martes 8 octubre 2024

Maduro, Irán y los juegos peligrosos del gobierno de Alberto Fernández

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El presidente argentino defendió a Cuba, Venezuela y Nicaragua en la Cumbre de las Américas. ¿Qué clase de beneficio puede creer que le traerán a la Argentina esos vínculos con los gobiernos más cuestionados de este mundo?

Por Dr. Mariano Caucino (*)

Las felicitaciones formuladas por Nicolás Maduro a su par argentino, Alberto Fernández, con motivo de la asunción de su defensa durante la IX Cumbre de las Américas confirman el juego peligroso que en la escena internacional parece estar inmerso el gobierno de Fernández-Kirchner.

Porque además de revelar hasta qué punto el gobierno argentino se ha erigido en una plataforma de defensa y protección de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, las declaraciones del dictador venezolano no tuvieron lugar en cualquier lugar. Las mismas fueron formuladas durante una visita oficial a Irán, donde fue recibido por los jerarcas del régimen de los Ayatolas que controla el país desde 1979.

Teherán no es un actor más en el orden global. Heredero de una cultura milenaria, Irán es una sociedad sofisticada y su dirigencia se ve a sí misma como recipiendaria de un destino de liderazgo en la siempre crucial región de Medio Oriente. Pero -para desgracia de su población y del mundo- desde la Revolución Islámica que derrocó a la monarquía pro-occidental del Shah Mohammed Reza Pahlevi, Irán es controlado por una teocracia fundamentalista que promueve una política anti-occidental al extremo de propugnar la destrucción del Estado de Israel.

A su vez, en su promoción del terrorismo internacional, el régimen islamista iraní es el principal sospechoso del atentado terrorista ocurrido a la sede de la AMIA en la Argentina el 18 de julio de 1994. Un hecho atroz en el que murieron 85 personas inocentes.

Maduro expresó su apoyo al presidente Alberto Fernández por su discurso en la cumbre de Los Angeles en el que el mandatario argentino cuestionó la exclusión de Venezuela, Cuba y Nicaragua del foro regional. En declaraciones ante el canal iraní HispanTV -naturalmente controlado por el gobierno persa- el tirano caribeño aseguró que “Alberto Fernández ha hecho un discurso firme, claro, valiente y puso todo en su lugar” y exclamó que el argentino “le puso la guinda a la torta”.

No es este el primer hecho que complica al gobierno argentino con el régimen iraní. En enero de 2013, durante el tramo final de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, se firmó el oprobioso Memorando de Entendimiento con Irán con el argumento de que se pretendía contribuir a la investigación del atentado a la sede de la AMIA en 1994, cuya autoría intelectual tiene al mismo régimen iraní como principal sospechoso. Una suerte de “Pacto con el Diablo” que avergonzó a los argentinos y por el cual nunca el kirchnerismo pidió disculpas.

El 10 enero de este año, durante la asunción presidencial del dictador nicaraguense Daniel Ortega, el embajador argentino Daniel Capitanich compartió el acto en Managua junto al terrorista iraní Mohsen Razai. Un hombre acusado de ser uno de los autores intelectuales de aquel atentado en el que murieron 85 personas. Y sobre el que pesa una alerta roja de Interpol, precisamente por esa acusación, cuya gravedad parece haber sido inadvertida por las autoridades argentinas.

Resulta imperativo preguntarnos qué clase de beneficio pueden creer las autoridades argentinas que puede desprenderse de semejantes vínculos con los gobiernos más cuestionados de este mundo.

Dicho curso de acción genera un costo de oportunidad gigantesco para el país al desaprovechar el avance que en materia de respetabilidad había conseguido el país durante el gobierno del presidente Mauricio Macri, cuya administración impulsó una agenda que buscó restaurar la dañada reputación que la Argentina tenía a fines de 2015.

Una política de tal naturaleza solamente puede generar implicancias muy negativas para la Argentina toda vez que significan un menoscabo a la vocación de promoción del respeto a los Derechos Humanos, la dignidad de la vida humana y la condena al terrorismo, valores que unen a los argentinos.

Las elecciones de 2023 darán la oportunidad a los argentinos para revertir una política tan perjudicial para el interés nacional.

(*)Analista de política internacional. Ex embajador en Israel y Costa Rica.

P/ag.marianocaucino.vfn/gr.rp.

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