viernes 19 abril 2024

CELAC: ¿un triunfo kirchnerista y una derrota nacional?

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Mariano Caucino
Dr. Mariano Caucino (*)

Tal vez creyendo que se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo, la diplomacia Fernández-Kirchner parece por estas horas entregada a dos esfuerzos simultáneos y contradictorios. Esta semana se celebrará en Buenos Aires la cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y Caribe (CELAC) donde el Gobierno intentará imponer a Alberto Fernández al frente de un mecanismo regional creado a los efectos de excluir del sistema de integración hemisférica a los Estados Unidos y a Canadá. Al mismo tiempo, las autoridades argentinas buscan destrabar lo que consideran una injustificada negativa norteamericana para acompañar al país en su negociación con el Fondo Monetario Internacional.

La doble aspiración hace suponer que quienes dirigen el destino del país estiman que están en condiciones políticas y materiales de alterar reglas básicas del funcionamiento de las relaciones internacionales en el actual contexto histórico. De pronto imaginando contar con un margen de acción suficiente para desafiar el principio de no contradicción.

Resulta desconcertante pensar que se puede simultáneamente rendir pleitesía a los representantes de los regímenes dictatoriales de Venezuela, Cuba y Nicaragua -todos ellos cuestionados por los EEUU- y al mismo tiempo pretender que Washington endose los reclamos argentinos en los organismos internacionales de crédito.

La necesidad de congraciarse con Managua demandó a la Argentina una serie de concesiones para evitar un veto nicaragüense que quebraría el requisito de consenso y unanimidad de la CELAC. Con ese objeto, Buenos Aires restituyó al embajador argentino en Managua y volvió a escudarse en la abstención a la hora de condenar en la OEA las graves violaciones a las libertades y los Derechos Humanos por parte de la dictadura sandinista, marcando un abismo entre la Argentina y los países democráticos americanos.

El esfuerzo diplomático en procura de la CELAC no solamente predispone negativamente las relaciones con la Casa Blanca, también complica el vínculo con Brasil, país que decidió retirarse de la CELAC el 16 de enero de 2020 al considerar que el bloque no había conseguido resultados en la defensa de la democracia en la región y que por el contrario ofrecía un escenario para los tiranos de La Habana, Caracas y Managua.

Pero, ¿qué clase de foro es la CELAC? Agrupando a treinta y tres países de la región, el mecanismo nacido como legado político de Grupo de Río encontraría impulso en 2010, respondiendo al intento de reunir a los países del sistema interamericano naturalmente miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) sin la molesta presencia de Washington. Es decir, una OEA sin los EEUU ni Canadá.

Concebida por Hugo Chávez Frías, la CELAC nunca lograría escapar del cariz impreso desde entonces. Para ser vista como un instrumento del castro-chavismo en el que bajo la máscara de una pretendida vocación latinoamericanista, en rigor se buscó dar carta democrática a regímenes dictatoriales.

En tanto, desde diciembre de 2019, el oficialismo argentino parece obsesionado con la OEA y su secretario general Luis Almagro. En especial a partir de la condena que el organismo ha realizado ante las violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos en países como Nicaragua y Venezuela. Cuestionamientos que no contaron con el acompañamiento de Buenos Aires, al extremo que el embajador argentino ante la OEA se erigió en una suerte de abogado de las dictaduras de Nicolás Maduro y el matrimonio Ortega-Murillo.

Pero aun así el Gobierno insiste en su extravagante pretensión de atacar a los EEUU y los países democráticos de las Américas y paralelamente rogar su asistencia. En un ejercicio de una «diplomacia a la bartola», en palabras del embajador Juan Pablo Lohlé.

Los hechos de alguna manera replican otro triste episodio de la historia reciente. El que tuvo lugar en noviembre de 2005 cuando el gobierno de Néstor Kirchner invitó al presidente George W. Bush para participar de la Cumbre de las Américas en Mar del Plata para terminar rechazando su propuesta de integración hemisférica. Cometiendo un error gigantesco, consistente en haber desaprovechado la posibilidad de que las naciones latinoamericanas negociaran en bloque frente a los EEUU. Para dar paso a que muchas terminaran acordando una a una. Con las inevitables debilidades derivadas de la asimetría. Repitiendo una vez más un persistente vicio de nuestra historia. Desplegando el nacionalismo de medios que posterga el genuino nacionalismo de fines. Para entregarnos a una colorida contra-cumbre montada para insultar y agredir al que finalmente era el hombre más poderoso de la Tierra. Dándonos el lujo de gritar: «ALCA-ALCA-AL-CARAJO!» en medio de una algarabía adolescente. Desconociendo la destrucción de la reputación de la Argentina.

Pero lo peor de los errores es no aprender las lecciones que de ellos se desprenden. Una materia en la que esta cuarta administración kirchnerista parece batir récords. La simultánea pretensión de querer ser auxiliado por Washington mientras se ataca sus políticas y se promueve una agenda tercermundista encuentran a la Argentina hoy mucho peor que entonces.

Este panorama no estaría completo si no se tiene en cuenta que los hechos tienen lugar en el marco de una creciente competencia estratégica entre las dos principales potencias del mundo actual, los EEUU y China. Una rivalidad que podría desembocar en nuestra región en el temido escenario en el que Argentina y Brasil continúen en caminos divergentes alineándose en posturas contradictorias respecto de esa realidad global.

El esfuerzo por alcanzar la CELAC implicó gastar tiempo y recursos en una política que solamente traerá atraso y marginación, complicándonos en una agenda trasnochada diseñada para satisfacer veleidades nostálgicas del Grupo de Puebla. Dando aval y respaldo a los peores dictadores de las Américas.

De lograr su objetivo el Gobierno podrá celebrar un triunfo retórico. Pero contrario al interés nacional, irritante para con quienes debemos encontrar puntos de cooperación y que nos conducirá a otra auto-derrota nacional.

(*) Analista internacional, ex embajador en Costa Rica e Israel.

P/ag.vfn/gr.rp.

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