Es muy poco lo que se puede hacer en los próximos días para calmar la ansiedad del mercado, más allá de parches de poco alcance, como prohibirle a los bancos a incorporar divisas en sus balances hasta fin de mes. Por eso, tanto Martín Guzmán como Miguel Pesce ya están pensando en el “día después”, o sea cómo hacer para encauzar el tipo de cambio a partir de señales que permitan devolver cierta tranquilidad.
Pensar qué podría suceder a partir del 15 de noviembre parece un ejercicio de ciencia ficción, aunque faltan escasos diez días. El diagnóstico del equipo económico es que la situación es manejable siempre que exista respaldo político. Además, estarán obligados a dar señales bien concretas para lograr el objetivo: convencer al mercado que no se viene una devaluación brusca y que es posible bajar la brecha cambiaria.
El objetivo de Guzmán pasaría por repetir las medidas adoptadas luego del pico que hizo el dólar en noviembre del año pasado. Pero deberá encauzar un acuerdo con el FMI, seguir achicando el déficit fiscal y aumentar gradualmente el ajuste del tipo de cambio oficial para salir del ritmo actual del 1% mensual.
Hay un antecedente que juega a favor de Guzmán. A fines de octubre del 2020 el dólar libre voló a $ 190 y la brecha cambiaria llegaba en aquel momento al 130%. Seis meses después, a partir de un comportamiento fiscal y monetario mucho más ajustado, el tipo de cambio bajó a $ 140 y la brecha se había achicado a sólo el 60%.
Pero ahora la situación luce más compleja, sobre todo en el plano político. El Gobierno podría quedar en una situación mucho más endeble si el resultado electoral es negativo para el oficialismo. Esto provocaría mucho “ruido” interno, lo cual volverá más compleja cualquier decisión de política económica.
La principal señal relevante para llevar cierta tranquilidad al mercado es el acercamiento a un acuerdo con el FMI. Pero, hoy resulta complejo pensar que pudiera haber un avance en las negociaciones con el Fondo si previamente no aparece un plan, consistente, que brinde señales económicas de que la Argentina está dispuesta a enfrentar sus compromisos con el organismo internacional.
La incertidumbre es tal que ni siquiera está garantizada la continuidad de Guzmán ni de Pesce. Todo dependerá de la magnitud de una eventual derrota del Gobierno y las alternativas de recambio que estén disponibles. Además, también estará en relación con el rumbo que se quiera adoptar para los dos años de mandato que le restan a Alberto Fernández.
EN/ag.ifb.ln.na.vfn./gr.rp.