Día 17. Sugiere un viejo consejo que es “mejor reír que llorar” ante las situaciones inesperadas, y en estos tiempos difíciles con una rápida mirada por las redes sociales basta para descubrir el divertido ingenio, que vertiginosa y abundantemente, circula por las redes con el fin de provocar una sonrisa o reír a carcajadas sin límite de edad y aún en la soledad de la cuarentena.
Estar de buen humor en esta dramática etapa, en la que nos sumergió el inesperado Covid-19, resulta indispensable para superarla. “El humor es otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia”, sentenció Viktor Frankl (1905-1997), neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco, fundador de la logoterapia y el análisis existencial, quien sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis.
Esa tremenda experiencia le permitió a Frankl afirma que en la existencia humana, el buen humor puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por algunos segundos.
Ahora que está de moda imaginemos un encuentro por Zoom entre destacados políticos, filósofos, artistas e influencers de todas las épocas. Les pediremos amablemente que reflexionen sobre el humor.
La finalidad de este esfuerzo titánico consiste en levantar el ánimo, entender que no somos los primeros en sufrir una tragedia ni seremos los únicos en superarla. Así que sin más, zarpemos sin barbijo ni guantes al mundo en el que los dramas se toman con soda, las palabras calman los nervios y ayudan a convivir con un mínimo de tolerancia y piedad.
Abre la ronda Henry Ward Beecher, (1813 – 1887), clérigo congregacionalista estadounidense y prominente abolicionista de la esclavitud quien afirma de manera categórica: El buen humor hace que todas las cosas sean tolerables.
Pide la palabra Thomas Fuller, (1608 -1661), historiador y miembro de la Iglesia de Inglaterra, quien se mosquea un poco y dice: Hay tres cosas que es indiscreto manifestar: el ingenio en presencia de todos, la riqueza delante de los pobres y la alegría frente a los que lloran.
Ante este dilema planteado, quien se ve obligado a intervenir es Winston Churchill (1874 – 1965), político, estadista, historiador y escritor británico quien, compasivo, intenta fijar su posición cuando expresa: La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor los consuela de lo que son.
Charles Chaplin, a quien todos conocen porque es inmortal, famoso por mostrar cosas muy serias apelando a situaciones insólitas, cortito y al pie dice: Un día sin reír es un día perdido.
Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.), considerado junto a Platón, el padre de la filosofía occidental lo aplaude y agrega: la risa es un elemento valioso para la salud.
Camilo José Cela (1916-2002) miembro de la Real Academia Española, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1987, Premio Nobel de Literatura en 1989 y Premio Cervantes en 1995, introduce un matiz inquietante con su profunda reflexión: el humor es la gran coraza con la que uno se defiende en este valle de lágrimas.
Esta idea dramática logra la adhesión de nuestro Negro Fontanarrosa, padre de Inodoro Pereyra y Boogie el aceitoso, quien sin anestesia lanza: el humor no debe ser risa. Si, sonrisa. Y, de ser posible, llanto amargo.
Para cerrar vale la pena volver a retomar a Viktor Frankl y reiterar su pensamiento: “el humor es otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia y en la existencia humana, el humor puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por algunos segundos”.
Y como el entusiasmo sobre la materia empezó a crecer, se multiplicaron los pedidos para hacer uso de la palabra y el tiempo de la APP se agotaba, convinimos con Sigmund Freud (1856 – 1939), el padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX, que habiendo llegado a este punto, por hoy lo dejamos acá.
CC/rp.
