Pensar en Alemania es pensar en una sociedad ordenada, con actores responsables, con gobiernos serios, con sindicatos que defienden la producción, con empresarios que concilian desarrollo con sustentabilidad.
Pero, como siempre, no todo cuanto reluce es oro. La industria automotriz alemana, como las restantes industrias europeas del sector, debe limitar su emisión de CO2 –dióxido de carbono- a 95 gramos por kilómetro, para los modelos patentados durante el presente año. Algo que, por ejemplo, las muy populares 4×4 superan con creces. Terminal y modelo que superen dicho límite deberán pagar serias multas.
El problema no es 2020, sino los vehículos fabricados en 2019 que no fueron patentados antes del 31 de diciembre.
Entonces, hecha la ley, hecha la trampa. Legal claro, estamos en Alemania. Pero trampa al fin.
Solución: las terminales obligan a las concesionarias a comprar y patentar los modelos 2019 antes del 31 de diciembre. Una vez patentados, no rige la multa. Resultado: record de ventas en diciembre de 2019. Ventas ficticias, pero ventas al fin.
Ya antes del coronavirus, la industria automotriz alemana andaba a los sobresaltos. Las ventas habían caído a los niveles de 1996. Daimler Benz y Audi anunciaron 20.000 suspensiones. Opel puso en vigencia un plan de 2.000 retiros voluntarios. El todo en un año en el que el sector debía invertir –y mucho- para pasar al auto eléctrico.
Y si en la industria automotriz hay problemas, en el agro otro tanto. La disputa pasa por el empleo o no de fertilizantes. Algo que los ambientalistas quieren limitar, los políticos van con los vientos verdes que soplan en la actualidad, y los productores insisten en que se trata de meras cuestiones ideológicas.
Alemania comenzó el año así con “tractorazos” de protesta en varias ciudades, la principal de la cuales junó 8.600 maquinarias agrícolas en la Puerta de Brandeburgo, en Berlín.
El plan agricultura del gobierno –no consensuado con los productores- prevé un protocolo para el bienestar animal, la restricción del uso de pesticidas y la prohibición del “glifosato”, un herbicida, a partir del 2024.
Para el campo, estas medidas representan un fuerte aumento de costos que no se verá compensado en los precios de venta. Sobre todo para los productores de carne. Los alemanes son fuertes consumidores de carne rojas, sobre todo de cerdo.
Del lado asalariado, después de augurios ultra pesimistas con la introducción del salario mínimo, en el 2014, los resultados muestran que ni la industria quebró, ni la agricultura colapsó, ni se destruyó 1 millón de empleos, ni se perdió la competitividad de la economía alemana.
Por el contrario, la desocupación bajó del 6,7 por ciento de la población económicamente activa al 5 por ciento, con la creación de 2,8 millones de empleos.
Pero, la pobreza en Alemania solo fue reducida, en igual lapso, de un 16,7 por ciento a un 16 por ciento. Pobreza en Alemania significa, según las estadísticas oficiales, un ingreso mensual individual de… 1230 dólares, o sea 9,20 dólares la hora.
Luis Domenianni/rp.
