viernes 26 abril 2024

Diarios de cuarentena, día 10 entre emociones y un rumbo incierto

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El aislamiento se extendió por otros quince días y más allá de las razones que lo justifiquen o del impacto que provocará en todos los órdenes, lo cierto es que vamos a tener que cumplirlo. Conviene distinguir entre los que pueden, aquellos que tienen recursos, algún margen de autonomía y acatan obedientemente las instrucciones y los que quieren pero no pueden.

La discusión acerca de todo lo que se vino diciendo y haciendo o dejando de hacer parece una simple distracción para disimular el verdadero desafío, seguir vivos. En los últimos días al desafío de mayor importancia que tenemos por delante, el de vivir, se le agregó el de la subsistencia, lisa y llana.

Desde grandes a pequeñas empresas, desde empleados a patrones, desde profesionales hasta quiosqueros y taxistas, absolutamente a todos nos carcome este segundo miedo, no dará fiebre y tos pero nos quita el sueño, abruma hasta la desesperación y profundiza la desconfianza en todo lo que nos rodea. Estos dos miedos combinados e inescindibles se están tratando de la misma manera, sin hoja de ruta, de improviso y contra reloj.

El tercer desafío sobre el que se multiplican las voces de alerta, está relacionado con la dosis de libertad que debemos ceder a cambio del aislamiento social para combatir la pandemia y la consiguiente debacle económica y social producto de la parálisis productiva.

Este debate se avecina y será clave para el futuro de la democracia. En situaciones de crisis de semejante envergadura, florecen las tentaciones autoritarias y habrá que prestar atención al uso que desde el poder político le están dando a los instrumentos normativos creados para la emergencia.

Cada día que pasa en esta dura travesía es un pequeño triunfo personal y colectivo, aunque no estamos para grandes celebraciones porque la carrera es larga, el terreno resbaloso y faltan instrumentos de navegación.

En la historia se conmemoran hechos trascendentes asociándolos con el día en que sucedieron y la mera fecha del almanaque pasa a un segundo plano porque el suceso es lo relevante. El Día D, El de los Santos Inocentes, el del atentado a la AMIA, de la Independencia, de la Verdad, Memoria y Justicia, de las Malvinas, el 11-S, son hitos disruptivos que cambiaron el curso de los acontecimientos.

Como llamaremos al día en que el coronavirus irrumpió en nuestras vidas ?. Es importante ir pensándolo porque tendrá que recordar a las víctimas, honrar a los trabajadores, reconocer a los científicos y señalar a los responsables del desastre humanitario.

En todas las culturas los días también merecieron un trato cuidadoso por parte de artistas, cineastas y poetas. Películas como El día de la marmota, Un día de furia, Día de la Independencia, se convirtieron en clásicos que trascienden su carácter de ficción. Uno de los significados de la palabra día se relaciona con la luz que irradia. En este tiempo de sombras, cuesta encontrar la luz y aunque por el momento seguimos a tientas, aspiramos a verla.

En el lenguaje coloquial el uso de la palabra día es dispar, suave o áspero, eufórico o depresivo, imperativo o paciente. Nos despertamos con un buen día, salimos a la calle rogando por un día tranquilo, un contratiempo nos propina un día complicado, un éxito siempre es un día de gloria o un día histórico, una mala noticia nos sumerge en un día tenebroso, un día negro, una duda nos transporta a un día extraño, indefinible y un encuentro amoroso nos regala un día inolvidable.

Con todo respeto y sin lugar a discusión, aunque seguimos luchando, estamos viviendo días horribles. Organizando las ideas propongo armar un cuadro sinóptico, sencillo y accesible. Lo más probable es que no alcance gran fama, pero mientras nos ayude a ubicarnos en este despelote, nos mantiene entretenidos.

En la primera columna y renglón por renglón, vamos a inmortalizar a los héroes de esta historia, los elegidos, por ejemplo, los trabajadores de la salud, los recolectores de residuos, los policías, los dueños y empleados de comercios de cercanía y de estaciones de servicio, los transportistas, los carteros y repartidores, los voluntarios, los que en un giro insólito del lenguaje se dio en llamar los exceptuados, cuando en realidad son los que corren con todos los riesgos.

En la siguiente columna iría colocando a los que salieron corriendo a vaciar góndolas, los que sacaron a pasear una gallina, los que escondieron a sus hijos en un baúl, los que se “rajaron” a veranear en la Costa o volaron a Esquel con excusas desopilantes y los que se filtraron en vuelos y ferrys sabiendo que estaban poniendo en peligro a cientos de personas. A esa columna la llamaría en el mejor de los casos, la de los réprobos, y en el peor, la de “los HDP”.
CC/rp.

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