Por Lic. Darío Calvo Lobbe (*)
En 2013, el jefe del Estado Mayor de la Defensa de la Federación de Rusia, el general Valeri Gerasimov, escribió “El valor de la ciencia en la anticipación” El artículo fue publicado en la revista Voyenno-Promyshlennyy Kurier, de gran relevancia para la comunidad militar rusa. En él, Gerasimov describe lo que podría considerarse como el concepto de guerra híbrida desde la perspectiva rusa, lo cual resulta especialmente interesante.
Afirma que las reglas de la guerra han cambiado. En la actualidad, los medios no militares son tan importantes (o incluso más) que los militares para alcanzar ciertos objetivos estratégicos. Además, expone cómo Rusia interpreta que los países occidentales aplicaron una guerra hibrida durante las revueltas del norte de África, en el contexto de la llamada Primavera Árabe.
Esta nueva forma de hacer la guerra fue utilizada por la Federación de Rusia en la guerra de Georgia de 2006 y en la guerra de Ucrania de 2012. La posterior anexión de Crimea le permitió, además, asegurar una salida al Mediterráneo. La doctrina Gerasimov propone una nueva forma de instrumentar la estrategia militar. Utiliza todos los métodos que posee el Estado para alcanzar los objetivos definidos por la estrategia nacional.
El concepto de guerra híbrida
Gerasimov utiliza el concepto de «guerra híbrida» o sus derivados en un sentido diferente al habitual en Occidente. Para Frank Hoffman, considerado el padre del concepto, la guerra híbrida «incorpora diversas formas de hacer la guerra. Incluye medios convencionales, tácticas y formaciones irregulares, atentados terroristas —con violencia y coerción indiscriminadas— y desorden criminal».
Es decir, en la guerra híbrida se combinan acciones militares convencionales con otras propias de la guerra irregular. En cambio, para Gerasimov, los «métodos híbridos» son justamente aquellos que van más allá de lo militar tradicional. Él entiende que la combinación de acciones tradicionales con lo que llama «acciones híbridas» (lo que en Occidente se entiende como guerra híbrida) es una característica general de los conflictos armados contemporáneos.
La doctrina Gerasimov postula que una ventaja de las acciones híbridas es que dificultan la identificación de la agresión por parte del oponente. En ese terreno difuso entre la paz y la guerra, los Estados pueden amenazarse y agredirse sin recurrir, en un inicio, a medios militares. Estos pueden incorporarse en una segunda etapa, capitalizando los avances logrados mediante medidas económicas, políticas, comunicacionales y otras.
Moscú ha aplicado esta lógica bajo el concepto de guerra no lineal o doctrina Gerasimov. Algunos ejemplos incluyen el ciberataque a Estonia en 2007 y la guerra en Georgia un año después. Sin embargo, el caso emblemático fue la crisis de Ucrania en 2014.
Allí, el Kremlin explotó intensamente los planos psicológico y mediático, incluidas las redes sociales. Logró así varios objetivos: desacreditar a su oponente, erosionar su imagen internacional, explotar los clivajes étnicos para fragmentar el cuerpo social ucraniano, maximizar los logros de los rebeldes prorrusos en el oriente del país y envolver en misterio las acciones de sus propias unidades de combate.
De forma paralela, se desarrollaron acciones bélicas ejecutadas por fuerzas especiales rusas o milicias locales. En términos de estrategia militar rusa, estos hechos se inscriben en el concepto de maskirovka (enmascaramiento). E ste alude a operaciones de engaño y distracción que optimizan las acciones militares propias mediante el «factor sorpresa» y la confusión del adversario.
La doctrina también se sustenta en una hipótesis central: cuanto más acciones indirectas realice un Estado sobre sus objetivos, menor será la necesidad de ejecutar acciones directas. Gerasimov considera que los conflictos armados ya no pueden ser afrontados exclusivamente por actores militares.
Hoy el campo de batalla es multidimensional. Aunque la conducción de la guerra siempre ha sido político-militar, su ejecución ha trascendido lo estrictamente operacional. Por ello, Gerasimov detalla varias acciones que forman parte de la doctrina rusa contemporánea de guerra:
En el plano estratégico: uso de métodos no militares para alcanzar objetivos políticos y estratégicos; aplicación de medidas políticas, económicas, informativas, humanitarias; explotación del malestar social y uso de medidas encubiertas.
En el plano operacional: integración de capacidades de mando, control y apoyo; operaciones dinámicas; pausas tácticas y operacionales para ocultar al enemigo; uso masivo de tecnologías de información y de fuerzas; operaciones remotas sin contacto; conducción que diluye los niveles ofensivos y defensivos; empleo de armas de precisión; operaciones asimétricas como subversión, fuerzas especiales y guerra de información.
El momento unipolar posterior a la Guerra Fría marcó el cenit tecnológico-militar de Estados Unidos. Fue entonces cuando se impuso la idea de que la Humanidad asistía a una «Revolución en los Asuntos Militares» (RMA), basada en innovaciones tecnológicas.
Entre ellas se encuentran las comunicaciones vía satélite, municiones de precisión guiadas por GPS, tecnología stealth (que hace indetectables al radar los medios que la incorporan), vehículos remotamente pilotados y sistemas digitalizados de mando y control.
Estos avances prometían otorgar «superioridad informativa», cambiar la naturaleza misma de los conflictos armados, disipar para siempre la «niebla de la guerra», reducir los daños colaterales al mínimo y asegurar una victoria inocua al actor tecnológicamente superior.
En palabras de Clausewitz:: «La Guerra no es más que un duelo en una escala más amplia… La guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad… La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios». (Clausewitz 1983 [1832]).
Al comenzar el siglo XXI nos enfrentamos a una realidad inquietante: una interacción novedosa y compleja de factores que incrementan el riesgo de nuevos tipos de conflictos armados. También dan lugar a explosiones de violencia sin precedentes. Esta era, marcada por la globalización y la rápida evolución tecnológica, ha transformado la esencia misma de la guerra. Como resultado, emergen dinámicas bélicas radicalmente distintas a las del pasado.
En este contexto, surgen diversas perspectivas que buscan definir y comprender la naturaleza del conflicto bélico moderno. Estas posturas, muchas veces divergentes, intentan analizar sus causas, consecuencias y características distintivas. Abarcan desde el análisis geoestratégico hasta el estudio de sus impactos sociales y humanitarios.
La proliferación de actores no estatales, el uso de ciberarmas y la difuminación de las fronteras entre conflictos internos e internacionales complejizan aún más el panorama. Esta intrincada ecuación del peligro exige un análisis profundo y multidisciplinario, orientado a anticipar y mitigar sus efectos devastadores.
(*)Licenciado en Ciencia Política (UNSAM-CONICET). Licenciado en Relaciones Internacionales (UNSAM- Argentina). Magister en Historia de la Guerra (Escuela Superior de Guerra del Ejercito- UNDEF- Argentina)
INT/ag.agencias.lisaNews./rp