jueves 28 marzo 2024

Sudán: la casi inevitable guerra civil en un país con dos ejércitos

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Por Luis Domenianni***

Ocurrió en abril del 2019 cuando el general Omar El-Bashir, tras treinta años en el poder, fue depuesto por un golpe de Estado. En su reemplazo, asumió una Junta Militar que contó con dos figuras prominentes. Se trató de dos generales con mando sobre tropas diferentes: el Ejército propiamente dicho y la paramilitar Fuerza de Apoyo Rápido (FAR).

Dos años después, un nuevo golpe de Estado acabó con el Consejo Soberano surgido del golpe anterior e integrado por militares y civiles, encarceló al primer ministro Abdalla Hamdok, y estableció una dictadura militar sin políticos civiles en el gobierno. Siempre con ambos generales al frente.

Pero esos dos generales, al frente de sus tropas, se enfrentan entre ellos, desde el 15 de abril del 2023. Se trata, por un lado, del presidente del Consejo de Soberanía de la Transición –tal su título oficial- Abdelfatah Al-Burham y del vicepresidente de dicho Consejo, Mohamed Hamdan Dagalo, apodado “Hemetti”, jefe de la Fuerza de Apoyo Rápido.

“Hemetti” secundó la tarea de Al-Burham hasta el golpe de Estado de 2021 que culminó con una masacre –atribuible a “Hemetti”- de civiles que protestaban con violencia a favor de un gobierno no militar. Pero, en febrero del 2023, el jefe de la FAR calificó aquella masacre como error y comenzó un distanciamiento que culminó en la guerra civil que castiga a Sudán.

El jefe del Ejército, Al-Burham, nacido en el norte nubio del país, recibió una educación formal antes de ingresar al Colegio Militar del Sudán. Como militar, participó en la Segunda Guerra Civil sudanesa que finalizó con la independencia de Sudán del Sur y en las operaciones en la región occidental de Darfur.

De su lado Hemetti no cuenta con educación formal. Nacido en el Darfur, pertenece a la tribu Rizeigat. Durante la guerra del Darfur, que comenzó en el 2003, luchó del lado de las milicias árabes Janjaweed, paramilitares que contaban con el apoyo del dictador Al-Bashir y combatían a los movimientos étnicos rebeldes que enfrentaban al gobierno nacional.

Esas milicias Janjaweed dieron origen a las Fuerzas de Apoyo Rápido a cuyo frente Al-Bashir designó a Hemetti. A la fecha, el general rebelde es considerado uno de los hombres más ricos de Sudán. Su fortuna proviene de las minas de oro que explota y de los recursos que recibió de los Emiratos Árabes Unidos por enviar combatientes a la guerra civil del Yemen.

Con esos antecedentes y con repetidas acusaciones por violación de los derechos humanos, tanto en Darfur como en Yemen, el general Hemetti pasó del lado de los civiles que reclaman contra el gobierno militar. La tensa situación política generada dio paso a la conflagración armada cuyo final no aparece en el horizonte.

Según la ONG Human Rights Watch, las FAR cuentan con alrededor de 100 mil hombres en armas. Versiones no confirmadas señalan que recibieron apoyo y entrenamiento militar por parte del grupo paramilitar ruso Wagner.

Si bien no son pocos quienes sospechan que Hemetti pretende un futuro político de máxima jerarquía para sí mismo, de momento el conflicto gira en torno a la integración del RSF en el Ejército y el rol militar de Hemetti en dicha integración. En concreto, en el Estado Mayor.

Dicho conflicto traba cualquier avance en materia de normalización institucional de Sudán. Y sin normalización, la ayuda internacional se encuentra interrumpida en un país considerado como uno de los más pobres del mundo.

Operaciones

¿Quién ganará esta guerra? Imposible de predecir. Cierto es que las FAR no cuentan con fuerza aérea. Pero con 100 mil hombres en armas con que computa el sublevado Hemetti, no le resultará fácil al Ejército sudanés someter a la rebelión.

Y es que las FAR constituyen en la actualidad un ejército bien entrenado y bien equipado, situación que heredan del régimen dictatorial de Al-Bashir cuando formaban su guardia pretoriana.

De su lado, el núcleo de oficiales islamistas de alta graduación del Ejército que pertenecen al Estado Mayor acumulan desconfianza dados los cambios de Hemetti. Cambios regulados según los dictados del viento. A veces, provenientes del propio Sudán. Otras desde el exterior

Ambos jefes, Al-Burham y Hemetti, se apoyaron el uno en el otro para montarse sobre el descontento civil, hastiado de los 30 años de dictadura de Al-Bashir y particularmente sensible al encarecimiento de los productos esenciales en un país carcomido por la inflación.

Durante las semanas previas al estallido del conflicto, los dos grupos “enemigos” llevaron a cabo operaciones de concentración de tropas, inclusive en Kartum, la capital del país. Todo se precipitó, el 13 de abril del 2023 cuando las FAR cercaron la base aérea de Meroe, en el norte del país. Dos días después, comenzaron los combates.

Para comprender mejor la situación, conviene recurrir al análisis de la ONG norteamericana “Sudan Transparency and Policy Tracker” que afirma: “Se trata de una herencia de la era Bashir. Sudán cuenta de facto con dos ejércitos. Cada uno con capacidad ofensiva a escala nacional, con reclutamientos en todo el país y con fuentes de financiamiento propias”.

Desde entonces, el conflicto se extendió a todo el territorio nacional: en el sur, en Ed-Damazin; en el centro, en El Obeid; en el este, en Kasala y Port Sudán; y en el occidental Darfur, a sus ciudades de Nyala, Zalingei y El-Fasher. Además, claro, de la capital Kartum.

Tras el telón de los combates, los oficiales militares y de inteligencia islamistas de la dictadura de Al-Bashir retoman posiciones. Urgido por enfrentar la sublevación, el presidente Al-Burham los libera de la prisión y los recluta, en un gesto que preocupa por demás a Estados Unidos y a Occidente.

También las palabras muestran una beligerancia “in crescendo”.  Para el Ejército, cualquier negociación es imposible “antes que las FAR sean disueltas”. Para las FAR, la guerra no se detendrá “hasta el control militar de todas las bases del país”.

Hemetti considera que Al-Burhan deberá ser “traducido en justicia” o directamente “terminar muerto como un perro”. La respuesta del jefe del Ejército fue considerar a su rival como “un criminal en fuga”.

Mientras tanto, los civiles que pueden huyen de los combates callejeros en las ciudades o tratan de no arriesgar salidas a las calles. Como suele ocurrir en casos similares, el desabastecimiento se apropia de los locales comerciales y los precios de los productos de primera necesidad trepan por las nubes.

De su lado, tanto países europeos como africanos enviaron aviones de transporte para evacuar sus nacionales. Los hospitales no cuentan con medicinas. En el vecino Chad, más de 20 mil refugiados sudaneses se hacinaba en el campo de Koufroum, en la primera semana de combates.

El plano internacional

Una primera intervención conjunta de Arabia Saudita y los Estados Unidos desembocó en un inicio de diálogo entre las partes como “discusiones pre negociación” a partir del 06 de mayo de 2023 en el puerto saudí de Yida.

Como siempre, en estos casos, la cuestión es tratada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y, en particular dado de quién se trata, por parte de la Liga Árabe. Ambas entidades suelen aportar poco y nada para la solución de los conflictos. Por el contrario, habitualmente se dividen en posiciones antagónicas.

Para la Inteligencia norteamericana, el conflicto está llamado a durar “dado que ambos antagonistas consideran que están en capacidad militar de vencer al otro y, por ende, son muy pocas las razones que encuentran para sentarse a negociar”.

Mientras tanto, los refugiados aumentan. En Chad, suman 30 mil; en Egipto, 56 mil; en Etiopía, 12 mil y en la República Centroafricana, 10 mil. Para la ONU, es solo el comienzo del éxodo. La estimación para los próximos días supera las 860 mil personas huidas del país.

Desde el lado militar, las tropas “nacionales” de ambos generales solo conforman una parte de los bandos beligerantes. A su alrededor, gravitan mercenarios, guardias privados, combatientes tribales e instructores extranjeros, todos ellos atraídos por eventuales ganancias y, sobre todo, por el oro.

Es un pingüe negocio, ya sea bajo la forma de contratos para combatir minorías étnicas y movimientos armados o como empleos para participar en terrenos de guerra en el exterior. Desde el Darfur sudanés hasta el Mali, pasando por Libia, la República Centroafricana o la propia Rusia, las FAR del general Hemetti tejieron lazos de sangre.

Hasta no hace mucho combatieron en Yemen, en Libia y en el Sahel. Ahora que la guerra ocupa territorio propio, Hemetti recibe el apoyo –contratos mediante- de combatientes venidos del Chad, de la República Centroafricana y del Níger. El propio enviado de la ONU al Sudán, Volker Perthes, reconoce que los extranjeros combatientes “no son pocos”.

La familia de Hemetti es mitad chadiana. Su tribu Rizeigat, nómade, hace caso omiso de las fronteras para sus traslados. Es más, los “Hemetti” entregaron pasaportes sudaneses a quienes aceptaban el reclutamiento fuera de las fronteras nacionales.

Y están los Wagner, los rusos paramilitares que, de momento no combaten, pero “trabajan” como consejeros técnicos. Las minas de oro –Sudán es el tercer productor africano- que controlan las FAR alcanzan para honrar los contratos firmados con los testaferros de Evgueni Prigojine, el patrón de los Wagner y amigo personal del presidente Vladimir Putin.

Y, también, están las armas. En este caso, contrabandeadas desde la vecina Libia. Se trata del equipamiento militar que los Emiratos Árabes suministraron al “mariscal” Khalifa Haftar, el hombre fuerte del este libio, para combatir contra el gobierno central instalado en Trípoli, la capital del país.

Además, hicieron su aparición pequeñas compañías de mercenarios occidentales, particularmente británicas, dedicadas a la evacuación de personas con contratos que van desde los 20 mil hasta los 50 mil dólares.

Un artículo aparecido en el London Review of Books, firmado por Alexander de Waal, especialista en Sudán, dice que “dinero y armamentos son monedas de cambio en el mercado político del Sudán”.

Agrega que Hermetti hace uso comercial de los dos. “Las FAR se convirtieron en una empresa privada trasnacional de mercenarios, un operador de extracción y de venta de oro, y el brazo armado del imperio comercial Hermetti”. Finaliza “si gana, el Estado sudanés se convertirá en una sucursal de esta empresa multinacional”.

Economía y sociedad

Con algo más de 45 millones de habitantes repartidos inequitativamente en un territorio de más de 1,8 millones de kilómetros cuadrados, Sudán representa la economía número 102 sobre 196 países medidos por el volumen de su Producto Bruto Interno. Pero, medido per cápita, desciende al lugar 179.

Muestra además un muy bajo índice de desarrollo humano, medición ponderada que incluye la esperanza de vida, el nivel educativo y el ingreso per cápita. Y se ubica entre los países donde es más difícil hacer negocios, en particular por su alto nivel de corrupción.

La economía sudanesa sufre de la conjugación al unísono de tres factores que conspiran contra el bienestar de sus habitantes: una deuda pública asfixiante, una inflación galopante y una caída de la producción que se acentuará con el estado de guerra interna que afecta al país.

La deuda del país con organismos internacionales y con acreedores privados alcanza al 188 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) y es el segundo país del mundo con mayor endeudamiento respecto al tamaño de su PBI.

El informe del Banco Mundial consigna una tasa de inflación anualizada del 382,8 por ciento para el año 2021 y, desde allí, una desaceleración que la lleva, anualizada a febrero del 2023, al 63,3 por ciento. En cuanto al PBI, la economía sudanesa muestra una caída del 1,9 por ciento, para el 2021, el último dato consignado.

La balanza comercial sudanesa es negativa. El país exporta menos de la mitad de cuanto importa. Sudán vende al exterior básicamente oro por valor de 2.855 millones de dólares declarados formalmente. Nadie sabe a ciencia cierta cuanto es el total de lo exportado por el “imperio” Hermetti.

Tras el oro, se ubican productos agrícolas y petróleo. Azúcar, petróleo refinado, trigo, medicamentos y vehículos, en ese orden, conforman las importaciones. Los principales clientes de Sudán son los Emiratos Árabes, China, Arabia Saudita, India e Italia. Los principales proveedores son China, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, India y Egipto.

Cabe consignar que las exportaciones de Sudán hacia los Emiratos Árabes sudanés supera a las de Sudán hacia el resto del mundo. La casi totalidad de dichas ventas externas equivalen a las exportaciones de oro.

Desde lo social, el 15,3 por ciento de la población vive por debajo de la línea de extrema pobreza que representa un ingreso menor a 1,9 dólares diarios. La esperanza de vida al nacer es de 65 años. Mientras que el desempleo supera al 18 por ciento de la población.

Pese a que la emigración es mayor que la inmigración, el crecimiento demográfico sudanés orilla en un altísimo 2,7 por ciento anual. Por su parte, los emigrantes contribuyen a la economía con remesas por 353 millones de dólares anuales.

Todos los indicadores consignados son, obviamente, previos al inicio de las hostilidades entre los dos generales que disputan el poder. Con casi plena certeza, se verán deteriorados cuando sean posibles de realizar nuevas mediciones en el estado actual de cosas.

También deberán esperar otros asuntos como la normalización de las relaciones entre Sudán e Israel bajo el marco de los acuerdos llamados de Abraham entre el Estado judío y algunos países árabes. O la situación en el llamado Triángulo de Al-Fashaga territorio disputado con Etiopía y ocupado por Sudán al amparo de la guerra civil etíope que acaba de finalizar.

Y sobre todo el retorno del poder a los civiles tras el acuerdo “preliminar” del 05 de diciembre de 2022 entre los militares en el poder y los principales partidos políticos, alcanzado mediante las negociaciones auspiciadas por Arabia Saudita, los Emiratos Árabes, Estados Unidos y el Reino Unido. De momento, solo guerra.

Acuerdos que volaron en pedazos con la guerra entre dos generales ambiciosos.

INT/ag.luisdomenianni.vfn/rp.

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