viernes 26 abril 2024

Armenia, derrota militar con consecuencias políticas escasas y geopolíticas de importancia

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Por Luis Domenianni

Una derrota militar, aún sin ocupación del país derrotado, acarrea consecuencias políticas imprevisibles que, por lo general, culminan en un cambio de régimen. Parece una regla absoluta. No lo es: la República de Armenia conforma, al menos de momento, la excepción.

El 09 de octubre de 2020, el primer ministro, el periodista Nikol Pashinian (45 años), firmó un acuerdo de alto el fuego, “gestionado” por Rusia, mediante el cual Armenia reconocía su derrota militar ante su sempiterno enemigo, Azerbaiyán, cedía territorios y aceptaba la presencia de tropas rusas de separación entre fuerzas combatientes.

Las consecuencias no se hicieron esperar. La muy alicaída oposición intentó levantar cabeza con movilizaciones en las calles, una de las cuales llegó a ocupar el Parlamento y con el llamado a una huelga general a partir del 22 de diciembre.

Sin embargo, las protestas con reclamos de dimisión del primer ministro incluido, no lograron movilizar más que una parte de la sociedad. Movilización que, con el correr de los días, perdió impulso.

Es que aun en la derrota militar, el primer ministro cuenta con suficiente prestigio. Inversamente proporcional al desprestigio de la elite post soviética corrupta que fue echada del poder con las movilizaciones populares del 2018, encabezadas por el propio Pachinian y conocidas como “revolución de terciopelo”.

Pero además, el gobernante demostró, aun en la derrota, capacidad para no perder la iniciativa. Su respuesta a la apetencia opositora fue una convocatoria a elecciones anticipadas. El período del actual gobierno debe finalizar en 2023. Las elecciones, aún sin fecha, probablemente se lleven a cabo en el verano o el otoño boreal.

“No puedo renunciar al puesto de primer ministro si el pueblo no lo decide. Si me ratifica su confianza continuaré en la dirección de los asuntos de la República de Armenia. La única forma de responder a estos interrogantes es organizar elecciones legislativas anticipadas”, fue el contenido del tweet del primer ministro.

Sorprendida, la oposición debió dialogar con el gobierno. Exigió condiciones. Reclamó un gobierno de transición hasta el acto electoral, sin el primer ministro. Pero, la calle no respondió. Y el reclamo quedó en la nada.

Dilema opositor: o boicotear la futura elección o presentarse y aceptar una eventual derrota. Es que los sondeos de opinión acreditan solo un ocho por ciento de opiniones favorables a un retorno opositor. Mientras que el oficialismo consigue un apoyo superior al 50 por ciento.

Sí, claro, la derrota militar merma el apoyo al gobierno. Pero nadie parece ignorar que, en gran medida, dicha derrota responde a la corrupción anterior cuando los fondos para la compra de armamentos iban a parar a los bolsillos de la elite, al punto que un cargamento de equipamiento militar fue encontrado en un depósito de un ministro listo para ser revendido.

Sin embargo, no todas son rosas para el primer ministro Pachinian. El hecho de haber perdido una guerra y de firmar un acuerdo poco honorable pasa factura. Factura interna con la dimisión de ministros y parlamentarios oficialistas. Así, el llamado a elecciones anticipadas oficia, además, como dique para frenar deserciones.

¿Qué piensa hacer el primer ministro durante el semestre que lo separa de los comicios anticipados? Pues modificar el código electoral para alcanzar una reforma que sancione un sistema electoral únicamente proporcional.

Actualmente, el sistema es mixto. Un total de 56 diputados son electos por el sistema de lista completa proporcional mientras que los restantes 75 son elegidos individualmente por cada distrito electoral en que se divide el país.

La última elección ocurrió el 09 de diciembre de 2018. Desde entonces, la composición del Parlamento es de 87 bancas para la Alianza Mis Pasos del primer ministro, 44 para la opositora Armenia Próspera y 18 para la también opositora, Armenia Brillante. El Parlamento es unicameral.

El cambio de sistema electoral figuraba en la agenda política dispuesta por el gobierno desde diciembre del 2018. El coronavirus y la guerra con Azerbaiyán postergaron su tratamiento.

Las guerras
El mes y trece días que duró la segunda guerra entre armenios y azeríes, ocurrida en el 2020, reconoce como antecedente cercano la primera guerra del Alto Karabaj que enfrentó a ambos países desde febrero de 1988 hasta mayo de 1994.

Sin embargo, la cuestión del Artsaj –el nombre histórico del Alto Karabaj- remite a antecedentes que se remontan hasta el año 189 antes de Cristo, cuando la región conformó la décima provincia del reino de Armenia.

En el siglo XI, los turcos otomanos ocuparon Armenia y el Alto Karabaj (Artsaj) pasó a ser administrado desde el gobierno provincial turco establecido en la ciudad de Bakú, actual capital del Azerbaiyán. Situación que se mantuvo cuando la región del Cáucaso pasó a ser ocupada por las tropas del Ejército zarista ruso.

La Revolución de Octubre de 1917, que derrocó al zar, dio origen a la proclamación de la República Democrática de Azerbaiyán y a la de la Primera República Armenia. Ambos flamantes estados, a su vez, reivindicaron la soberanía sobre el Artsaj, poblado en un 90 por ciento por armenios.

La reivindicación azerí fue respaldada por el Imperio Otomano y, tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, por el Imperio Británico.

Ambos estados gozaron de corta vida. Primero Azerbaiyán y luego Armenia cayeron bajo el dominio del Ejército Rojo soviético en 1920.

La situación del Alto Karabaj (Artsaj) quedó resuelta de la peor manera posible. El 3 de julio de 1921, el Kabviuro soviético –Oficina del Cáucaso- dirigido por el georgiano Grigory Ordzhonikizde, secundado por el ruso Sergey Kirov, recomendó la integración del Artsaj a Armenia.

Pero, solo dos días después, ocurrió exactamente lo opuesto: la unión del Artsaj al Azerbaiyán soviético, intervención del comisario para las nacionalidades mediante: el también georgiano Iosif Stalin.

A finales de 1922, Armenia y Azerbaiyán integraron oficialmente la Unión Soviética y meses después quedó constituido el Oblast –entidad subnacional- Autónomo del Alto Karabaj dentro de la República Soviética de Azerbaiyán.

Mientras duró el comunismo en el poder, las reivindicaciones armenias sobre el Alto Karabaj (Artsaj) quedaron postergadas. Para Armenia, el comunismo soviético resultaba un manto protector frente a la Turquía, heredera del Imperio Otomano y negadora, hasta hoy, del genocidio de armenios entre los años 1915 y 1923.

El paréntesis terminó con la disolución de la Unión Soviética en 1991. Los armenios del Alto Karabaj iniciaron un movimiento en pro de la unión con la Segunda República de Armenia recién creada. La situación desembocó en un referéndum en el Oblast cuyo resultado fue la declaración de independencia de la República de Artsaj, no reconocida internacionalmente.

La visualización del mapa de la región muestra entonces dos entidades nacionales armenias, diferenciadas de jure, aunque con una moneda común: Armenia y Artsaj, este último con un territorio enclavado dentro de las fronteras azeríes y sin continuidad geográfica con Armenia.

Azerbaiyán nunca aceptó la pérdida del Alto Karabaj. La violencia se apoderó, entonces, de las regiones donde convivían ambas etnias y su espiral desembocó en la llamada Primera Guerra del Alto Karabaj.

Esa primera guerra resultó en un claro triunfo armenio, pese a su menor preparación militar y a una cantidad de armamento inferior al de su rival. No solo la República de Artsaj continuó su existencia en el Alto Karabaj, sino que incorporó territorios azeríes que no solo sirvieron como tapón sino que su ocupación proporcionó una continuidad territorial entre Armenia y Artsaj.

Desde 1994 hasta el 2020, la situación quedó estabilizada aunque no sin incidentes armados esporádicos, ni sin amenazas mutuas.

Ya en el 2020, más precisamente el 27 de setiembre, los combates comenzaron cuando unidades de artillería azeríes bombardearon el territorio de Artsaj.

Pero, esta vez, el resultado favoreció a Azerbaiyán. A la firma del alto el fuego en Moscú, Artsaj y Armenia cedieron su continuidad territorial. Las zonas tapón tomadas en 1994 o fueron recuperadas por la ofensiva azerí, como en el área sur, o debieron ser devueltas a Azerbaiyán.

La continuidad de la existencia de Artsaj como entidad independiente quedó supeditada en los hechos a la presencia de tropas rusas de separación entre contendientes. A su vez, los efectivos rusos mantienen abierto el llamado “corredor de Lachin”, único camino de enlace entre Artsaj y Armenia.

De la Armenia ancestral queda menos de la mitad del territorio originario. Una parte, pequeña, quedó en manos de Irán. La ocupación y el genocidio del Ejército turco desembocó en la pérdida de la mayor parte de territorio armenio en la meseta Anatolia. Es decir la zona oriental de la Turquía actual. Amén de la región del Najicheván, cedida en su momento a Azerbaiyán.

De allí, la necesidad de defender con uñas y dientes lo poco que queda del territorio ancestral.

Dicha defensa es una causa nacional que va más allá de las propias fronteras de Armenia y de Artsaj. Alcanza a la diáspora en todo el mundo. A los 3.600.000 armenios que viven repartidos entre 55 países. Gran parte de ellos, descendientes de emigrados escapados del genocidio turco.

Armenios étnicos que contribuyen con fondos para la continuidad de su nación. Algunos muy famosos como el tenista André Agassi (Agassian) o la mediática Kim Kardashian.

Y sobre todo el intérprete y compositor Shahnur Aznavourian, más conocido como Charles Aznavour, designado “Héroe Nacional”, quién contrabandeó para la causa armenia armas compradas con su peculio durante el Primera Guerra armenio-azerí.

La geopolítica rusa
El conflicto armenio-azerí se inscribe, además, en una lógica geopolítica compleja, con actores estelares y secundarios.

De ese conjunto de actores, dos encabezan la marquesina. Y uno de los dos, por encima del otro. Con cartel francés como suele decirse en la jerga teatral.

Sin dudas, ese papel estelar corresponde a Rusia. Tal como acaba de verse el 12 de enero de 2021 cuando el primer ministro armenio, Nikol Pashinian, y el presidente azerí, Ilham Aliev, acudieron casi presurosos a la cita convocada por el presidente ruso Vladimir Putin.

No se saludaron pero aceptaron sentarse a la misma mesa. Afecto a los símbolos y demostraciones, el presidente ruso ocupó un lado de dicha mesa oval y dejó el otro para los rivales.

El presidente Putin, al término de la reunión, exageró un poco cuando señalo que el alto el fuego es respetado entre los contendientes. Es casi verdad. No totalmente… Y no tuvo mucho más para decir.

No hacía falta, el efecto estaba logrado. Hasta no hace mucho, tanto el primer ministro Pachinian como el presidente Aliev emitían bravatas sobre el eventual triunfo de sus tropas. Este último continuó haciéndolo una vez alcanzada la victoria azerí. Pero todo terminó cuando Putin así lo dispuso.

Primer efecto: del lado armenio, al primer ministro Pachinian le quedó claro que si pretende mantener el poder –ante los reclamos de los pro rusos opositores- debe hacer los deberes que le dicta el Kremlin. Nada de aventuras pro occidente. A cambio: la protección rusa para evitar un avance azerí mayor y un disuasorio frente a la belicosa Turquía del presidente Erdogan.

Segundo efecto: del lado azerí, al presidente Aliev le quedó claro que el respaldo turco tiene límites y que ese límite es Rusia, siempre más predispuesta a ayudar a los armenios cristianos frente a los musulmanes azeríes.

Tercer efecto: el presidente Putin reafirma el predominio ruso –y el suyo personal- sobre el Cáucaso. Protege a una Armenia vencida e impide su derrota total. Mantiene el statu quo de la República de Artsaj, no acepta su desaparición, ni el retorno de su territorio a Azerbaiyán. Al que a cambio cede los territorios azeríes conquistados por Armenia en 1994.

Sí, Rusia es el gran actor regional, con su soberanía sobre las siete repúblicas autónomas caucásicas que integran la Federación Rusa. A saber: Chechenia, Osetia del Norte, Ingusetia, Kabardino-Balkaria, Karachaévo-Cherkesia, Adiguesia y Daguestán.

Pero además, como se vio con una influencia determinante sobre las independientes Armenia y Azerbaiyan. Y una disputa con el restante estado independiente, Georgia, al que “le amputó” -y proclamó independientes- dos regiones: Osetia del Sur y Abjasia. En síntesis, la vieja y siempre actual propuesta maquiavélica del “divide y triunfarás”.

Turquía y el resto
Conocida es la ambición de recuperar, en términos contemporáneos, una suerte de Imperio Otomano como destino para la actual Turquía que ambiciona el imparable presidente turco Recep Tayyip Erdogan.

La participación militar turca en Libia, Siria, el Kurdistán irakí, y el Mediterráneo Oriental, así lo prueban. La vieja disputa entre armenios y azeríes supuso para el jefe de Estado turco la posibilidad de poner un pie en el Cáucaso.

De allí su respaldo a Azerbaiyán. Respaldo que fue decisivo a la hora de ganar la guerra. En particular, por el suministro de drones de uso militar que inclinaron la balanza para el lado azerí. Sin menospreciar el aporte de 1.200 milicianos mercenarios sirios del irregular y autodenominado Ejército Nacional Sirio, divisiones Hamza y Sultán Murad.

Pero, hasta allí llegó –al menos por ahora- la intervención turca. A la hora de la toma de las decisiones fue Rusia y no Turquía quién convocó a la mesa y quién impuso las condiciones para un alto el fuego. Para Turquía, nada, ni siquiera alguna participación en el resultado final que justifique «la inversión».

Es más, el 13 de octubre de 2020, en plena guerra, Turquía convocó a una reunión cuatripartita, con Rusia incluida, a la que nadie siquiera respondió.

Además de Turquía, Azerbaiyán contó con el apoyo político de Irán y Afganistán y militar curiosamente… de Israel.

Tanto Armenia como Rusia como la organización no gubernamental Amnesty International denunciaron la utilización de armas no convencionales de origen israelí, en particular drones.

Dos aviones de carga Iliushin azeríes fueron detectados al aterrizar en la base militar de Ovda, en el desierto del Neguev, en Israel. Mismos aviones que también fueron vistos en Ankara, Turquía.

¿Razones? Azerbaiyán es el proveedor petrolífero de Israel. Petróleo que es transportado a través de los oleoductos turcos. Además, Azerbaiiyán es un puesto de observación para la inteligencia israelí sobre los movimientos de Irán, el enemigo principal.

El propio presidente Aliev recibió al primer ministro Benjamin Netanyahu en Bakú, la capital de Azerbaiyán en 2016, ocasión en la que reconoció que su país adquirió armas israelíes por un total de 4.000 millones de euros.

Armenia abrió recientemente, en setiembre de 2020, una embajada en Tel Aviv. Dos meses después, debió llamar a su flamante embajador en razón del suministro de armamento a su enemigo.

Esa apertura de una embajada se llevó a cabo pese a la oposición en ambos países a causa del genocidio armenio a manos de los turcos a principios del siglo XX. Es que Israel no lo reconoce y Armenia no se lo exigió. Ambos jugaron el juego del realismo político que, para Armenia, no resultó.

Por último, el conflicto cuenta con dos actores secundarios, muy secundarios, más. Se trata de Francia y Estados Unidos que integran, junto con Rusia, la presidencia del denominado Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), encargado de resolver el conflicto del Alto Karabaj.

De los copresidentes, Rusia acaparó toda la atención. De sus socios, Estados Unidos solo consiguió acordar un alto el fuego humanitario que duró poco más de un par de horas. Y a Francia no le quedó otra alternativa que emitir alguna que otra declaración a la que nadie prestó atención.

Nota Armenia:
Territorio: 29.743 km2, puesto 138 sobre 247 países y territorios dependientes.
Población: 2.951.000 habitantes, puesto 137.
Densidad: 99 habitantes por km2, puesto 114.
Producto Bruto Interno: 31.391 millones de dólares, puesto 128 (a paridad de poder adquisitivo, PPA). Fuente Fondo Monetario Internacional.
Producto Bruto Interno per cápita (PPA): 9.998 dólares anuales, puesto 104.
Índice de Desarrollo Humano: 0,776, puesto 81. Fuente Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Luis Domenianni
INT/BN/rp.



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