sábado 20 abril 2024

Imagen, sensibilidad y belleza: una visita a la Colección Margulies en Miami

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Por Eleonora Jaureguiberry

“Mi colección refleja las experiencias internas y externas que atravesé en mi vida; ella es, quizás, el reflejo de mi personalidad”, contaba Martin Z. Margulies, coleccionista de arte y desarrollador inmobiliario, a la revista ARTnews en 2008.

Margulies posee más de 5.000 fotografías, videos, pinturas, instalaciones y esculturas de artistas contemporáneos del mundo entero; ese patrimonio está valuado en 800 millones de dólares, y parte de él puede verse en The Margulies Collection at the Warehouse en el Wynwood Arts District de Miami.

Miami no era una ciudad afín al arte. Eso cambió en 2002, cuando la feria suiza Artbasel decidió expandir sus operaciones al otro lado del océano y eligió esa ciudad por su ubicación estratégica. La feria fue un éxito instantáneo de galerías, operaciones y público, que a su vez atrajo a otras ferias como Pinta, NADA, Untitled, Contexto, y Design Miami. Las colecciones privadas están desde el inicio en el mapa de los paseos obligados para los amantes del arte que desembarcan en tropel la primera semana de diciembre; la de Margulies se destaca entre todas por su ambición y su calidad.

Varios desarrolladores inmobiliarios, la principal industria de la ciudad, compiten en opulencia cuando se trata de invertir en arte. Detrás de compras y encargos de alto perfil se vislumbra la idea de que el prestigio conseguido a partir de la adquisición de obras se derrama sobre los emprendimientos en cuestión, generando una conversación virtuosa para la marcha de los negocios. Quizás el más cuestionado sea el desarrollador Jorge Pérez, con quien Margulies se enfrascó en una muy pública polémica por el modo en que el museo de arte contemporáneo de la ciudad, un edificio espléndido de Herzog y De Meuron inaugurado en 2013, terminó llamándose Pérez Art Museum.

Algunos coleccionistas, como la familia De La Cruz, con olfato certero o con premeditación, armaron espacios de exhibición de sus colecciones en antiguos galpones (warehouses) en la zona de Wynwood; la propiedad empezó a valorizarse al ritmo en que las galerías de arte y la bohemia se instalaban a su alrededor. Hoy es uno de los barrios más sofisticados de la ciudad, y un punto de encuentro ineludible de una generación joven y aspiracional.

Martin Z. Margulies y su familia fueron pioneros en exhibir allí una parte de su colección en un espacio que abre al público de octubre a abril, con horarios fijos y con una entrada de 10 dólares para público general. El espacio cierra en el verano y renueva el montaje de la mano de su curadora Katherine Hinds, responsable también de los epígrafes extendidos que acompañan la exhibición y le agregan información y sentido.

¿Qué separa la colección de Margulies de las restantes? Más que una colección de figuritas o el registro de un camino aprendido a fuerza de ensayo y error, lo exhibido en su Warehouse es el registro de una sensibilidad y el testimonio de una búsqueda. Allí se pueden ver, por ejemplo, espléndidas esculturas de Richard Serra (la muy clásica “Palo y placa” de 1969) y Willem de Kooning, y su obra preferida, “Subterráneo” (1968) de George Segal. En seguida se destaca una instalación de figuras humanas descabezadas de la polaca Magdalena Abacanowicz, que es exhibida junto con la correspondencia sostenida entre la artista y el coleccionista, quien la conoció en New York en 1985 y desde entonces sigue su producción y conversa con ella sobre el estado del arte.

Pero lo que conmueve profundamente es la obra del gran maestro alemán Anselm Kiefer. La primera sorpresa es encontrar allí la pieza que el artista construyera especialmente para la retrospectiva que realizara la Royal Academy of Arts de Londres en 2014, “Ages of the World” (Las edades del mundo). Según los textos que la acompañan, Margulies vio fotos de la obra y viajó a Londres a encontrarse con el artista para convencerlo de mudarla luego a Miami, a pesar de que había sido concebida como una obra de sitio específico. Debemos agradecerle que haya sido conservada, y que podamos seguir disfrutando de esa pila de bastidores, rocas geológicas y girasoles en aparente descomposición, una metáfora potente de las ambiciones de los hombres y del paso del tiempo.

Hay más obra emblemática de Anselm Kiefer, como “Las Walkirias” (2016), una fila de vestidos de mujer estratificados en yeso y colgados dentro de una caja de vidrio, un símbolo de lo pasado y perdido pero también de la fuerza de los mitos y de su poder de resurrección, y el bello y terrible óleo y técnica mixta “Tu casa bajo la ola oscura” (2006), una obra basada en un poema de Paul Celan sobre el Holocausto.

En la muestra hay también lugar para la sensualidad y la alegría: la imponente y fragante instalación de 2001 del brasileño Ernesto Neto, “É ô Bicho!”, y el video de un bosque en movimiento de Jennifer Steinkamp nos remiten a una naturaleza bella y gentil. También hay lugar para el humor: la extraordinaria instalación de 2002 “L´ Hospice” (El hospicio), de Gilles Barbier, nos presenta un geriátrico de superhéroes viejos y exhaustos, que provocan risa e incomodidad al mismo tiempo. El arte, cuando es bueno, es un espejo.

Hay mucho más para ver y contar; merece destacarse especialmente la colección de fotografía con piezas de toda especie, de Cindy Sherman a fotógrafos anónimos, toda efectiva, toda elegida con gusto y cuidado, toda de gran potencia narrativa. Y el bonus track: con la ayuda de personal de sala, se pueden manipular las rejas y las planeras de depósito de parte de la colección, sumando metros de exhibición y mostrando al público la trama de la manipulación y la conservación de obras de arte.

La colección de Martin Z. Margulies no se explica sólo, como diría Bill Clinton, “por la peor de las razones: porque puedo”. El conjunto de obras que logró reunir denota sensibilidad, pasión y voluntad de inversión, y está atravesada por una indagación sobre la materia de la que está hecha el tiempo. No sabemos si leyó a Leonard Cohen, pero sin duda estaría de acuerdo en resumir su búsqueda empecinada con la frase con la que Cohen cierra su Ars poética: “Eres la imagen de mi belleza”.
Eleonora Jaureguiberry
Socióloga. Gestora Cultural
CC/NB/CC/rp.

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