El arte de la Tana Pujals. Hermana y Mocha: hermanas pumas en las Torres del Paine

“Tiznado gato, crío de la niebla
Airada fiera, garra de piedra
Deambula por los cerros
Cabizbajo por la nieve” (Andres Alencastre Gutiérrez)


Como retratista de animales muchas veces debo recurrir a los fotógrafos profesionales de vida salvaje para conseguir material de archivo. Fue así como conocí a Jorge Cazenave, fotógrafo y guía turístico de vida salvaje. Un día charlando me contó uno de sus inúmeros viajes al Parque Nacional de Torres del Paine (Chile) y como conoció a las dos hermanas pumas. Mirando las fotos fue amor a primera vista. Jorge las conoció cuando tenían un año y medio.

Pero antes de seguir con su historia quiero darles un poco de información sobre estos animales. El puma, león de montañas o león americano se encuentra desde Canadá hasta el sur de la Cordillera de Los Andes. Puede medir entre 2/2,5m, un poco menos que el yaguareté. Su color puede variar desde el dorado hasta el pardo rojizo. Son ágiles y veloces pudiendo dar saltos hasta una altura de 4 metros y cubrir una distancia hasta 8 metros.

Las dos hermanas nacieron en el Parque Nacional de Torres del Paine en una de esas cuevas en la montaña, resguardadas del frío y del viento. Después de un poco más de un mes salieron a descubrir el mundo y una de ellas tenía la cola mocha, cómo la perdió nadie sabe: algún juego bruto de cachorros o se congeló o se quebró. Por este accidente se la conoció como ‘La Mocha’ y su hermana, ’La Hermana’.

El archivo de Jorge me las muestra ya con 1 año y medio, súper juguetonas y entrenándose a través del juego para sus futuras cacerías. Aunque sin su cola, que le sirve de timón, La Mocha ya demuestra ser más aventurera y osada. La Hermana, más prudente y calculadora.

Mi imaginación me llevó a esas mesetas patagónicas con algunos matorrales, donde el viento sopla fuerte y las temperaturas son más bien bajas durante todo el año, variando de -12º a 24ºC. Las puedo escuchar con sus silbidos agudos mientras se persiguen mutuamente así como sus gruñidos cuando se revuelcan en la nieve en un juego a veces un poco bruto. Siempre juntas, dándose calor bajo un techo de piedras en invierno, rodeadas de nieve y ronroneando como todo felino. O en verano echadas a la sombra de algún matorral disfrutando de ese tenue calor.

Un día La Mocha partió buscando nuevas aventuras. Salió del área de protección del Parque Nacional y cruzó la frontera hacia la Argentina. Algunos creen haberla visto merodeando alrededor de alguna estancia de cría de ovejas. Un plato demasiado tentador y fácil para una cazadora como ella. Seguramente algún estanciero la mató.

La Hermana sigue viviendo en lo que siempre fue su territorio. Tuvo muchos pretendientes, pumas guapos y fuertes pero no tuvo descendientes. La naturaleza la hizo infértil.

Las dibujé varias veces porque me impactó esa unión entre ellas, sobretodo sabiendo que los pumas son animales solitarios. Sus miradas pasan de los salvajes a la de gato doméstico. Ese color de ojos, una mezcla de ocre con verde pálido. Esa combinación de patas fuertes con una agilidad sorprendente. Solo una vez vi a un puma: estaba tomando agua en una laguna. Me miró con cierta insolencia o puede ser que miró a mi caballo. Una vez saciada su sed, miró el horizonte y con paso sigiloso se perdió en el maizal. Ese día me enamoré del puma.

Através de mis retratos intento aportar mi granito de arena para protegerlos. Muchos los odian porque matan a sus ovejas y cuando enseñan a sus cachorros a cazar pueden hacer estragos en el rebaño. Pregunto: ¿Nosotros los humanos no causamos estragos al avanzar en su hábitat y sustituir sus presas naturales por ovejas? Si aprendiéramos a conocerlos y a respetarlos creo que la convivencia entre los humanos y los animales sería casi perfecta.
Tana Pujals.
Artista con pasión por retratar animales.
CC/BN/CC/rp.

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