domingo 28 abril 2024

Cuaderno de opiniones: “Massa habla más de nosotros que de sí mismo”

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Por  Dr.  Jorge Enriquez (*)

En su clásico Diccionario lunfardo, José Gobello expresa que “chanta” es una regresión de “chantapufi”. En el uso de las últimas décadas, aquel término ha conseguido sustituir al original. Gobello define así al chantapufi: “Fanfarrón, que se jacta de lo que no es. Insolvente, que no tiene con qué pagar sus deudas ni con qué cumplir sus promesas”. Aclara que proviene del genovés ciantapuffi: el que no paga sus deudas.

La definición de la más alta autoridad en materia de lunfardo ilumina el sentido de la palabra, pero –como ocurre en estos casos– no termina de dar cuenta de todos sus matices. Por eso, no es posible traducir “chanta” de manera precisa, aunque cualquier argentino sabe bien de qué se trata, sin necesidad de acudir a ningún diccionario.

En ese sentido complejo e intraducible, la palabra parece haber sido creada para referirse a Sergio Tomás Massa. En un país que puede jactarse de contar con chantas numerosos y diversos, Massa es el chanta por antonomasia. Ser el mayor chanta de la Argentina es un mérito no menor. Es como ser el mejor jugador de fútbol en un país que ha dado algunos de los mejores jugadores del mundo. La competencia es feroz.

Massa no oculta esa condición. Al contrario, la hace ostensible, la exhibe con legítimo orgullo. Se diría que es un militante de su propia chantada. Puede ser un fervoroso seguidor de Álvaro Alsogaray (fue afiliado a la Ucedé) o de Néstor Kirchner; un cultor de las ideas del ala más dura del Partido Republicano de Estados Unidos y de las del chavismo. El principio aristotélico de no contradicción le provocaría risa. Es cierto que de muchos dirigentes políticos se podría decir algo parecido, en especial del peronismo. Juan Perón alentó a la extrema derecha y a la extrema izquierda con una plasticidad que a la larga tuvo resultados trágicos. Sin embargo, Massa lo hace de un modo especial, porque no pretende (o no le sale) ocultar el truco. Un punto a su favor. Es, si esto no fuera a su vez una chantada, un chanta sincero.

Ahora va por el mundo manifestándoles su amor incondicional a todos los líderes que visita. Es prochino o pronorteamericano dependiendo de quién sea su interlocutor. Un auténtico Leonard Zelig, el hombre camaleón que creó el genial Woody Allen en un célebre film. Que eso se sepa inmediatamente no le hace mella. A fin de cuentas, ¿no prometió que pondría presos a los “ñoquis” de La Cámpora y hoy es su candidato a presidente?

Mauricio Macri lo bautizó hace algunos años “ventajita”. En un acto reciente, a su lado, Cristina Kirchner fue más allá: lo llamó “fullero”. Massa sonrió emocionado ante ese reconocimiento público que premiaba así décadas de esforzada trayectoria. Su desafío actual, para el que llega sumamente preparado como ninguno, es hacer creer que es opositor del gobierno del que es la figura principal. “Estamos muy mal, pero ya van a ver cómo cambiarán las cosas cuando Massa sea presidente”, repiten como un mantra en su entorno.

No lo será, pero el solo hecho de que una de las principales fuerzas políticas de la Argentina, la que, tristemente, ha ganado más veces las elecciones desde la restauración democrática, lo lleve de candidato debería hacernos reflexionar. El populismo no crece en el vacío. Necesita una tierra fértil. En estas comarcas la encontró. Massa habla más de nosotros que de sí mismo.

(*)Exdiputado nacional, presidente de la Asociación Civil Justa Causa; miembro de Profesores Republicanos

P/ag.jorgeenríquez.vfn/rp.

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