martes 23 abril 2024

Cuaderno de opiniones: «Los caballos no mueren de pie»

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Por Isabel de Estrada

“Como pretenden que yo
Que lo cuidé de potrillo
Clave en su pecho un cuchillo
Porque el patrón lo ordenó? “
“El Corralero” de Hernán Figueroa Reyes


Argentina exporta el sesenta por ciento de la carne de caballo que se consume en el mundo; pero en nuestro país no la consumimos, y no existen lugares específicos adonde se críen caballos para tal fin. De donde provienen entonces los cientos de miles de caballos que ingresan por año a los cinco Mataderos de la Argentina, número del cual también contamos con el récord mundial? De allí, saldrán transformados en plásticas bandejas, listas para exportar a Rusia y a Europa.

El caballo representa para nosotros, los argentinos, sin distinción, un símbolo, y un orgullo. Para el hombre de campo, es la herramienta de trabajo y un leal compañero de recorridas y soledades. Y es también con quien se luce en Fiestas, Destrezas criollas y Desfiles, preciosamente “empilchado”.

Para los criadores, es sinónimo de pasión, orgullo, esfuerzo, y a veces, dinero. En algunos deportes, como en las carreras, o el polo, es a quién simplemente debemos una gran parte de la gloria. Es admiración pura, pasión, y una industria. En otros casos, pura diversión.

A lo largo de la historia, nuestros artistas han cubierto metros de lienzo con sus imágenes. Las cuerdas de las guitarras se han cansado de ser rasgadas en su homenaje, y las milongas que describen el anecdotario de destrezas y proezas, son innumerables.

Para quiénes transcurrimos una parte de nuestra infancia en el campo, y aprehendimos a caminar casi al mismo tiempo que a estar montados sobre el lomo de un caballo, fueron nuestros compañeros de juegos y amigos. A causa de ellos, las siestas se tornaban eternas, de tanta espera. Al sonido de la campana anunciando la hora de trabajo, trepados a la tranquera del corral, los veíamos llegar con la ilusión intacta día tras día…

¿Cuántos de nosotros recordamos con nostalgia a esa yegua vieja, que con infinita paciencia esperaba inmóvil a que decenas de niños – de varias generaciones- prendidos de las crines, treparan sobre su cansado lomo. Y nos seguimos preguntando cual fue el día en que nunca más volvimos a saber de ella.

El turismo, acude en masa a presenciar los festivales tradicionalistas para ver pasar a los caballos, luciendo magníficos “emprendados.” Marcas de indumentaria, clubes, instituciones y quien sabe cuántos más, se sirven de su imagen para representar la nobleza, fuerza, y belleza, unidas a la extrema sensibilidad que lo caracteriza.

¿Quién se animaría a negar que gran parte de la mística argentina se la debemos a ellos? Historias como la de Mancha y Gato, por nombrar solo una de las más conocidas, han poblado páginas de libros y regalado horas de ensoñación y romanticismo. Los amantes de los caballos se cuentan de a miles, y el negocio a partir de ellos también.

Pero para hacer un poco de memoria y no remontarnos aún más atrás, fue el ex Presidente Menem, quién volvió a autorizar su faena, con el convencimiento de que los argentinos consumiríamos carne equina. Se equivocó. A medias. El consumo interno de la carne de caballo jamás prosperó, pero el negocio sí. La sociedad argentina se negó rotundamente a comerla, pero pocos se resistieron a recuperar algo del dinero invertido en su compañero de trabajo, aventuras, juego, y gloria.

En psicología, la salud mental es definida como la coherencia entre lo que se siente, piensa, dice y hace. Siendo las tres últimas, la forma de la anterior. La acción es la forma de lo que se dice. La palabra es la forma de lo que se piensa y lo que se piensa es la forma de la emoción o sentimiento.
Cuanto mas alejados vivimos de esta premisa, mas disociados seremos como individuos y disociados actuaremos.

¿Cómo definiríamos entonces a una sociedad, que descarta cuando ya no “sirve” o no tiene las condiciones requeridas de belleza o prestancia; se quiebra, envejece o se enferma, a uno de sus principales símbolos, sometiéndolo sistemáticamente a una muerte atroz, acto que oculta, o confiesa con vergüenza y se niega a visibilizar o ingerir, en este caso, el resultado directo y tangible de su acción?

Con la faena, se multiplicaron también los robos de caballos y el descontrol. Cuando un caballo en plena actividad desaparece, sin perder un instante, la visita obligada es la del acopiador de la zona, a quienes todos conocen y adonde estará cinco días antes de ingresar al matadero. Este año, a través de las pantallas de televisión, todos seguimos con tristeza e indignación el caso de “los caballos de Ezeiza”.

Las organizaciones europeas, a partir de investigaciones de la Tierschutzbund Zurich (TSB) de Suiza y la Animal Welfare Foundation (AWF), una coalición internacional de organizaciones de defensa de los derechos de los animales, revelaron luego de una exhaustiva investigación y a través de imágenes obtenidas en Argentina y Uruguay, que la carne que se exporta, no reúne las condiciones mínimas de sanidad animal requerida, y en consecuencia, solicitaron el cierre de las importaciones de carne de caballo en Europa.

Hace algunos años, la exportación de carne desde Brasil y México fue prohibida precisamente por no cumplir con las normativas de bienestar animal de la Unión Europea. Si bien desde allí, las entidades trabajan para prohibir que se cierre la importación, las ONG de Argentina y Uruguay lo hacen para prohibir definitivamente la faena equina. “Muchos de ellos son caballos robados y nadie exige su trazabilidad. Algunos han recibido medicamentos, hay animales moribundos, yeguas que abortan, heridos.

Las imágenes revelan violaciones de las normas que los importadores de carne deben respetar en relación con el bienestar de los animales para poder acceder al mercado de la Unión Europea. “Pedimos la derogación de la ley que autoriza la matanza de caballos en el territorio argentino y solicitamos la suspensión inmediata de las importaciones de carne” dice Alejandra García de Santuario Equidad, de la Fundación Franz Weber.

Quién sabe si el secreto de la profunda transformación que necesita nuestro país, no radique en la conciencia de que cada uno de nuestros actos como individuos, determinará no solo nuestro destino, sino el de una entera sociedad.
Esa sociedad de la cual continuaremos avergonzándonos y buscando culpables por ello, o aquella, con la cual soñamos, digna y orgullosa, a la cual respetar.

Isabel de Estrada – www.fundaciónzorba.org
Autora de “Aullidos en el Viento”, “Correr para Vivir”, “Perros sin collar”, “Buenos Aires Guau”
IG/BN/CC/rp.

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