es mantenernos unidos”, fueron las cuidadosas palabras que eligió el Presidente, un mensaje dirigido hacia el interior del Frente de Todos, en el cual pocos le asignan la autoridad suficiente para colocarse en la posición de líder, en medio de la grave crisis que enfrenta el país.
P/ag.la.na.vfn/gr.rp.