miércoles 24 abril 2024

Cuaderno de opiniones: La economía argentina atraviesa un período posindustrial

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«Un modelo de desarrollo nacional construido desde los sectores y las regiones»
Por Ignacio Bruera


Economías complejas y de alto potencial para la diversificación como la argentina tienen la posibilidad de crecer e integrarse territorialmente mediante el desarrollo de sectores que históricamente no han contribuido de manera sustantiva en el PBI, así como mediante la revitalización y modernización de sectores tradicionales.

Décadas de contradicciones sobre si campo o industria constituían los sectores que llevarían al desarrollo nacional llevaron al atraso del país y derivaron más recientemente en discusiones estériles en un péndulo entre políticas que han desalentado el desarrollo industrial y miradas que han recibido con desconfianza el auge de los servicios.

2020 ha demostrado aquello que se sabía hace tiempo. La economía argentina atraviesa un período posindustrial en el que motores de crecimiento y generación de empleo tales como los servicios y el comercio son fundamentales para potenciar las bases productivas de la industria, el sector agropecuario y la explotación de recursos naturales en general.

Un país, una provincia o una actividad que no comercializa de manera adecuada el fruto de su esfuerzo manufacturero o que no está en condiciones de sustentarlo con servicios asociados se encuentra de manera inexorable en situación de desventaja competitiva. Por ejemplo, la diferenciación marcaria representa en promedio el 35% de la agregación de valor de los productos agroalimentarios. Esto explica que los Países Bajos, con una superficie de poco menos del doble de la provincia de Tucumán, sea una potencia agraria.

La pandemia del COVID-19 está suponiendo una drástica reorientación de la sociedad a las oportunidades que ofrece la digitalización y, por tanto, a la necesidad de afrontar y acelerar el proceso de transición digital. La digitalización se ha revelado como un factor esencial para afrontar la crisis sanitaria y económica y como un proceso transversal que afecta a todos los sectores.

Suele argumentarse sobre la necesidad de que el país recupere el sendero de crecimiento y desarrollo productivo para superar décadas de decadencia en términos socioeconómicos. Muchos de dichos argumentos giran alrededor de un único modelo de desarrollo nacional que pueda aportar a la recuperación.

Por ejemplo, la minería para atraer inversiones y superar las restricciones de balanza de pagos, la agroindustria y la economía del conocimiento para el desarrollo de las economías regionales y las energías renovables para insertarnos al mundo y aspirar a liderar la agenda ambiental. Un país que logre alcanzar altos estándares de competitividad en todos estos sectores se presenta como muy atractivo en muchos sentidos.

Es atractivo para los empresarios e inversionistas que podrían vislumbrar perspectivas perdurables de crecimiento y rentabilidad, para los trabajadores que podrían especializarse y acceder a empleos y salarios de calidad, para los científicos y tecnólogos que podrían enfocar sus esfuerzos de manera aplicada a algo que realmente le cambie la vida a la gente, y a los políticos que podrían volver a aspirar a cambiar la realidad de manera positiva.

Sin embargo, en países como el nuestro los modelos nacionales de desarrollo cuentan con límites concretos.

La Argentina es uno de los países del mundo con mayor diversidad cultural y, por ende productiva del mundo. Cada realidad regional cuenta con características propias en cuanto a estructura productiva, mercado de trabajo y capacidades empresariales, dotación de recursos naturales e infraestructura, sistema social y político, tradición y cultura. Únicamente partiendo del enfoque que considere a las empresas, al entorno y a las características propias de las empresas dentro de cada entorno, pueden visualizarse los problemas concretos a ser remediados de manera estratégica.

En el marco de los Acuerdos para la Producción que contienen diez consensos para construir una visión compartida sobre el desarrollo de largo plazo y el cambio estructural del país, el Ministerio de Desarrollo Productivo plantea la necesidad de sumar a todos los sectores, de no dejar a ninguno afuera.

Se destacan sectores tales como la energía y la minería, las industrias de la salud, naval, ferroviaria, automotriz, satelital, aeroespacial, renovable y la electromovilidad, desarrollos tecnológicos relacionados con la industria 4.0, la biotecnología, la nanotecnología, el software, las industrias creativas, y la revitalización de las industrias química, textil-calzado, forestal, metalmecánica, muebles, juguetes, electrónica, electrodomésticos, materiales para la construcción, motos y bicicletas.

Una amplia gama de actividades que pueden crecer de manera considerable en el contexto de la especialización flexible gobernada por los servicios y la integración a cadenas globales de valor.

Especialmente en un país de ingresos medios como la Argentina, las ventajas comparativas basadas en los recursos naturales y las ventajas competitivas basadas en costos inferiores dan lugar al desafío de reinventar ventajas innovativas donde el conocimiento y la tecnología aplicada a los procesos productivos estén en condiciones de potenciar exponencialmente los recursos del territorio.

Desarrollo y Territorio requieren políticas de promoción, así como el fomento de los demás factores, capacidades, instituciones, marcos regulatorios y objetivos que les dan forma y contenido, partiendo siempre de la noción de que cada realidad local tal cual se ha conformado a lo largo de su historia está, en mayor o menor medida, atravesado por los procesos de transformación productiva y tecnológica.

En el plano territorial es cada vez más importante el diseño de instrumentos y políticas públicas dirigidas a estimular el aprovechamiento de los recursos locales de manera sustentable con el objetivo de reimpulsar y reevaluar senderos de desarrollo endógenos basados en las potencialidades de las economías regionales. Es más que claro que aquello que cada territorio venía haciendo de manera más o menos regular y lo llevaba a insertarse globalmente con mayor o menor éxito, puede estar agotado frente a los cambios tecnológicos, y sus protagonistas pueden no tener noción acabada de ello.

Es necesario hablar de un federalismo productivo que se sustente en la solución perdurable de las inconsistencias en materia de federalismo fiscal y financiero que presenta nuestro país.

Si los recursos fiscales y la distribución del crédito en cada una de las provincias del país no se orientan a los sectores que pueden aportar crecimiento, cambio tecnológico y empleo, estaremos hablando de un nuevo fracaso en términos de desarrollo económico.

No habrá modelo nacional de desarrollo ni sendero de crecimiento perdurable en el tiempo si no se cuenta con provincias autónomas y estables desde lo fiscal y lo financiero que estén en condiciones de fomentar su sistema productivo.
Ignacio Bruera – Economista
EN/BN/CC/rp.

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