Por Jorge Enríquez(*)
El 19 de noviembre tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. El día siguiente es feriado, en conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado, a raíz de una ley impulsada por el kirchnerismo que, en homenaje al dictador Juan Manuel de Rosas, consagra esa fecha como Día de la Soberanía Nacional. La existencia de ese feriado determina que del 18 al 20 transcurra un fin de semana largo, en el que muchas personas suelen viajar a lugares turísticos en coincidencia con el inicio de la temporada estival.
El estímulo al turismo es una buena noticia para muchas ciudades cuyo desenvolvimiento económico está vinculado a él, pero en este caso el feriado largo es una mala noticia para la democracia argentina, ya que es previsible que disminuya la participación de votantes. Por tal motivo, la Cámara Nacional Electoral le había solicitado al Poder Ejecutivo que evaluara el traslado de ese feriado a otra fecha. Pese a ese pedido del máximo tribunal judicial argentino en materia electoral, el gobierno sostuvo que no habría de modificar el actual calendario.
La solicitud no solo era razonable, sino que tenía un antecedente en el anterior gobierno kirchnerista. En 2015 la segunda vuelta de las elecciones presidenciales se desarrolló el 22 de noviembre de ese año. Como al día siguiente estaba previsto el mismo feriado que en esta oportunidad se celebrará el 20, la presidente Cristina Kirchner dictó un decreto de necesidad y urgencia por el que lo trasladó, con carácter excepcional, al 27 de ese mes. En los considerandos del decreto, se destacó que de mantenerse la fecha original “podría perjudicarse la concurrencia de muchos ciudadanos al acto eleccionario”, por lo que era necesario “favorecer y garantizar la asistencia a los citados comicios de carácter obligatorio”.
Son los mismos motivos que deberían invocarse ahora para trasladar el feriado, como lo ha requerido la Cámara Nacional Electoral. ¿Por qué no se lo hace? Porque cualquier consideración institucional cede en el kirchnerismo (ahora con el mascarón de proa de Sergio Massa) a criterios de mero oportunismo electoral. Consideran que una menor afluencia de votantes favorece las chances del candidato oficialista, por el mayor peso del aparato del peronismo. Los que se pretenden erigir en custodios de la democracia, no vacilan en incentivar que en la elección presidencial participen pocos ciudadanos.
Los diputados nacionales Cristian Ritondo y Hernán Lombardi presentaron un proyecto de declaración mediante para que la Cámara de Diputados le solicite al Poder Ejecutivo nacional el traslado del feriado al 27 de noviembre. Es lo correcto, aunque lo más probable es que la iniciativa ni siquiera se trate. Tampoco los voceros oficiales dan ninguna razón para esta contradicción con el antecedente de 2015. Los decretos de necesidad y urgencia solo deben dictarse en situaciones muy excepcionales, pero esta es una de ellas, en especial por la urgencia con que se debe actuar.
Nada que sorprenda en el kirchnerismo, para el que las reglas son como arcilla que se manipula para alcanzar objetivos inmediatos de carácter faccioso. No es distinto de lo que con total desparpajo e impunidad hace en estos días Massa cuando emplea todos los recursos del Estado en provecho de su candidatura y viola el Código Electoral al formular continuos anuncios de naturaleza proselitista disfrazados de actos de gobierno.
Razón de más para votar el 19 de noviembre por un cambio y respaldar la única opción ahora existente frente a la continuidad del kirchnerismo, por más reparos que legítimamente nos despierte. Y para quedarse y votar. Habrá nuevos feriados y están próximas las vacaciones de verano. Lo que no habrá para la Argentina es nuevas oportunidades si triunfan los responsables de su postración.
(*)Presidente Asociación Civil Justa Causa; Diputado Nacional (MC), JxC, PRO
P/ag.jorgeenríquez.vfn/gr.