jueves 25 abril 2024

Progresos en el tratamiento de efluentes industriales tóxicos

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La cuenca Matanza-Riachuelo fue el sumidero cloacal de Capital Federal durante los últimos 100 años. Hoy, es la cuenca fluvial más contaminada de la Argentina. Se estima que en total existen 4000 industrias radicadas en las márgenes medias e inferiores de la cuenca, que aportan efluentes con altas cargas orgánicas y tóxicas. Se busca impulsar el uso de sistemas de depuración de vertidos que permitan a las fábricas adecuar sus residuos líquidos antes de liberarlos al ambiente


Los sistemas de tratamiento de efluentes (STE) son fundamentales para disminuir los impactos negativos de la actividad industrial sobre los causes de agua. Por ello, las industrias están obligadas a tratar sus desechos líquidos. Dado que los STE funcionan en base a microorganismos, si los niveles de los compuestos químicos a procesar superan los límites de toxicidad establecidos, pueden dejar de funcionar.


Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) analizó los compuestos que ingresan al STE de una planta de bebidas gaseosas de la cuenca Matanza-Riachuelo y sugirió medidas para prolongar su vida útil y minimizar los daños ambientales. Los investigadores explican los fundamentos de un sistema de tratamiento de efluentes.


“Las industrias liberan efluentes al ambiente. Para que esos vertidos sean lo menos nocivos posible para los cuerpos de agua dulce, se los debe mantener dentro de los niveles de oxígeno, conductividad, sólidos y otros parámetros que establece la ley. Por eso, los establecimientos deben implementar sistemas de tratamiento de efluentes, que funcionan mejor o peor —y, por ende, producen más o menos contaminación— según los efluentes que reciban para procesar”, dijo María Lourdes Landoni, Licenciada en Ciencias Ambientales (FAUBA) y autora de la tesis de grado que sirvió de marco para el estudio.


Los resultados de Landoni —quien fuera dirigida en su tesis por Martha Bargiela, profesora de la FAUBA— mostraron que la industria de bebidas gaseosas producía compuestos químicos que superaban los valores mínimos establecidos.


“Primero, determinamos que la planta usaba en total 153 productos e identificamos cuáles se descargaban al STE. Después, evaluamos en laboratorio la toxicidad de 41 de ellos y vimos que 8 eran críticos; básicamente, lubricantes, desinfectantes, productos para lavar instalaciones y botellas de vidrio, y tintas para rotular envases. De los ocho, cinco superaron el límite de toxicidad durante todo el semestre evaluado”.


Lourdes explicó que, en función de esos hallazgos, se le planteó a la industria una metodología de gestión temprana de productos químicos. La propuesta se centró en reducir el consumo de tales productos en la planta. “La industria evaluada comenzó a adoptar nuestras propuestas en 2019. Con este manejo previo, la carga tóxica del líquido que entra al STE disminuyó, lo cual ayuda a mantener la buena salud de los microorganismos encargados de la detoxificación”.


En este sentido, añadió: “El objetivo último es obtener aguas residuales lo más biodegradables que sea posible. Esto permitirá asegurar la confiabilidad del proceso de depuración de aguas y que se cumpla la normativa vigente”.


“Hay varios sistemas de tratamiento. En el caso que estudiamos se trataba de un sistema aeróbico. Es decir que en una parte del STE hay microorganismos que dependen del oxígeno para desarrollarse, y mientras se desarrollan consumen los compuestos químicos que le llegan de la planta industrial”, explicó Landoni.


La investigadora resaltó que cuando las industrias ponen en funcionamiento un STE desde cero, inoculan por única vez sus reactores aeróbicos con un barro rico en microorganismos. Luego, según el tipo y la toxicidad de los efluentes que lleguen al sistema de tratamiento, algunos de esos microorganismos se adaptarán y sobrevivirán, y otros no. Por lo tanto, cada industria en particular genera en su STE una flora microbiana específica.


Y agregó: “Después de que los microorganismos actúan, los líquidos —ya con una carga menor de sustancias orgánicas— siguen su camino por el sistema de tratamiento, donde se los filtra y decanta. También se separan y deshidratan los barros en suspensión. Al final del proceso, se toman las muestras reglamentarias del líquido y se lo vierte al Riachuelo. Una parte de esa agua recuperada no se descarta, sino que se usa en limpieza de pisos y equipos, y en las partes internas de las torres de enfriamiento.


“Por eso, es básico mantener el sistema en buen estado. Si de repente los líquidos que llegan al STE son demasiado tóxicos, se pueden llegar a perder los microorganismos. Además de generar posibles impactos negativos para el ambiente, un shock químico severo puede producir la pérdida completa de los lodos activados. Esto implica parar la planta para vaciar los reactores aeróbicos y re-inocular los mismos con barros activados importados. Esta maniobra implica incurrir en costos altísimos para la industria”, puntualizó Lourdes.

Fuente: Pablo A. Roset (SLT-FAUBA)

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