viernes 29 marzo 2024

Cuaderno de opiniones: ¿Quo vadis «Todos» y «Juntos»?

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Por Eduardo A. Moro

El 14 de noviembre importa. También el 2023. Son hitos electorales. ¿A dónde iremos como país desde aquí al futuro, sean cuales fueren sus guarismos? ¿Comenzaremos a transitar etapas de un quehacer reparador de las heridas de nuestro pueblo?

Muchas voces insisten en el surgimiento de liderazgos. Señalan la ausencia de estadistas. Sin negar la importancia ocasional de figuras inspiradoras, interesa diferenciar su valor simbólico del ingrediente de fondo, que es la disposición a reconocerse entre quienes piensan distinto. Respetarse, y estar dispuestos a limar constantemente sus divergencias, con buena fe y reglas de juego estables.

Prueba de ello -y vale la pena tenerlos presente- son estos ejemplos de liderazgo: Winston Churchill (1874-1995) en Inglaterra y Angela Merkel en Alemania. Desde posturas políticas firmes y claras, orientaron  grandes tareas. Finalmente derrotados en lo electoral, pero triunfantes en afianzar la unión de sus pueblos. Alcanzar esa virtud político institucional moviliza y sostiene el impulso saludable  de cada país a lo largo de su historia.

Pero hay otros modelos interesantes, sin líderes ni estadistas, que se caracterizan por el discreto anonimato de sus gobernantes. Pensemos en los países nórdicos. ¿Quién sería capaz de recordar el nombre del Presidente o Primer Ministro de Islandia, Noruega, Suecia o Finlandia por dar ejemplos? Realizan políticas sociales y servicios públicos eficaces, con altos impuestos, basados en la prosperidad de sus empresas, gremios activos de trabajadores, y relaciones mundiales múltiples. Pese a provenir de diversas estirpes, profesar diversas religiones y hablar diversos idiomas, el poeta dice que hace algunos siglos sus ciudadanos  eligieron la extraña resolución de ser razonables. Todos, no algunos: políticos, trabajadores, empresarios, intelectuales, artistas, ateos y religiosos, ciudadanos.

Como puede verse, existen modos de gobiernos democráticos plurales, útiles y austeros, con inclinación a cultivar coincidencias indispensables para mantener un “sistema común” de convivencia, sin estridencias ni violencias de sectores, sin líderes absorbentes ni estadistas que pasen a la historia.

En tiempos de globalización, tecnologías e inteligencia artificial, un instrumento integrador adicional de la sociedad, pasa a ser la organización en gran escala, y su gestionamiento. Su administración y dirección por objetivos actualizables de las políticas públicas. ¿Cómo entonces, no ejercitar –pacientemente- el encastre factible de los partidos y coaliciones políticas en su función institucional?

Para ello no es preciso silenciar banderas ni valores. Cada agrupamiento socio político debe expresar públicamente cómo se percibe a sí mismo y cuáles son sus ideas. Y desde su perfil, el motivo de su participación en la coalición que integre, al menos en el trazo grueso.

En ese marco identitario, el radicalismo debería confirmarse como un partido progresista y no como un partido conservador -y como tal- defensor del patrón capitalista, partidario de mantener el estado de cosas, sin cambios. E insistir en que propicia la intervención promotora y protectoria del Estado en todo aquello que sea atinente al interés común. 

Progresista por su creencia acerca de un estado evolutivo de bienestar. Que defienda  los derechos, libertades y diversidades civiles. Impulsor del desarrollo económico y una justa distribución de la riqueza de los que más tienen hacia los que menos poseen. Defensor continuo en procurar mayor igualdad. Dispuesto a someter sus ideas a la prueba pública, a la discusión, al diálogo, porque no cree en verdades absolutas, ni discriminaciones facciosas. 

Para muchos compatriotas liberalismo a secas suena a defensa de no cambiar ninguna de las desgracias. Mantener las cosas como están, con beneficios para pocos y perjuicios para los más.

Sería un error tremendo que por solo invocar a la  libertad, ellos nos sientan alejados de la igualdad, desconociendo sus realidades. O que, por abrazarnos al mundo digital, invisibilicemos a quienes por muchas razones no pueden alcanzar sus beneficios, flotando huérfanos en el final etario o quedando a la vera de la desindustrialización clásica y sus manualidades, presos del desarraigo de sus orígenes.

Los extremismos son una amenaza que achica el espacio neumático y aspiracional del encuentro político, la famosa “avenida del medio”, con ocasionales inclinaciones hacia sus laterales, conforme alternancias.

Pero no sería bueno -de ninguna manera- enamorarse de un centro inmóvil, que tome distancia de quienes reclaman justas, imprescindibles y urgentes reparaciones materiales y morales.

Gran número de argentinos están sumidos en la pobreza, desilusionados y enojados, perdiendo el sentido de pertenecía social. Debemos atender las emociones, porque los seres humanos no vivimos de razones sino que –cuanto más- las usamos de vez en cuando.

¿Argentina puede mejorar solo con Juntos? ¿Acaso solo con Todos?

Ante los titubeos por ausencia del ejercicio de centralidad presidencial, los manoteos actuales del ahogado, y la neblina para los años que aún faltan, estimula pensar que -aún dentro de nuestro régimen presidencialista-, el fiel de la balanza de gobernabilidad pase por una terapéutica armonización  en el ámbito parlamentario.

Requerirá también que los señores feudales provinciales, posterguen sus rapacidades lugareñas, levanten  sus miradas ante la crisis,  y se atrevan a cuidar  la paz nacional. Sumados al Congreso y la Corte Suprema.

Se evitarían los remolinos de la violencia desatada como consecuencia de la  anarquía, situación siguiente a la ausencia o distorsión de la autoridad presidencial. A la pérdida de conducción democrática eficaz para afrontar el complejo panorama futuro.

Un antigua frase popular, se pregunta: ¿Dónde está la patria?

Y se responde: No está en ningún lugar, ni en el norte, ni en el sur, el este o el oeste. Es un lugar que está dentro de cada uno de nosotros, un lugar abierto a los demás, una puerta oscilante que permite entrar a unos y salir a otros. 

¡Entremos todos juntos de una buena vez!

P/Eduardo A.Moro, www.nuevos papeles/rp.

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