viernes 26 abril 2024

“Una resolución histórica en China” Xi Jinping camino a su tercer mandato

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El Partido Comunista Chino (PCCH) aprobó una disposición que fortaleció el liderazgo del secretario general y presidente Xi Jinping y le allanó el camino para que obtenga un tercer mandato.

Mariano Caucino
Por Dr. Mariano Caucino (*)

El Global Times, órgano oficial que refleja las posturas del Partido, indicó que la resolución implicaba “una marca” en el devenir histórico del país. La agencia de noticias Xinhua, por su parte, celebró sus logros como “la epopeya más magnífica” en la milenaria historia de China.

En los hechos, la resolución allanó el camino para que Xi obtenga un tercer mandato al frente del Partido, cuya jefatura lo ubica en la cima del poder, asegurando su posición como el líder chino más poderoso desde Mao Zedong, quien gobernó durante casi tres décadas, tras su triunfo sobre las tropas del Kuomitang al mando del Mariscal Chiang Kai-shek en 1949 y su muerte el 9 de septiembre de 1976.

No pocos observadores indicaron que la resolución implica los riesgos de una creciente personalización del poder y una alteración fundamental del sistema político forjado tras la muerte de Mao y su premier Chou En-Lai. El que había establecido Deng Xiaoping y que en la práctica dispuso una suerte de modelo de liderazgo colectivo en la que ningún líder podía ejercer el puesto mayor durante más de diez años. Una exitosa regla que, junto a la introducción de la apertura y de reformas de mercado iniciadas en 1978, dotó a China de un esquema de conducción política y económica elevándola en solo cuatro décadas a la categoría de superpotencia.

Las nuevas disposiciones permitirán a Xi a extender su poder sin molestos límites temporales. Un privilegio que lo hermanará con su par ruso Vladimir Putin, quien el año pasado se benefició por una reforma constitucional que le permitirá gobernar hasta 2036. Observadores indicaron que el PCCH está desplegando una lenta pero progresiva modificación sustancial en uno de los pilares del sistema de poder de la República Popular. En el que un elemento crucial es el ascenso de Xi a la categoría de “líder fundamental”, un rango reservado a Mao y Deng y que en la práctica redujo a Jiang Zemin (1993-2003) y a Hu Jintao (2003-2012) a figuras de significación secundaria.

En tanto, estos palaciegos reordenamientos tuvieron lugar en medio de un aumento de las tensiones en el Estrecho de Taiwán, canal que separa al continente de la isla de Formosa y que es uno de los puntos de conflicto entre los EEUU y China. Y coincidieron con el aniversario de un hito de las relaciones entre las dos potencias. El pasado 25 de octubre, fecha en que se cumplieron cincuenta años de la admisión del enviado de Beijing como legítimo representante de China ante las Naciones Unidas, se recordó cuando el birmano U Thant, entonces secretario general, destacó el hecho como un “enorme paso adelante” que ponía fin a tiempos de “suspicacias y amarguras”.

Pero ese aniversario brindó oportunidad para que el secretario de Estado Anthony Blinken celebrara la “exitosa democracia en Taiwán”, al que describió como un “socio crucial”. Y a que invitara a otros miembros a “respaldar” su participación en ese organismo, en una declaración que fue interpretada por los jerarcas del Politburó como una “provocación”.

En tanto, el ministro de Defensa taiwanés Chiu Kuo-cheng advirtió en una columna en el Wall Street Journal, que “no capitularemos ante China” y resumió que las presentes circunstancias constituyen “la situación más desafiante” que le ha tocado atravesar por la ambición china de anexar la isla, superando incluso a la crisis de los misiles del Estrecho de 1996.

Fue en esas circunstancias cuando, en los primeros días de noviembre, las autoridades norteamericanas advirtieron a través de un informe elaborado por el Departamento de Defensa que el arsenal nuclear chino está creciendo a un ritmo “más rápido de lo esperado”. El reporte indica que Beijing tendrá unas tendrá unas setecientas cabezas nucleares para 2027 y unas mil al terminar la tercera década de este siglo. Las estimaciones son mucho mayores que las que el Pentágono había formulado el año pasado, las que ubicaban en torno a doscientas cabezas nucleares en posesión de Beijing y estimaban unas cuatrocientas como meta posible para 2030.

Naturalmente, Estados Unidos conserva un número de ojivas muy superior, en una cantidad sólo comparable a la de Rusia, país con el que comparte la superioridad en materia nuclear heredada de la Guerra Fría. Pero Washington sostiene que China ha acelerado la producción de armas atómicas y expandido su programa de misiles. Al tiempo que reconoce que “la República Popular China está invirtiendo y ampliando el número de sus plataformas nucleares terrestres, marítimas y aéreas y está construyendo la infraestructura necesaria para respaldar esta importante expansión de sus fuerzas nucleares”. El informe señala que China posee actualmente casi un millón de soldados bajo el comando del Ejército de Liberación (PLA, según sus siglas en inglés) y que ha conseguido un despliegue de una capacidad naval que incluye la capacidad de llevar adelante “ataques de largo alcance de precisión”.

Frecuentemente, en los medios y la academia se discute si EEUU y China están llamados a protagonizar una “Guerra Fría” como la que dominó el escenario global entre 1945 y 1989. Al respecto, el sinólogo Jude Blanchette del Center for Strategic and International Studies (CSIS) explicó en una reciente entrevista en el New York Times que ninguna analogía histórica es perfecta, pero que así como Winston Churchill había dicho sobre la democracia, la de la Guerra Fría es la peor analogía histórica posible, a excepción de todas las demás. Blanchette graficó que la actual confrontación no implica una repetición de aquella rivalidad, pero sí la de una competencia multidimensional entre potencias destinada a perdurar.

Por su parte, el ex embajador en China Diego Guelar explicó que el dato central del presente es el determinado por la interrelación entre las dos mayores economías del mundo. Una realidad que obligará a una convergencia a través de una permanente “negociación caliente y no una Guerra Fría”. Una postura análoga a la del reconocido intelectual Joseph Nye -autor de la teoría del Soft Power- quien recordó que la Unión Soviética ofrecía una amenaza militar e ideológica a los EEUU mientras que casi no existían entre ambas potencias relaciones económicas.

En tanto, otros desarrollos despertaron natural alarma. Algo que fue puesto en palabras por el titular del Estado Mayor Conjunto, general Mark Milley, quien reconoció en una entrevista en Bloomberg que el ensayo de sistemas de misiles hipersónicos realizado por los chinos podía configurar un paralelismo con el “momento Sputnik” de 1957, cuando la Unión Soviética logró colocar un satélite en el espacio. Y aunque oficialmente Beijing ha insistido en que su construcción nuclear es de naturaleza puramente defensiva, reiterando su compromiso público con una política de “no ser el primero en usarlas”, su desarrollo está llamado a encender temores en Washington.

Los hechos parecen presentar las características de lo inevitable. Toda vez que conjugan la natural ambición de una potencia en ascenso en busca de un despliegue de poder acorde con su dimensión económica y su significación global. Una pretensión que anima, irremediablemente, inquietudes lógicas en la potencia establecida. Acaso dos tendencias contrapuestas que en rigor son sendas manifestaciones de un mismo fenómeno. Las que conjugan la tensión entre los EEUU y China. Protagonistas de un vínculo plagado de desencuentros geopolíticos que nos acompañará casi con seguridad en los tiempos por venir, reservando el terreno del consenso a la común preocupación por el cambio climático.

(*)Especialista en relaciones internacionales. Ex embajador en Israel y Costa Rica.

P/ag.vfn./gr.rp.

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