Por Dr. Jorge R. Enríquez(*)***
El 15 de marzo del año pasado, durante un acto público, Alberto Fernández anunció solemnemente: “El viernes arranca la guerra contra la inflación, vamos a terminar contra los especuladores y vamos a poner las cosas en orden». Era algo extraño que recién se ocupara de la inflación dos años después de iniciar su mandato, pero mejor tarde que nunca. Ese viernes, el 19 de marzo, los argentinos nos dispusimos a escuchar el mensaje presidencial imaginando que se lanzaría un plan sistemático, con medidas drásticas, audaces y coherentes entre sí.
Pero el presidente se limitó a enunciar una serie de vaguedades y dijo que serían los ministros del área económica quienes anunciarían las medidas específicas. Estas no fueron más que retoques aislados, que por lo general transitaban por la senda habitual del voluntarismo. La insistencia en castigar a los “especuladores”, a los “formadores de precios”, como responsables de la inflación iba de la mano con la profundización de programas como “Precios Justos” y de inspectores estatales o paraestatales (como personas del sindicato de Camioneros) que acudían a los supermercados a sacarse una foto mirando fijamente a las góndolas, como si los precios fueran a bajar por ese extraño ejercicio de mentalismo que hubiera sorprendido al propio Tusam.
EL VIERNES ARRANCA LA GUERRA CONTRA LA INFLACIÓN DIJO EL PRESIDENTE EN 2022
Y así transcurrió el tiempo. Los precios no se asustaron mucho luego del inicio formal de las hostilidades y siguieron su marcha ascendente. El ministro Martín Guzmán, que solo aspiraba a un módico ajuste de la macroeconomía, perdió el apoyo de Cristina Kirchner. El hijo de ésta, de desconocidos antecedentes profesionales y educativos, suple esas carencias trabajando de tardío adolescente caprichoso. Así se opuso al acuerdo con el FMI. Juntos por el Cambio, demostrando que es una oposición responsable, evitó que la Argentina cayera en default.
Guzmán fue reemplazado por Silvina Batakis, que a los pocos días fue sustituida por Sergio Massa. Massa, que tiene el título de abogado obtenido mientras ocupaba relevantes funciones públicas, no es economista, pero sus corifeos lo parangonaban con Fernando Henrique Cardoso, el prestigioso sociólogo brasileño que tuvo una exitosa gestión como ministro de Economía que lo catapultó a la presidencia. La comparación era risible por la enorme distancia cultural, intelectual y ética entre ambos. A diferencia de Cardoso, Massa no solo no estabilizó los precios, sino que logró alcanzar el 108,8% de inflación anual, lo que, en lugar de pulverizar sus ambiciones presidenciales, pareciera que les ha dado nuevas alas, a juzgar por su pretensión de ser el único candidato del peronismo.
Kafka sería, en la Argentina, un escritor costumbrista. Los datos del índice de precios al consumidor de febrero, marzo y abril conformaron una escala contundente: 6,6 ; 7,7 y 8,4%. Pero más triste es comprobar que el aumento de alimentos y bebidas fue muy superior, lo que nos ubica en el segundo lugar del mundo, después del Líbano. Este es el rubro en el que proporcionalmente más gastan los pobres e indigentes. El cacareado progresismo kirchnerista castiga a los sectores más vulnerables. Estos, al llegar a una situación desesperante, necesitan más la ayuda del gobierno, que la otorga del modo más clientelista, para que dependan de él y nunca puedan ser artífices de su propio destino.
Mientras tanto, las peleas internas en el gobierno se agudizan. En lugar de reconocer su fracaso y buscar soluciones racionales, el oficialismo pretende atribuirle las culpas a los demás, como hace siempre. A los “especuladores” agregó ahora a la Corte Suprema, a la que culpan (no es un chiste, lo dijeron) de la inflación desbordada. También culpaban por los cortes de luz no a la falta de inversión generada por el populismo energético, sino al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que no tiene la menor competencia en ese tema.
El presidente ha vuelto a decir que la inflación es psicológica. Ya no merece ni siquiera la limosna de una crítica. Deambula por programas amigos como un zombie que delira y vive en una realidad paralela. Del mismo modo, la inseguridad o el narcotráfico en Rosario se atribuyen a la oposición o a poderes malignos orquestados desde los Estados Unidos. Llegaron al extremo risible, si no fuera trágico, de atribuirle a la oposición, y en especial a Patricia Bullrich, el asesinato de un chofer de colectivos, la posterior protesta de los colectiveros y la golpiza que recibió Sergio Berni cuando fue a montar su habitual espectáculo de Rambo suburbano.
¿Quedará alguien, fuera de la secta en que se transformó el Instituto Patria, que crea estas patrañas? Pareciera que sí, a juzgar por las encuestas. El kirchnerismo está en sus mínimos históricos, pero retiene un piso de votantes que es inexplicable a la luz de su manifiesta torpeza para gobernar. Por eso, es necesario no dejarles pasar más las mentiras y decir con claridad que la próxima puede ser la última oportunidad que tenga la Argentina para construir una democracia pluralista con desarrollo y oportunidades para todos. Ese desafío requerirá ideas claras, firme voluntad política y conductas ejemplares.
(* )Exdiputado nacional JxC – Presidente de la Asociación Civil JUSTA CAUSA
P/ag.jorgeenríquez.vfn/rp.