lunes 6 mayo 2024

Corea del Norte: una dictadura comunista, nacionalista, militar, dinástica y nuclear

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Por Luis Domenianni*****

¿Qué hacer con Corea del Norte? Es la pregunta que se formulan los sucesivos gobiernos norteamericanos, japoneses y surcoreanos desde aquella demanda de utilizar capacidad que formulase el general McArthur en 1951 en plena Guerra de Corea. La demanda fue desoída y, desde entonces, Corea del Norte decidió –y logró- convertirse en potencia nuclear.

Lejos quedó aquel intento del ex presidente Donald Trump de acordar una convivencia con el dictador norcoreano Kim Jong-un. Esas conversaciones finalizaron en un fracaso, al igual que los acercamientos, en el pasado, entre las dos Coreas.

Tras la Guerra de Corea ganó tiempo y consiguió, en los 75 años de su existencia, pasar de mero apéndice de China y, en menor medida, de la ex Unión Soviética, a su actual estatus de Estado nuclear con capacidad balística para disparar misiles intercontinentales.

Es más, como para que no queden dudas, Corea del Norte acaba de inscribir en la Constitución del país su característica nuclear militar. Como anunció el dictador Kim, “la política de construcción de la fuerza nuclear de la República Popular Democrática de Corea –Corea del Norte- pasó a ser permanente en tanto que ley fundamental del Estado”.

Entre los años 2006 y 2017, Corea del Norte procedió a seis ensayos nucleares. Desde entonces, ninguno más. Pero en 2022, la dictadura comunista dio a conocer su nueva doctrina que hace irreversible su situación de potencia nuclear y que autoriza a llevar a cabo –el punto central- un ataque nuclear preventivo en caso de amenaza existencial contra su régimen.

En su discurso ante la Asamblea Nacional –completamente dominada por el gobierno-, Kim acusó a Estados Unidos, Corea del Sur y Japón de acordar una alianza militar tripartita que “representa una versión asiática de la OTAN”.

La calificó como la peor amenaza para Corea del Norte. Aclaró que no era retórica, ni meramente imaginativa. Por el contrario, reafirmó que “por tanto, es esencial acelerar la modernización de nuestras armas nucleares para contar con ventajas definitivas en la estrategia de disuasión”.

Corea del Norte siempre se caracterizó por subir la apuesta. Solo debió dar marcha atrás cuando el país atravesó una hambruna (1995-1998) que lo llevó a morigerar sus intenciones bélicas. La primera detonación de una bomba nuclear norcoreana ocurrió en 2006.

Actualmente, por el contrario, la retórica guerrera recuperó su impulso. A fines de setiembre 2023, a través de su embajador ante las Naciones Unidas, Corea del Norte previno que la península coreana estaba al borde de una guerra nuclear.

Todo indica, al menos para no pocos observadores, que el país bien puede reanudar sus ensayos nucleares. O, al menos, proceder al séptimo de su historia.

De su lado, el presidente de Corea del Sur Yoon Suk-yeol amenazó con una respuesta “aplastante por parte de la alianza norteamericana-surcoreana si la vecina norteña procede a utilizar su arsenal nuclear”.

Amenazas que no intimidan a nadie. Por el contrario, Corea del Norte procedió a dos disparos de misiles balísticos de corto alcance durante setiembre 2023. Los llevó a cabo mientras el dictador Kim se abrazaba en una base aérea rusa con su colega Vladimir Putin.

Más allá de la simbología del encuentro, para Corea del Norte es de interés contar con el asesoramiento ruso para desarrollar su programa balístico. Y para Rusia, es de especial interés contar con las municiones norcoreanas en su guerra de invasión a Ucrania.

Un lugar en el mundo

Nadie puede afirmar que la presente etapa en la vida de Corea del Norte resulte caracterizada por la abundancia. La economía norcoreana se estancó como consecuencia del “cierre hermético” del país ante el riesgo de la pandemia del Coronavirus y de las sanciones internacionales que la castigan.

No obstante, es posible afirmar que el retraso norcoreano respecto de la producción es compensado por el desarrollo militar de las capacidades nucleares y balísticas. Así, nadie, en el mundo, puede desentenderse de la cuestión norcoreana. Sencillamente, porque una guerra nuclear siempre es posible.

Como imaginaba el presidente francés Charles De Gaulle, “si quieres sentarte en la mesa de quienes deciden en el mundo, debes contar con una “force de frappe”, fuerza nuclear”. Y es así. Hoy, la dictadura norcoreana no precisa “mendigar” ayuda. La obtiene como consecuencia de su capacidad bélica.

No se trata de prescindir de la colaboración rusa y china, absolutamente necesarias. Pero es una colaboración que se discute entre casi iguales.

En tal sentido, la profundización de la división internacional que genera la invasión rusa a Ucrania y los sucesos medio orientales, operan como impulso para el acercamiento entre Corea del Norte y Rusia. También con China, en su disputa con los Estados Unidos por la supremacía mundial.

A la fecha, las alianzas en la región del Lejano Oriente van más allá de caracterizaciones ideológicas. No es el comunismo, el eje de la alianza Rusia-China-Corea del Norte. Tampoco lo es su contracara para la coalición Estados Unidos-Japón-Corea del Sur.

Otros factores se conjugan al respecto. Por ejemplo, una política regional para la zona de la frontera común con Rusia y con China. Por ejemplo, cerca de la región rusa de Vladivostok, Corea del Norte cuenta con una zona económica especial en Rason.

Además, el progresivo abandono de los pobladores rusos de Siberia que se verifica en los últimos años, da pie al ingreso de miles de trabajadores norcoreanos para su reemplazo. Muchos de ellos se desplazan hasta los países de Europa Oriental como mano de obra barata. Todos ellos remiten dinero a sus familias. Dinero bienvenido por el régimen dictatorial.

Pero, la frutilla del postre, sin dudas, la puso el reciente encuentro del dictador Kim con su colega ruso Putin, en una base militar del Lejano Oriente ruso. Para mostrar la importancia de las cuestiones regionales, Kim no tomó el avión y viajó en tren. Pero el momento cumbre fue cuando Putin conversó sobre la compra de municiones norcoreanas.

Momento cumbre porque quedó invertida la tradicional ecuación. Rusia pedía ayuda a Corea del Norte. Un triunfo, sin dudas, para Kim, hijo y nieto de los dos dictadores anteriores, quienes jamás imaginaron la llegada de ese momento.

Las relaciones ruso-norcoreanas nunca fueron del todo satisfactorias. Nadie olvida el alza de los precios del petróleo y los fertilizantes –productos críticos en Corea del Norte- tras la caída de la Unión Soviética.

Por aquel entonces, de un plumazo, la nueva Rusia cortó las subvenciones para “los países hermanos” y agravó de manera sustancial la hambruna catastrófica que afectó a Corea del Norte durante la segunda mitad de la década de 1990. Más allá del amargo recuerdo, la dictadura aprendió que solo podía contar con sus propias fuerzas.

Nacionalismo y…

A la hora de comprender y catalogar al régimen norcoreano no alcanza con señalar sus características dictatoriales comunistas. Dos elementos adicionales contribuyen a la definición precisa: el carácter nacionalista a ultranza y el componente militar. En síntesis, Corea del Norte es una dictadura militar, comunista y nacionalista. Aunque al frente cuente con un civil.

En rigor, debería agregarse como tercer componente al dinástico que hace que el abuelo Kim, el padre Kim y el hijo/nieto Kim hayan sido y continúen siendo, los únicos tres dirigentes del país en tres cuartos de siglo de “independencia”, tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial.

En la práctica, dichos componentes se amalgaman para avanzar en un camino autárquico. Durante la pandemia, el país se aisló por completo. Inclusive de sus aliados. Es decir, de Rusia y de China.

No obstante, Corea del Norte avanzó espectacularmente en el terreno militar con producción no solo de misiles balísticos sino también con la botadura de un submarino nuclear. ¿Cómo fue financiado? Gracias a las remesas de los trabajadores del extranjero y al empleo del Ejército en el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura.

Ocurre que el Ejército norcoreano, en un país de 26 millones de habitantes, ocupa a 1,2 millón de militares. Es decir, el cinco por ciento de la población total y más del diez por ciento de la población activa viste de uniforme.

Hay sectores de la producción norcoreana que quedan por completo bajo la órbita de las Fuerzas Armadas. Ejemplo: la aeronáutica y la informática. Pero, además, como el país no está en situación de guerra abierta, el Ejército se ocupa de la construcción de infraestructura. Puertos, rutas y hasta viviendas caen bajo su órbita.

En materia económica, el régimen va y viene con la concesión de mayor o menor autonomía a la dirección de las empresas industriales y agrícolas. Es que se trata de limitar la injerencia militar en la producción. Kim nieto muestra intenciones de avanzar en este sentido. Pero resultados por ahora no aparecen. Es decir, la producción no crece.

Un último elemento que caracteriza al régimen es una modernización a su manera. Tras la liberación de Japón, la creación de la República Popular Democrática de Corea –el nombre oficial del país- y la partida de las tropas rusas “liberadoras” en 1948, el gobierno dividió a la sociedad norcoreana mediante la implantación de un sistema denominado “songbum”.

El “songbum” consistía en establecer la vigencia de una clasificación socio-política de los ciudadanos. Desde una categoría de privilegiados hasta una categoría de discriminados. Entre los primeros, figuraban los compañeros “revolucionarios” del Kim Il-sung, el fundador de la dinastía. Entre los últimos, los nacionalistas que poblaron las cárceles japonesas.

La clasificación se mantuvo intacta hasta que la hambruna de finales de los años 1990 modificó el “songbum”. Los privilegios cambiaron. El Estado abandonó a su suerte al este del país, la región más afectada por la hambruna, y apostó al reemplazo de muchos dirigentes por la casta militar.

La introducción reciente de criterios de modernidad privilegia las competencias profesionales por sobre la pertenencia a las fuerzas armadas o por sobre la clasificación social originaria. Con todo, aún dentro de la promoción de las competencias profesionales, siempre llegan primero los familiares de quienes lucharon junto al abuelo Kim contra la ocupación japonesa.

… comunismo

Sin equívocos, Corea del Norte es un estado comunista. Su fundador fue Kim Il-sung, el abuelo del actual líder Kim Jong-un. Su rol en la lucha contra la ocupación japonesa, durante la Segunda Guerra Mundial, fue esencial. Con todo, su ascenso se debió a la ocupación del norte coreano por las tropas rusas.

El abuelo Kim maniobró entonces para quedar como único amo del país. En el mejor estilo estaliniano, comenzó la “depuración” de los cuadros políticos como el secretario general del Partido Comunista Pak Hon-yong a quién Kim abuelo hizo acusar como espía a favor de Estados Unidos con la consiguiente condena a muerte en 1955.

Luego se encargó de “purgar” a los comunistas que habían participado de la Guerra Civil en la vecina China. Por último, a sus colegas pro rusos, algunos de los cuales habían sido su principal sostén al comienzo de la lucha por la “liberación”.

Cuando ya nadie estaba en condiciones de enfrentarlo guardó en el archivo el correspondiente internacionalismo comunista para reconvertirlo en un nacionalismo exacerbado denominado doctrina “Juche”. Aprovechó por el entonces la ruptura y el enfrentamiento entre las dictaduras marxistas de China y de Rusia.

A la fecha, Kim Il-sung, el abuelo Kim, aparece ante los ojos de sus compatriotas como el líder que liberó al país de la presencia de tropas extranjeras. Algo que no es poca cosa luego de años de dominio chino, primero, y japonés, después.

Todo aquello continúa presente, pero modificado por el nieto Kim Jong-un, actual líder del país. Su estilo es diferente al de su padre y al de su abuelo. Por ejemplo, nieto Kim se expresa en público. Aparece en televisión, da discursos y, generalmente, inaugura viviendas, su puesta en escena favorito. Su padre y su abuelo fueron “puro secreto”.

También es cierto que las referencias propagandísticas hacia sus ascendientes fueron reducidas. Algunas “obras de arte” aparecen en muros donde había paneles dedicados al padre o al abuelo. No obstante, el “culto de la personalidad” de nieto Kim nada tiene que envidiar al de sus familiares predecesores.

Al calor de la historia, nieto Kim mezcla su gobierno con el sentimiento nacionalista exacerbado imperante en Corea del Norte. Los recuerdos de la partición de Corea inconsulta y decidida por las grandes potencias y de los bombardeos norteamericanos con napalm durante la guerra de 1951 ayudan para el chauvinismo que impera en el país.

Alemania, Vietnam, Yemen alcanzaron su unificación en el pasado. No así Corea. En la actualidad, la idea continúa vigente en el Norte. No tanto en el Sur. Es que la prosperidad sureña se vería afectada en caso de una reunificación acordada. Es decir, el sur desarrollado debería subvencionar al norte retrasado.

Una reunificación “soft”, tipo federación, aparece como casi imposible, al menos mientras las viejas generaciones y los militares sedientos de revancha mantengan posiciones de poder. Bajo estas condiciones, solo la absorción de una Corea por la otra desembocaría en una reunificación.

Si fuese posible llegar a la firma de un tratado de paz –actualmente ambos estados están en estado de guerra solo aletargado por un mero armisticio- resultaría un avance de proporciones.

Pero aparece como poco realista al tener en cuenta el alineamiento entre dos bloques antagonistas. De un lado, Corea del Norte, China, Rusia. Del otro, Corea del Sur, Japón, Estados Unidos.

INT/ag.luisdomenianni.vfn/rp.

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