domingo 8 diciembre 2024

Polonia: un voto contra el populismo pese a sus éxitos económicos

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Por Luis Domenianni*****

Contradicciones. La Unión Europea presenció hace solo unos días el triunfo del populista Robert Fico en las elecciones legislativas eslovacas. Ahora, observa la derrota del populista PiS, sigla en polaco del Partido Derecho y Justicia, en el poder en Polonia desde hace ocho años. Más allá de cualquier matiz, se trata de la alternancia democrática.

Junto a ello, una segunda observación resulta válida. Indica que el régimen de partidos políticos resulta atractivo para el ciudadano cuando compiten concepciones distintas del Estado y la sociedad. Por el contrario, pierden atractivo cuando la puja se limita solo a candidatos.

Al menos, así ocurrió en Polonia, donde la concurrencia a las urnas fue record absoluto. Alcanzó el 72,9 por ciento –sin obligatoriedad de voto- y superó por diez puntos el pico anterior que aconteció en 1989 en ocasión de las primeras elecciones libres tras la caída del comunismo.

El resultado electoral indica que el PiS finalizó en primer lugar con el 36,6 por ciento de los sufragios que consagraron 198 diputados. Junto con ellos, aparecen los electos del partido Konfederacja, extrema derecha libertaria, con 6,4 por ciento de las preferencias y 14 diputados.

Un total de 212 legisladores, insuficientes para formar gobierno –Polonia es una democracia parlamentaria- dado que el número necesario para alcanzar mayoría es de 231 escaños.

En la vereda de enfrente, la coalición de centro, más los agraristas, más la izquierda moderada, totaliza 248 bancas, compuestas por la Coalición Cívica del ex primer ministro Donald Tusk con el 31 por ciento de los votos y 161 legisladores. A los que se debe agregar las 57 bancas (13,5%) del Partido Campesino y las 30 bancas (8,6%) de Nueva Izquierda, socialdemócrata.

Se trata de una mayoría “confortable”, pero se trata de una alianza entre cuatro formaciones políticas si se agrega junto al Partido Campesino una formación creada por un periodista “estrella”. Es decir, una heterogeneidad que obliga a solo avanzar en aquellas cuestiones sobre las que hay pleno acuerdo. Algo que suele generar poca conformidad y no pocos reclamos.

De hecho, la victoria centrista-campesina-socialdemócrata inicia una etapa de negociación entre los tres socios para repartir el poder –ministerios, empresas públicas- y para acordar las políticas a seguir. O sea, nada es automático.

Es más, el presidente de la República, Andrzej Duda, cercano al PiS, debe llamar a formar gobierno y debe encomendar la tarea al jefe del PiS –primera minoría- quién cuenta con dos semanas de plazo para completar la tarea o para declinarla. Luego, será el turno de la nueva mayoría parlamentaria.

Salvo sorpresa de último momento, Donald Tusk, quién fue jefe del ejecutivo durante los años 2007 a 2014, será el nuevo primer ministro de Polonia. Al menos, así lo dejó entrever la cordialidad, durante la conferencia de prensa tras conocerse los resultados, con los dirigentes del agrarismo y de la nueva izquierda.

La eventual salida del PiS del poder, es decir del populismo, mejorará sensiblemente las relaciones de Polonia con sus socios de la Unión Europea, complicadas tras la reforma judicial que llevó adelante, aunque solo parcialmente, el gobierno saliente del primer ministro Mateusz Morawiecki.

Implicará además otros cambios. Cuestiones de género, rurales y hasta de política exterior, particularmente en referencia a la vecina Ucrania, deberán ser revistas. Aunque otras, como el envidiable crecimiento económico del país, deberán ser preservadas. Todo un desafío para quienes llegan.

Europa

Cuando forme gobierno –no necesariamente será inmediato-, Tusk contará con el aval de la Unión Europea, de la que fue presidente del Consejo como antecesor del actual titular, el belga Henri Michel.

Así, parece previsible que el futuro gobierno deje de lado la campaña anti alemana de la actual administración. Claro que ello implica abandonar las reclamaciones de indemnización por los daños causados durante la Segunda Guerra Mundial. Un punto que no será menor dado la magnitud, en vidas humanas y en bienes materiales, de la barbarie nazi en Polonia.

Con todo, la cuestión anti alemana era más un producto del nacionalismo del PiS que de un sentimiento de la sociedad polaca. En particular, respecto de las nuevas generaciones para quienes la Segunda Guerra Mundial es un tema lejano solo vinculado a sus abuelos y bisabuelos.

Prueba de ello fue el voto masivo de la juventud a favor de los partidos pro europeos en proporciones de 7 a 1. Precisamente, el desarraigo del PiS entre los jóvenes es seguramente el dato más preocupante para el futuro de los nacionalistas.

Con todo, justo es reconocer que la controversial política del nacionalismo populista frente a la Unión Europea no llevó al país al “coqueteo” con la Rusia del presidente Vladimir Putin. Todo lo contrario, a diferencia del nacionalismo húngaro del primer ministro Viktor Orban, el gobierno polaco fue un adversario acérrimo del gobierno ruso.

En cuanto a Ucrania, los vínculos deberían, a su vez, mejorar. La Polonia del primer ministro Morawiecki y, sobre todo, del líder indiscutido del PiS, Jaroslaw Kaczynski, fue un apoyo valiosísimo para el gobierno y el ejército del presidente Volodymyr Zelenski. Diría, ejemplar.

Pero todo cambió cuando la Unión Europea resolvió, en setiembre de 2023, el levantamiento de las restricciones temporarias que aplicó sobre la exportación de cereales ucranianos a Polonia, Hungría, Eslovaquia, Rumania y Bulgaria. La reacción polaca, también la húngara y la eslovaca, fue desobedecer la decisión europea y mantener la prohibición.

El presidente Zelensky no dudó en calificar la actitud polaca de “doble juego”, favorable a Rusia. Del lado polaco, el primer ministro Morawiecki anunció la finalización de la entrega de armas a Ucrania. Y el presidente Duda echó nafta al fuego cuando comparó a Zelensky con alguien que se hunde y arrastra a quienes intentan salvarlo.

En rigor, la controversia mucho tiene que ver con el tiempo electoral que acaba de culminar. Ocurre que el voto campesino en Polonia es determinante. No reina, pero “hace reyes”. Cuenta con un partido político, precisamente el Partido Campesino que acaba de “recaudar” el 13,5 por ciento de los votos y 57 diputados.

La prohibición de la importación de cereales fue más un guiño dirigido al electorado campesino que al partido que lo representa desde su fundación en 1991. El resultado no fue positivo. Por el contrario, el Partido Campesino creció. Pasó de un 5,13 por ciento en 2015 a un 8,55 por ciento en 2019 hasta el actual porcentaje del 13,5.

Claro que la cuestión resuelta en las urnas, pasa ahora a la discusión en la formación del nuevo gobierno. No es un punto menor. Sin dudas, Polonia volverá a apoyar a Ucrania como lo hizo desde un principio. Pero, habrá que encontrar las formas de no perjudicar al sector rural del país.

Florecimiento

Suele decirse que, salvo grandes catástrofes como guerras, pandemias o desastres naturales, es la economía el elemento que decide el resultado de una elección. Polonia lo desmiente rotundamente. Si así hubiese sido, el PiS y sus aliados debieron haber ganado ampliamente. Porque con los nacionalistas-populistas en el poder, la economía floreció.

Es más, la economía fue parte importante de la campaña del oficialismo. El jefe del PiS Jaroslaw Kaczynski afirmaba que el ingreso promedio actual de un polaco equivale al 80 por ciento del correspondiente a un ciudadano de la Unión Europea. Y se preguntaba: pensábamos acaso hace doce años que alcanzaríamos tan rápido los niveles de Europa Occidental.

Y es cierto. Cuando se sumó a la Unión Europea en 2004, Polonia formaba parte de los tres países más pobres junto con Letonia y Lituania. Hoy, el nivel de vida de un polaco supera al de un griego, al de un portugués, al de un eslovaco, al de un húngaro y sigue muy de cerca al de un español.

Otros datos: el Producto Bruto Interno (PBI), entre el 2015 y el 2023, creció un envidiable 32 por ciento y el desempleo cayó a la mitad para situarse en un 5 por ciento, guarismo considerado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como pleno empleo.

Hace treinta años, el PBI per cápita orillaba el 30 por ciento del correspondiente a un alemán, hoy se ubica en el 70 por ciento.

Semejantes éxitos se deben no solo al PiS, sino a una continuidad de la política económica basada en las reglas del capitalismo, aunque, en el caso polaco, con una acción social de importancia por parte del Estado.

Así, desde su llegada al poder hace ocho años, el PiS instauró una serie de medidas de alcance social como los subsidios familiares de 500 zlotys (120 dólares) para las familias con menores ingresos. En su primera reelección, el partido amplió el subsidio a la totalidad de los grupos familiares. Otro tanto pasó con la instauración de dos aguinaldos completos para los jubilados.

En contraste, durante el anterior gobierno “liberal” de Donald Tusk y de su sucesora Ewa Kopacz, el apego a una ortodoxia económica sin contemplaciones arrojó como resultado un 14 por ciento de desocupación.

Aunque de manera irresponsable, el PiS fijó la edad jubilatoria en 65 años para los hombres y en 60 para las mujeres, bajo el marco de una sociedad cuyos integrantes reflejan un promedio de edad creciente. Es decir, una sociedad que envejece con escaso recambio.

Contracaras: la deuda de Polonia es perfectamente manejable. Orilla el 50 por ciento del Producto Bruto Interno contra una media europea vecina del 80 por ciento. Un éxito que algunos critican no sin cierta razón, con argumentos como la falta de inversión en los servicios públicos, particularmente en salud y educación.

El populismo oficialista queda plasmado en decisiones como la rebaja de la tasa de interés en un contexto inflacionario y la reducción del precio de los combustibles.

En Polonia, la inflación ronda el doble -8,2 por ciento anualizada- que la registrada por el promedio de la Unión Europea. Un punto que el PiS no considera central, al menos durante la campaña electoral.

No son pocos pues, aunque con algunos bemoles, los argumentos para emitir un voto a favor del oficialismo. Sin embargo, la sociedad decidió otra cosa. La economía, aunque más no sea en Polonia, no lo es todo. O, en todo caso, el crecimiento de la “torta” permite licencias.

Y entonces…

¿Cuáles fueron entonces las causas de la derrota del nacionalismo “floreciente”? Hay que buscarlas fuera de la economía y es difícil clasificarlas en orden de importancia. Como suele ocurrir, tanto en los triunfos como en los fracasos, las causas suelen ser múltiples.

Una de las causas es, sin dudas, el ya mencionado alejamiento de Europa en general que incluye la revisión de la política extremadamente solidaria con Ucrania. Para la mayoría de los jóvenes, en particular, imaginar a Polonia a contramano de la Unión Europea equivale a dramatizar su futuro.

Para una parte no desdeñable de esa juventud, el anti abortismo militante del gobierno, del Pis, y de la Corte Suprema, fue motivo determinante para el voto opositor. No se trata de la totalidad de la juventud, ni de la totalidad de las mujeres, el otro colectivo que votó, mayoritariamente, oposición.

Es que, si bien en franco retroceso, la Iglesia Católica polaca goza de una consideración especial entre la población a partir de su resistencia al comunismo modelo soviético que rigió desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial hasta el comienzo de la década de 1980.

Pero, fue hace mucho. Más de la mitad de los ciudadanos que votan actualmente no vivieron aquel período o lo atravesaron durante su infancia. Ergo, la influencia de la Iglesia Católica decrece al ritmo de los cambios en las relaciones sociales y familiares entre los polacos.

A Europa y al aborto debe agregarse el avance del gobierno nacionalista sobre la justicia. Es un clásico. Sucede en todas partes del mundo donde los gobiernos pretenden construir una justicia dependiente del poder político.

Polonia no fue la excepción. Solo que su membresía dentro de la Unión Europea resultó un obstáculo insalvable a la hora de profundizar el objetivo de una justicia adicta. Por un lado, la UE retuvo los fondos que correspondían a Polonia para recuperar la economía tras la pandemia. Por otro lado, el salto al vacío que significaba un alejamiento de Occidente.

Y queda el Estado de Derecho, más allá del capítulo judicial. La sociedad polaca demostró que es posible retornar, democráticamente y mediante la voluntad popular, de un populismo que utilizó todas las armas a su alcance para permanecer en el poder.

Se trata de un ejemplo que vale la pena tener en cuenta pero que no necesariamente es aplicable en todos lados.

En Polonia, el gobierno populista manipuló hasta el cansancio la campaña electoral con publicidad y con decisiones políticas direccionadas para obtener un triunfo en las urnas. Habló de traidores a la patria y de “esbirros” de Alemania para calificar a la oposición. Hizo lo imposible por ganar y perdió.

Resta ahora resolver la actitud del nuevo gobierno frente a este pasado inmediato. El hartazgo popular respecto de la conflictividad política fue determinante. A primera vista, no puede repetirse.

No obstante, imaginar que el populismo aceptará las reglas de la convivencia democrática sin intentar alterarlas resulta, cuando menos, ingenuo. Más aún cuando el PiS controla la Corte Constitucional, el ministerio público, gran parte del aparato judicial, la televisión pública y el Banco Nacional.

Ya lo dijo el jefe populista Jaroslaw Kaczynski “comienza un período de luchas y de tensiones”. Tal vez sea así, pero de momento, se trata de un gobierno populista que se va.

INT/ag.luisdomenianni.vfn/rp.

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