viernes 29 marzo 2024

Marruecos. Derrota islamista, ruptura con Argelia y éxitos en el Sahara Occidental

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Por Luis Domenianni

Mientras el islamismo militante avanza en algunos países del Medio Oriente y del Asia Central, ocurre lo contrario en el norte de África. En particular en Marruecos y Túnez, donde los partidos políticos que adhieren a dicha posición ideológica están en franco retroceso.

En 2013, los islamistas Hermanos Musulmanes de Egipto fueron desalojados del poder por un golpe militar que consagró a su jefe, general Abdelfatah Al-Sisi como presidente, tras una elección con escasa transparencia.

Previamente, fue el turno de Argelia donde el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó en 1991 la primera vuelta de las elecciones legislativas pero el Ejército desconoció los resultados. Esa actitud militar desencadenó una guerra civil que duró hasta el 2002 con el triunfo del gobierno sobre los grupos armados islámicos. Las estimaciones hablan de 150 mil a 200 mil muertos.

En Túnez, el Partido Ennahda -Renacimiento en lengua árabe- vio reducido su caudal de votos y de bancas parlamentarias en las tres elecciones que se llevaron a cabo desde el derrocamiento del dictador Zin el Abidin Ben Ali. Tras el reciente autogolpe de presidente Kais Said y el cierre del Congreso, Ennahda quedó fuera del Parlamento.

Es bajo este marco general que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), islamista de derecha de Marruecos que encabeza un gobierno de coalición presidido por el jefe del gobierno, Saad Dine El Otmaní, cae estrepitosamente derrotado en las elecciones legislativas del 8 de setiembre de 2021.

De los 125 representantes que el PJD disponía en el parlamento marroquí hasta la fecha electoral, su nueva bancada quedó limitada a solo 13 asientos.

En sentido contrario, la Agrupación Nacional de los Independientes (RSI por sus siglas en francés) logra el triunfo con 102 representantes. Se trata de un partido tradicional, muy cercano al rey Mohammed VI, cuya misión inicial solo consistía en ayudar a desalojar a los islamistas del gobierno.

No solo cumplió el cometido, sino que, como queda dicho, alcanzó el primer lugar en la elección y, en consecuencia, su jefe, el riquísimo hombre de negocios Aziz Akhannouch fue, inmediatamente nombrado -nobleza obliga- primer ministro. El RSI ganó también las elecciones comunales y regionales.

Akhannouch es considerado el hombre más rico de Marruecos. Su fortuna se debe, en buena parte, al capitalismo de connivencia que prospera en la órbita del palacio real. En rigor, es un heredero. Su padre construyó su capital a través de la distribución de hidrocarburos en Casablanca durante los años 1930, antes de extenderse a la construcción y a los medios.

En política, Akhannouch alcanza la presidencia del RSI en 2016. Luego es designado ministro de Agricultura en el gabinete de coalición presidido por el islamista Abdelilah Benkirane, a quien torpedea hasta derribarlo. El reemplazo, Saadeddine Othmaní, impresionado por la caída, hace todos los deberes que le dicta el palacio.

Inclusive, accede a aceptar el reconocimiento diplomático del Estado de Israel, posible para un laico, pero un verdadero pecado mortal para un islamista. El resultado electoral así lo demuestra.

De ahora en más, Marruecos cuenta con el alineamiento entre el rey y el primer ministro. Un alineamiento que fortalecerá a ambos, mientras el viento empuje de cola. O lo contrario, si se convierte en viento en contra.

De momento, la posición de Akhannouch es sólida. Por él, votaron los grandes empresarios, pero también la clase media y los jóvenes con inquietudes de emprendedores. En síntesis, las fuerzas vivas de la sociedad marroquí.

Espionaje y Sahara

No son pocos los observadores que se plantean si el nuevo gobierno laico de Marruecos representará o no una liberalización en término de convivencia con quienes reclaman una mayor tolerancia para quienes disienten con el gobierno y con el rey.

Con el gobierno anterior, islamista, la represión y persecución de quienes no piensan como el oficialismo fue, cuando menos dura. Periodistas, políticos, dirigentes sindicales, defensores de los derechos humanos cayeron presos y en no pocos casos debieron purgar o purgan aún condenas por motivos eminentemente políticos.

Es el caso, por ejemplo, del periodista Sulaimane Raissouni quién debió finalizar una huelga de hambre de 122 días para protestar contra su condena de cinco años de prisión por agresión sexual contra un miembro del colectivo LGTB. Rassouni, editorialista crítico del gobierno anterior, afirma que la razón de ser de la condena es puramente política.

Raissouni no es, ni mucho menos, el único en pasar por una situación semejante. Ahora tras la denuncia de varios medios de comunicación de primera línea en el mundo sobre el espionaje a través de la utilización del software Pegasus producido por la empresa israelí NSO, no son pocos quienes, de una manera u otra, comprueban el haber sido espiados.

Las ONG Forbidden Stories y Amnesty Internacional dieron a conocer, a través de 17 medios internacionales, los números de teléfonos celulares espiados, mediante el empleo de Pegasus, por los servicios de seguridad marroquíes.

Los espionajes sirvieron para condenar a periodistas de investigación no alineados con el oficialismo. Pero no estuvieron limitados a la esfera informativa marroquí. También redacciones y periodistas franceses fueron víctimas de Pegasus. Incluido el propio presidente francés Emannuel Macron quién no permitió que sus teléfonos fueran examinados.

Aclaración: no se trató solo del gobierno islamista, los servicios de seguridad responden básicamente al Palacio Real y la historia cuenta con no pocas operaciones “encubiertas” llevadas a cabo por dichos servicios.

De particular gravedad, fue la decisión marroquí de espiar -Pegasus mediante- a 6 mil números telefónicos pertenecientes a funcionarios argelinos, en particular, diplomáticos. Hasta dos ministros argelinos resultaron víctimas del ciber espionaje, Abdelkader Messahel y Ramtane Lamamra, ambos titulares sucesivos de la cartera de Relaciones Exteriores.

La lista de funcionarios argelinos espiados es interminable y abarca, además, a la totalidad de la familia próxima al fallecido presidente Abdelaziz Bouteflika.

Si Pegasus fue o no el causante del rompimiento de las relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos es pura especulación. Lo cierto es que el espiado ministro argelino Ramtane Lamamra anunció el 25 de agosto del 2021 dicha ruptura.

Es que al contencioso sobre el Sahara Occidental que se arrastra desde el retiro unilateral de España de esa colonia en 1976, inmediatamente ocupada por Marruecos y Mauritania, se agrega la declaración del embajador marroquí en Naciones Unidas, Omar Hilale, quién afirmó que “el pueblo cabilio merece más que otros su autodeterminación”.

Una declaración que apoya las demandas de autodeterminación de los cabilios -bereberes y no árabes- de Argelia y, por tanto, va en contra de la integridad territorial argelina y en apoyo de las reivindicaciones del Movimiento por la Autonomía de Cabilia (MAK), considerado como organización terrorista por el gobierno argelino.

En el caso del Sahara Occidental, Argelia apoya el gobierno de la República Árabe Saharaui, encabezado por el Frente Polisario, que proclama la independencia del territorio. El reino marroquí que ocupa las dos terceras partes de la ex dependencia española reivindica su soberanía sobre la totalidad.

Legalmente, el Sahara Occidental es uno de los 17 territorios por descolonizar reconocidos como tales por Naciones Unidas. En la práctica, el necesario referéndum acordado para determinar la voluntad de sus pobladores nunca se llevó a cabo.

Y es que Marruecos pretende que voten los ciudadanos que se desplazaron hacia el ex Sahara Español después de la ocupación militar marroquí. El Frente Polisario, por su parte, sostiene que deben votar quienes habitaban el territorio antes de 1976 y sus descendientes.

Tras 30 años de relativa quietud, el Frente Polisario anunció en noviembre del 2020 el fin del alto el fuego y la reanudación de las actividades militares, en particular tras la ocupación militar marroquí de la franja de Gueguerat, fronteriza con Mauritania, hasta ese momento en poder de los saharauis.

Geopolítica

El conflicto por el Sahara Occidental oculta la cuestión de fondo que es la rivalidad profunda entre Marruecos y Argelia para determinar el liderazgo regional. Es que el rompimiento de relaciones, más allá de Pegassus y el Sahara Occidental representa el anuncio del retorno argelino a la escena internacional luego de diez años de ausencia.

En esos diez años, Marruecos aventajó con nitidez a su vecino oriental. Cierto grado de éxito económico, de ordenamiento político y de acuerdos diplomáticos puso al reino por encima de su otrora escuchado y aplaudido rival, en particular en el denominado Tercer Mundo.

El todo se inscribe además dentro de una faz geopolítica a la que se dio en denominar Acuerdos de Abraham -nombre del profeta reconocido tanto por el judaísmo como por el islam- que normalizaron las relaciones del Estado de Israel con Baréin, los Emiratos Árabes Unidos, Sudán y el propio Marruecos.

Obra del gobierno del expresidente norteamericano Donald Trump y del ex primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, junto con los gobernantes de los citados cuatro países árabes, los Acuerdos de Abraham representan para Marruecos un reconocimiento por parte de Estados Unidos y de Israel sobre su soberanía en el Sahara Occidental.

Probablemente Argelia responderá con un hipotético liderazgo de los países árabes y musulmanes que se oponen al “abanono” de las reivindicaciones palestinas.

De su lado, Marruecos ya alcanzó su objetivo. Hoy, la pretensión sobre el Sahara Occidental aparece como más sólida que nunca, aún si resulta inevitable aceptar alguna marcha atrás como la decisión del Tribunal de la Unión Europea de anular dos acuerdos sobre productos agrícolas y sobre pesca ante una demanda del Frente Polisario.

Se trató solo de un leve retroceso. A tal punto que, momentos después de la decisión tribunalicia, el jefe de la diplomacia europea, el español y catalán Josep Borrell aseguró que “serán tomadas las medidas necesarias para garantizar la continuidad y la estabilidad de las relaciones comerciales entre Marruecos y la Unión Europea (UE).

En la actualidad, puede decirse que Marruecos abandonó desde hace ya algún tiempo la vieja idea del desarrollo de las relaciones entre los países del Magreb -Argelia, Libia, Mauritania, Marruecos, el Sahara Occidental y Túnez- que contemplaba la congelada Unión del Magreb Árabe.

En su reemplazo, puso la mira de su política exterior sobre Europa y el África subsahariana, a las que ahora agrega Estados Unidos e Israel. Pruebas al canto: la hasta no hace mucho impensable visita de un ministro de Relaciones Exteriores israelí a Rabat, la capital marroquí.

La visita del ministro Yair Lapid, futuro primer ministro, fue un espaldarazo contundente. Es que ni Donald Trump, ni Benjamin Netanyahu ya están en el gobierno de sus respectivos países. Por el contrario, Lapid aparece como muy cercano a la administración del presidente Joe Biden. Ergo, el triángulo Marruecos-Israel-Estados Unidos parece construido para durar.

Junto a su colega marroquí Nasser Bourita, Lapid inauguró una oficina de representación diplomática en Rabat. Quince días antes, arribó, proveniente de Tel Aviv, el primer vuelo comercial directo con turistas israelíes para visitar Marruecos.

Y si algo faltaba para completar el cuadro, los acuerdos con Estados Unidos e Israel fueron logrados durante el gobierno saliente de los islamistas del Partido para la Justicia y el Desarrollo (PJD).

Con el agregado que, nueve meses después, los islamistas perdieron las elecciones a manos de la Agrupación Nacional de Independientes (RSI), partido particularmente próximo al rey Mohammed VI, el mayor interesado en los acuerdos de Abraham.

Que viva España

Cuando se suele pensar en el pasado colonial que debió soportar Marruecos, generalmente las miradas se dirigen hacia Francia. El empleo generalizado del francés como idioma no oficial -los oficiales son el árabe y el bereber- contribuye para vincular el pasado del reino con la ex metrópoli.

Más allá de alguna pretensión alemana que casi degenera en guerra, a principios del siglo XX, Marruecos fue dividido, en rigor, entre dos potencias coloniales: la mencionada Francia y España.

Francia declaró el protectorado sobre la mayor parte del país, pero España formó su propio protectorado en la franja costera del Mediterráneo, en el territorio denominado Rif, con capital en Tetuán. Y sobre la zona del Cabo Juby, en el extremo sur del país, vecino del Sahara Occidental.

A su vez, España declaró colonias a las ciudades mediterráneas de Ceuta y Melilla -aún las retiene- y al enclave del sur del país denominado Ifni que se mantuvo con dicho estatus hasta 1969, cuando pasó bajo la soberanía el reino marroquí.

Fue desde Marruecos, donde partió, en 1936, el después caudillo y dictador, general Francisco Franco, para encabezar la fracción nacionalista en la Guerra Civil Española. Y fue con referencia a Marruecos que su sucesor, el rey Juan Carlos I, logró su aceptación, pese al origen de su designación -el dictador Franco-, por parte de Estados Unidos.

Acá, es necesario volver al Sahara Occidental en su etapa de colonia española. Muy rico en fosfatos -el yacimiento de Bucraa es el más grande del mundo-, movió el interés de Estados Unidos para mantenerlo en órbita del mundo capitalista, ante las dudas que sembraba al respecto el movimiento independentista del Frente Polisario.

La manera de asegurar ese objetivo consistía en ceder el territorio a Marruecos, a través de los buenos oficios de Arabia Saudita. Tocaba, entonces, convencer al flamante rey Juan Carlos de abandonar el territorio e incumplir las promeses de un referéndum para determinar su futuro, muy probablemente la independencia.

Por acuerdo secreto, el monarca español accedió, a cambio de un reconocimiento pleno a su figura como rey tras su designación inconsulta decidida por el dictador Franco.

Pero, las controversias y los pactos hispano-marroquíes no se limitan al pasado. En el presente, Ceuta y Melilla constituyen un problema en razón de su estatus como partes integrantes del Reino de España y, por ende, de la Unión Europea.

En mayo del 2021, más de 8 mil marroquíes rompieron las alambradas e ingresaron ilegalmente a Ceuta. El hecho generó acusaciones mutuas. Del lado español, por el aliento que recibieron los migrantes por parte de funcionarios del reino. Del lado marroquí, por la atención médica que recibió en Zaragoza, el jefe del Frente Polisario, Brahim Ghali.

Hoy resultan escasos los marroquíes que cuestionan una monarquía que con el rey Mohammed VI al frente pretende alcanzar un liderazgo regional y una participación mayor en los asuntos internacionales del continente africano. Por el contrario, el islamismo político está en franco retroceso reemplazado por un conservadurismo laico y modernista.

INT/luisdomenianni/rp.

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