La “magia” de la criptoeconomía: blockchain, token y finanzas descentralizadas

Por Néstor Kreimer
El trabajo se ha optimizado. Hoy el lugar “es” la conectividad. La productividad de las tareas que se hacen en un día, resulta tremendamente superior a la de antes; y al mismo tiempo se precarizó porque antes existían espacios bien diferenciados, el laboral, el social y el privado, y ahora se fusionó todo, lo que no es bueno en espacios reducidos y sin preparación psicosocial, pero en términos de productividad se ganó muchísimo. De todos modos, es época de desaprender y aprender y esto implica prestar atención a la necesidad de reinventarse.

¿En qué me estoy capacitando, para que me va a servir en el futuro? En primer lugar, debemos estar atentos a nuestras nuevas y profundas necesidades, intentando trabajar desde la autocontención psicológica dado que todo lo conocido se ha destruido. Por ello, y a través de la investigación, tengo la oportunidad de bucear las oportunidades que vayan apareciendo a efectos de seguir motivado con el futuro.

Recientemente se publicó en La Nación una entrevista a Thomas Friedman, brillante periodista del New York Times, en la que se refiere al proceso de destrucción creativa, un concepto acuñado por el economista Joseph Schumpeter, para explicar que como nunca en los últimos cien años, se combinó una tremenda fatalidad, con procesos que se rompen y evidencias que demuestran que no sirve seguir haciendo las cosas como se venían haciendo. Pero al mismo tiempo y como nunca antes, existe un acceso facilitado a la información y a herramientas tecnológicas que nos habilitan e invitan a innovar como reacción natural ante la nueva realidad.

En términos policiales es equivalente a la voz que advierte: ¡entregate, estás rodeado¡. Te reinventás o seguís aferrado a la fantasía de esperar que la “normalidad” vuelva a ser la que era, lo que se convierte en un autoengaño, porque más allá de que suceda algo bueno, malo o peor que lo anterior, nada será igual en un futuro, que puede ser autogestionado como nunca antes.

Una sensación de incomodidad es necesaria para darle espacio a la búsqueda, porque lo peor que podemos hacer ante incertidumbres como éstas, es seguir pensándonos desde el rol que teníamos antes, seguir creyendo que “yo soy lo que era”. La realidad es que ya no somos aquello que fuimos. Claro que podemos rescatar algunas piezas para reconfigurarnos y rearmar nuestra nueva forma de estar en la vida. Esto es fantástico, ya que no importa ser el mejor, sino ser el primero. Estamos ante la oportunidad de inventar nuevos productos y servicios, arrancando por considerarnos como nuestra propia marca, y con esa actitud ya estamos innovando.

¿En qué vamos a ser los primeros? En armar un ecosistema para la tokenización de activos de máxima liquidez, por medio de una compañía recientemente creada en España llamada Criptokuántica. Con la tokenización, se puede digitalizar cualquier tipo de activo, y fraccionar su propiedad o uso a través de la emisión de “fichas digitales” (tokens), que representen digitalmente ese objeto o activo. Desde un cuadro, un inmueble, un capital accionario, o lo que se nos ocurra.

Y que esas fichas puedan transaccionarse en la nube, nos instala en el nuevo paradigma que ahora irrumpe: la Internet del valor, o el crowfunding 4.0, palabras que refieren a una tecnología subyacente a todo esto y que vino para imponerse en todos los ámbitos: la Blockchain. Entre otros, en la industria del Real Estate, viene a romper el paradigma reinante sobre el modo de financiar un emprendimiento inmobiliario. Y más aún, viene a romper el paradigma del concepto de liquidez, porque un inmueble, hasta ahora, es ilíquido por definición.

¿Qué pasaría con los modelos de negocios del real estate si un inmueble pasa a ser un producto líquido? Ese inmueble va a estar representado por fichitas digitales – cada una llamada token – las que resultan ahora transables, con un valor que refleje la calidad del emprendimiento correlacionado con el avance de obra que vaya teniendo. Y además auditado por una compañía que elabora rankings de riesgo en tiempo real, no de las obras en construcción en general, sino de cada geolocación puntual, sobre cada uno de los proyectos en ejecución. Una especie de Moody’s del real estate, midiendo riesgos de manera sistémica – macro y micro – creado para que el inversor no tenga que tomar decisiones sobre el promedio o la estadística de tal o cual lugar, sino sobre la base de la salud o realidad del proyecto específico.

En la jerga de la tokenización, quienes brindan información del mundo real, “el asomarse afuera”, ya operan y se los conoce como “oráculos”; permiten validar que la realidad se condice con lo planificado y ejecutado, lo cual debería estar reflejado en la solidez y cotización del token. De este modo, el token cuenta con la opinión objetiva de un tercero, quien califica la marcha del proyecto – tanto de sus propias variables, como de otras que a nivel mercado puedan afectarlo en su riesgo sistémico – y naturalmente desprendido de intereses o subjetividades.

Imagino el próximo futuro de los brokers inmobiliarios – una vez superado el duelo de lo que fueron y ya no volverán a ser – inmersos en un mundo digital, como administradores de carteras de tokens representativos de propiedades en cualquier lugar del planeta. Buscando oportunidades y balanceando un mix de tokens acorde al perfil del cliente.

Esto implica romper con el concepto de localía, para convertirse en corredores globales de real estate. Correlacionar datos para evaluar alternativas, tales como nivel o proyección del PIB en el país o región que sea, la demanda existente en determinado lugar, capacidad de compra, tasa de desempleo, cuestiones normativas o financieras, etc.; todo lo cual permitirá configurar un tablero de control, introducir un indicador interesante a la hora de evaluar la compra, tenencia o venta de uno o más tokens de los clientes.

Volviendo al aquí y ahora, llegó la hora de capacitarse en estos temas para aprender a administrar una cartera internacional representativa de “pedacitos” de propiedades de todo el mundo, aprovechando oportunidades y generando honorarios con cada transacción, que si bien será sobre pequeñas partecitas o montos, alcanzarán un alto volumen y/o rotación.

La “magia” de la criptoeconomía consiste en que como no existen autoridades centrales y todo es operado tecnológicamente, opera con costos friccionales muy bajos. Veamos un caso concreto: el costo de una transacción para enviar 7500 euros a través de criptomonedas, fue del 0.04% y la semana pasada demoró 19 minutos. Todas estas experiencias provocan sorpresa porque son conceptos altamente abstractos, nuevos. Exigen apertura mental y ejercitación. Se trata de estudiar, buscar tutoriales, charlas en You Tube, curiosear en publicaciones especializadas, sin importar que al principio cueste entender. Hasta que un día nuestros amigos te dicen: no entiendo de lo que estás hablando, lo que constituye la primera señal de que estamos aprendiendo. Significa que estamos innovando, empezamos a vencer la resistencia al “esto no es para mi”.

Huyamos hacia adelante, lo peor que podemos hacer es esperar que vuelva la normalidad o aferrarnos a lo que sabemos, sin tener en cuenta que nuestro peor enemigo radica en la resistencia al cambio.

Es un lugar común el que afirma que en la Argentina hay cada vez más incentivos para manejarse en efectivo y que eso conspira contra el uso de las criptomonedas. Esta afirmación desconoce un hecho obvio: las criptomonedas son efectivo, pero virtual. No se llevan encima, están en la nube, y las transacciones se perfeccionan por medio de billeteras virtuales o “wallets”.

Llegados a este punto es importante destacar que ese dinero virtual puede estar depositado en los llamados “pools de liquidez”, lo cual conforma un ejemplo del ecosistema denominado “Finanzas Descentralizadas” o “DeFi”, a las que me tienta llamarlas como “chau bancos”. Son protocolos que operan en la nube, con mecanismos transparentes de gobernanza y sin autoridad que diga o decida como son las cosas. Son contratos inteligentes o “Smart Contracts”, que permiten el comercio P2P o entre pares. De allí que la criptoeconomía tiene bajísimos costos transaccionales.

En esas plataformas o protocolos, se puede depositar criptomonedas para ganar intereses – normalmente semanales – o tomar un préstamo aportando en garantía criptomonedas. Pero si tengo criptomonedas, ¿para qué tomo un préstamo? Porque sin desprenderme de ellas con la expectativa de mayor valoración, en simultáneo las uso de garantía para sacar un préstamo a tasas bajísimas. Dependiendo de la garantía, puedo obtenerlo a un costo del 1% anual en concepto de intereses. En cambio, un saldo en cuenta corriente bancaria no sólo no produce intereses, sino que se desvaloriza a causa de la inflación. Incluso si estamos en posesión de dólares, igualmente conviene, ya que el cash en dólares tampoco genera intereses.

Como contundente prueba, existen plataformas en las que si se deposita las llamadas “Stable Coin”, convertibles 1 a 1 con el dólar, tal caso de DAI o Tether, se puede obtener una tasa del 11,55% anual en esa moneda, con acreditación semanal de intereses.

Hoy las finanzas descentralizadas – DeFi – han alcanzado un volumen de 11 mil millones de dólares (defipulse.com) pese a haber nacido … este año.

Este es el nuevo mundo en el que ingresó el real estate, el que permite tomar partes de propiedades en Noruega (tokens), para vendérselas a un cliente en Villa Crespo. Para entender los fundamentos de cada proyecto, los llamados “tokenomics”, tenemos que estudiar, cruzar información, encontrar oportunidades.

Con respecto al tratamiento impositivo que reciben, es idéntico al de cualquier otro medio de atesoramiento, de pago o de transacción, es decir, debemos justificar su origen y tributar lo estipulado por la ley, sea por la mera tenencia o por las ganancias o pérdidas que se produzcan en la compra y venta.

Insisto, hablamos de tokenizar para referirnos a un activo representado digitalmente. Así como cuando nos referirnos a las acciones nos asalta la idea de estar frente a un papelito, sabemos que esos títulos valores representan a una empresa que los sostienen. Exactamente lo mismo ocurre cuando hablamos de un “security token”, detrás de él hay un activo del mundo real.

Por eso debemos diferenciar las criptomonedas de los tokens. Las primeras no representan un activo y nacen vía ICO (Initial Coin Offer) con las posibilidades que nada pase y se pierda la mayor parte de lo invertido. O por el contrario, que la comunidad la valore y demande, con una rápida valorización y por lo tanto, ganancia. Por eso las criptomonedas tienen alto riesgo y volatilidad, salvo las Stable Coin – son siempre dólares equivalentes – o las ya muy consolidadas como el Bitcoin o el Ether, aunque cada tanto tiene fuertes oscilaciones.

En cambio lanzar tokens representativos de una activo en 3D, un activo real, se llama STO (Security Token Offer), el que cotizará según la solidez de la propuesta inherente a ese activo que representan. Por esta diferencia sustancial entre criptomonedas y tokens, hay que estar atentos a no meter todo en la misma bolsa con expresiones del estilo “esto puede ser una burbuja o esquema Ponzi”. Factible en una criptomoneda, muy improbable con un token.

Cualquier negocio puede ser objeto de tokenización, desde un desarrollo inmobiliario hasta una compañía de genética. Se puede participar de esa compañía, comprando token que representan una porción de la empresa, o sea, acciones tokenizadas de la sociedad. En cualquiera de sus modalidades, lo que siempre está presente es la posibilidad de transferir valor a través de internet. Por eso es que con la tokenización (y gracias a la blockchain que la subyace), se habla de la internet del valor, la que permite realizar transacciones de porciones de cosas, por ejemplo de inmuebles.
Criptokuántica SL – España
Néstor Kreimer
EN/BN/CC/rp.

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