sábado 27 abril 2024

Cuaderno de opiniones: Honrar la Constitución, única salida genuina de la crisis

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En estas horas de zozobras cambiarias y de inflación desbocada, puede parecer irrelevante recordar aquel hecho histórico. Sin embargo, aunque la relación no surja a primera vista, la causa última de este y otros males que aquejan a nuestro país es el desapego por la cultura constitucional

Por Dr. Jorge Enríquez(*)

El 1° de mayo de cada año se celebra en nuestro país, además del Día del Trabajo, el Día de la Constitución Nacional, de acuerdo a lo establecido por la ley 25.863, sancionada el 4 de diciembre de 2003 a instancias de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional, presidida entonces por el eminente constitucionalista cordobés Antonio María Hernández. La fecha recuerda la sanción de la Constitución Nacional, que tuvo lugar el 1° de mayo de 1853 en la ciudad de Santa Fe y que, con sus diversas reformas, sigue rigiendo en nuestro país, lo que la convierte en una de las más antiguas del mundo.

Esa sanción no se produjo en tiempos de calma. La caída de Rosas y la firme voluntad de Urquiza de dar cumplimiento pleno al Pacto Federal de 1831 que preveía una organización constitucional allanaron el camino, pero este se hallaba colmado de obstáculos. El Acuerdo de San Nicolás había dispuesto, entre otras cosas, el llamado a un Congreso General Constituyente, pero la provincia de Buenos Aires, la más rica y populosa, no lo ratificó. A partir del 11 de septiembre de 1852 Buenos Aires se retiró de la Confederación Argentina. Sin ella, las restantes provincias enviaron delegados a Santa Fe, donde el 1° de mayo de 1853 sancionaron la Constitución. Buenos Aires se reincorporaría luego de la batalla de Cepeda de fines de 1859 y lograría que se le permitiera proponer reformas al texto en cuya elaboración no había participado. Estas fueron aprobadas en su gran mayoría en la Convención Constituyente de 1860. Las turbulencias no cesaron en ese momento. Una nueva batalla al año siguiente, la de Pavón, cambió la relación de fuerzas entre Buenos Aires y el interior, determinando que fuera Mitre quien liderara finalmente el proceso de reunificación argentina. El 12 de octubre de 1862 asumió la presidencia constitucional, inaugurando un ciclo de estabilidad y extraordinario desarrollo económico, social y cultural, que se interrumpirá con el golpe del 6 de septiembre de 1930.

Esa fecha fatídica abrió un ciclo de inestabilidad institucional signado por la sucesión de gobiernos de facto y gobiernos civiles autoritarios o débiles, con persecuciones a los adversarios políticos y la ausencia de reconocimiento recíproco de legitimidad entre los diversos actores. El 10 de diciembre de 1983 se inició la actual etapa democrática. Que estemos por cumplir cuarenta años de democracia es un motivo de celebración, aunque en el plano económico y social debamos lamentar un significativo deterioro, cuyas manifestaciones por estas horas es innecesario remarcar.

Tal deterioro se debe, en buena medida, a que no hemos cumplido cabalmente con la Constitución. No basta con realizar elecciones periódicas y libres. Es imprescindible recuperar su hondo sentido republicano, lesionado, entre otros motivos, cuando se agrede la independencia judicial, que es su máxima garantía.

Por cierto, la celebración de esta fecha no asegura el pleno imperio de la Constitución, pero es una ocasión propicia para destacar su enorme trascendencia, ya que, como lo ha señalado Antonio María Hernández, la sanción de la Constitución constituye, junto a la Revolución de Mayo y la Independencia, uno de los tres momentos fundacionales de nuestra organización política e institucional. Así como la fecha no es recordada lo suficiente, tampoco lo es el verdadero nombre de uno de los monumentos más notables de la Argentina, el que se encuentra en la intersección de las avenidas del Libertador y Sarmiento, en la Ciudad de Buenos Aires, que es conocido popularmente como “Monumento de los Españoles”, por haber sido donado por esa comunidad (aunque aún ese nombre no oficial suele ser mal pronunciado cuando se emplea “a” en lugar de “de”). Su nombre oficial, que pocos conocen, es “Monumento a la Carta Magna y a las Cuatro Regiones Argentinas”. En su frente sureste tiene grabado el generoso final, tan valorado por la comunidad donante, del Preámbulo: “Y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

En otras latitudes la jura de la Constitución adquiere una especial relevancia, así en la República Oriental del Uruguay el 18 de julio, día de la proclamación de su Carta Magna, es una de las dos fechas patrias más importantes que celebran nuestros hermanos rioplatenses, lo cual no es un dato menor, habida cuenta el apego a las normas republicanas que colocan a nuestros vecinos a la cabeza de la calidad institucional en la región y en un lugar destacado en el mundo.

En estas horas de zozobras cambiarias y de inflación desbocada, puede parecer irrelevante recordar aquel hecho histórico. Sin embargo, aunque la relación no surja a primera vista, la causa última de este y otros males que aquejan a nuestro país es el desapego por la cultura constitucional. Cuando la Constitución se juró en Catamarca, Fray Mamerto Esquiú expresó: “Obedeced señores, sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay Patria, no hay verdadera libertad, existen sólo pasiones, anarquía, disolución y males de los que Dios nos libre eternamente a la República Argentina”. Y añadió: “Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se libran de arrodillarse ante los tiranos”. La Argentina no saldrá de su postración con soluciones mágicas ni con salvadores providenciales, sino a través del cauce que abrieron hace 170 años en Santa Fe nuestros Padres Fundadores.

(*)Presidente Asociación Civil Justa Causa; ex Diputado Nacional, JxC, PRO

P/ag.jorgeerníquez.vfn/rp.

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