viernes 26 abril 2024

Surfer, DT y virólogo: el uruguayo que se le plantó al Covid 19. Capítulo I

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Cuando Gonzalo Moratorio se convirtió en virólogo
Por Luis Sartori


Allá lejos y hace tiempo, a mediados de los años 60, cuando por el mundo también se desparramaba una pandemia -aunque musical y feliz- llamada beatlemanía, en la Argentina semi militarizada de entonces hubo un apellido que fue sinónimo de equitación, y que se hizo popular: Moratorio. Impensable para la vida de hoy, pero real.

¿El responsable? Carlos Alberto Moratorio, capitán del Ejército, plata olímpica en Tokio 1964 y campeón mundial en 1966 en Inglaterra con su caballo Chalán. Llegó a salir en la tapa de El Gráfico y grabó a fuego su marca en esa disciplina deportiva. Hasta le dieron un Olimpia de Oro y, algo más acá, en 1980, un Konex de Platino.

Largo medio siglo después, sobre la otra orilla del Río de la Plata, en el Uruguay del Covid otro Moratorio, de impetuosos 37 años, es virólogo del Instituto Pasteur de Montevideo y profesor de la Universidad de la República. Y hoy por hoy, aunque no lo confundan con Luis Suárez ni con Edinson Cavani, créase o no, lo paran por la calle, lo invitan a una cerveza en los bares y se le acercan en el mar cuando se interna a surfear -su “terapia”- las olas montevideanas o del balneario Parque del Plata.

Todo esto le pasa a poco de retornado a su país, al cabo de años de especializaciones en Brasil, Estados Unidos y Francia.

Tanta popularidad impensada es incluso previa a la cocarda que le acaba de colgar en su último número la revista number one de la ciencia mundial, Nature: Moratorio fue elegido en diciembre uno de los 10 científicos más influyentes de 2020. Y el único latinoamericano.

En la gran vidriera quedó al lado, por ejemplo, del director general de la Organización Mundial de la Salud, Thedros Adhanom, de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, y de la jefa de Investigación y Desarrollo de Vacunas de la farmacéutica Pfizer, Kathrin Jansen. Aunque lo que más lo enorgullece es figurar en el top ten junto al titular del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los Estados Unidos, Anthony Fauci, con quien llegó a mantener una charla en 2017.

¿Pero qué hizo este virólogo de 1.80 de altura, 92 kilos y sonrisa franca para convertirse casi de la noche a la mañana en una cara conocida y querida en Uruguay?

Creó un test de detección rápida y barata del Covid 19 que cabe en una mano y, al toque, diseñó un plan para que estuviera disponible en los cuatro rincones uruguayos. Resultado: se hicieron muchos tests y se aisló de inmediato a los “casos positivos”, es decir a las personas con el virus en el cuerpo. Consecuencia: se pudo evitar la espiral de contagios durante el largo tiempo que dura un embarazo. Porque gracias a esta estrategia de puro sentido común, y sin cuarentena férrea, Uruguay mantuvo la enfermedad bajo control durante nueve meses, con menos de 100 muertos y apenas 3.100 contagios (0,09% de la población de 3.500.000 habitantes) entre el 13 de marzo, cuando el gobierno declaró la emergencia sanitaria, y principios de diciembre. Por eso, Nature llama al científico uruguayo “El Cazador del Coronavirus” y señala que sus trabajos “ayudaron a su país a evadir una cascada de infecciones y muertes”.

Pero al buen plan uruguayo le apareció una trilogía tóxica: cierta sensación de triunfo definitivo sobre el virus, las noticias de vacunas inminentes y el espíritu relajado del último mes del año ablandaron los cuidados y saltó la térmica del sistema preventivo. Los números se empezaron a disparar a mediados de diciembre y el gobierno de Luis Lacalle Pou y el Parlamento decidieron cerrar las fronteras y restringir las reuniones antes de Navidad, hasta el 10 de enero primero y ahora hasta fin de mes. A principios de 2021 los contagios ya trepan un 500% respecto a diciembre y la cifra de muertes se duplicó. La situación alarma a Moratorio: “Mi miedo es que todos esos esfuerzos se vayan al traste con el verano”.

Nada podía presagiar el subibaja sanitario del año pandémico en Uruguay cuando el joven virólogo volvió para asentarse, a fines de 2018. “Me fui para volver. Me fui para intentar ponerle cara a los nombres de los artículos científicos que leía y admiraba. Y tuve la suerte de trabajar con quienes quería trabajar”, cuenta hoy.
Luis Sartori
CC/BN/vfn/rp.

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