Por Luis Domenianni****
Suele ser un país equilibrado. Bastante más equilibrado que muchos otros que integran el campo de la libertad, la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho. Sin embargo, cuando el primer ministro Justin Trudeau acusó al gobierno de la India por un asesinato cometido en suelo canadiense, dicho equilibrio quedó roto.
El hecho que dio origen a la actual situación de tirantez diplomática entre Canadá y la India, ocurrió el 18 de junio de 2023. Ese día caía asesinado a balazos Hardeep Singh Nijjar, dirigente religioso de un templo sikh en la ciudad de Surrey, provincia de Columbia Británica.
Tres meses después, el primer ministro Trudeau, tras convocar previamente a los jefes de la oposición, denunció ante el Parlamento la existencia de “elementos creíbles según los cuales existiría una relación entre los agentes del gobierno indio y la muerte de Hardeep Singh Nijjar, un ciudadano canadiense”.
El gobierno indio del primer ministro nacionalista Narendra Modi, no tardó en reaccionar. El 20 de octubre de 2023, retiró el status diplomático para 41 funcionarios acreditados en India, medida que no fue respondida por Canadá en un visible intento de morigerar la crisis.
Aquí se inserta el elemento geopolítico. Es que el principal aliado del Canadá, los Estados Unidos llevan adelante una política de acercamiento con el nacionalista Modi con el objetivo de aislar a China, su principal adversario, sobre la escena internacional.
De allí, la tolerancia norteamericana hacia el autoritarismo de Modi caracterizado por la intolerancia religiosa respecto de los sikhs y los musulmanes. Y, seguramente, la presión sobre el gobierno canadiense para que no avance en la ruptura.
En Canadá, habita la mayor comunidad sikh del mundo fuera de los límites del Pundjab indio –fronterizo con Pakistán- con un total de algo más de 700 mil personas. En la década de 1980, el Pundjab fue azotado por una ola de violencia. Los militantes armados reclamaban un estado independiente para los sikhs.
Desde entonces y cada tanto, el gobierno indio acusa a la comunidad sikh canadiense por intentar resucitar el independentismo sikh, en particular, a través del financiamiento de los expatriados, por lo general, en buena situación económica.
Uno de los visualizados por el gobierno indio fue el asesinado Hardeep Singh Najjar, quién nunca ocultó su militancia a favor de la independencia sikh. Desde su templo defendía la creación de un estado sikh denominado Khalistán, en el territorio del Pundjab.
Llegado al Canadá en 1997, Nijjar nunca participó de acciones violentas. Sí, en cambio, organizó “referéndums” locales en Columbia Británica para la creación del Khalistán. No fue violento, pero sí provocador.
La pegatina de afiches que exhiben fusiles de asalto AK-47 y que glorifican a los homicidas de la ex primera ministro Indira Ghandi, asesinada en 1997 por los sikhs que formaban parte de su guardia de seguridad, otorga cierta justificación –no claro al homicidio- pero sí a las quejas indias.
Quejas que se hicieron públicas en ocasión de la reunión del G20, en setiembre de 2023, en Nueva Delhi. Allí, Modi hizo pública “la viva inquietud que genera la prosecución de actividades anti indias de elementos extremistas del Canadá.
El retruque de Trudeau no se hizo esperar. En la misma reunión, el primer ministro canadiense defendió “la libertad de expresión, la libertad de conciencia y la de manifestar pacíficamente”.
Trudeau quedó atado de pies y manos. No puede ignorar los hechos y no debe desconocer las alianzas entre Estados Unidos, Australia y Japón con la India. No le queda otra que calmar el juego.
Es cuanto hizo su ministra de Relaciones Exteriores cuando afirmó que no replicaría la decisión india de quitar status de inmunidad para 41 diplomáticos canadienses. Una vez más, la geopolítica se impuso por sobre la justicia.
De nazis, de Ucrania y de Rusia
El primer ministro Justin Trudeau -hijo de otro primer ministro emblemático, el liberal Pierre-Elliott Trudeau, quién es considerado como el fundador del Canadá moderno- suele dar pie a controversias. Algunas de relativa importancia, otras no tanto.
Al “importante” contencioso con la India que complica la geopolítica norteamericana, Trudeau agregó, recientemente, la presencia en el Parlamento de un muy aplaudido… veterano ucraniano de 98 años que combatió en las SS hitlerianas.
Fue en ocasión de la visita del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. En la ocasión, durante una sesión plenaria del Parlamento en la capital Ottawa, el presidente de la Cámara de los Comunes, Anthony Rota, hizo poner de pie, para ser aplaudido a Yaroslav Hunka, el anciano ex Shutzstaffel (SS).
Y todos aplaudieron, desde el presidente Zelensky de origen judío, hasta el primer ministro Trudeau. Tole tole generalizado. Intervención del Centro Judío Simon Wiesenthal canadiense que denunció la historia de Hunka. Posible reclamo de extradición de Polonia. Papelón internacional.
Desde el lado nacional, interrogantes sobre la inteligencia canadiense, pedido de excusas del primer ministro liberal, envalentonamiento de la oposición conservadora –en alza en los sondeos- y renuncia del presidente de los Comunes.
Es decir, lo políticamente correcto tras una situación anómala. Cierto es que no resulta defendible, ni mucho menos la presencia de un SS en un palco legislativo. No menos cierto es que muchos ucranianos consideraron, en su momento, a la invasión alemana de su territorio como una liberación frente al stalinismo ruso.
En Canadá, particularmente en la región de las praderas centrales, vive buena parte de la diáspora ucraniana. Entre ellos, no son pocos los descendientes de ucranianos que colaboraron con los nazis no solo en la lucha contra los soviéticos, sino también en la perpetración de los crímenes de lesa humanidad hitlerianos contra judíos y gitanos.
Obviamente, por razones de edad, difícilmente queden con vida otros Hunkas. En todo caso, el gobierno canadiense tomará muchos recaudos antes de aplaudir a quién sea, para no caer otra vez en errores no forzados.
Trudeau se apresuró, como corresponde, en presentar excusas al presidente Zelensky, a la delegación ucraniana y a la sociedad en general por “el terrible error” y “la violación de la memoria de aquellos que sufrieron las crueldades del régimen nazi”.
Calmado el frente interno, aunque sus consecuencias se verán en las elecciones, queda el plano internacional. Gran parte de la justificación de la “operación especial” rusa en Ucrania –léase invasión- es justificada por el gobierno y los medios de ese país como “liberación de una Ucrania sometido al yugo nazi de sus gobernantes”.
Casi como que el incidente del Parlamente fue “como anillo al dedo” para la autocracia que encabeza el presidente Vladimir Putin. Ni lento, ni perezoso, el embajador ruso en Canadá protestó contra esa “conmemoración escandalosa” y sin ruborizarse salió a reclamar la presentación de excusas por el incidente… a Rusia.
Primeras naciones
Desde que existe el turismo de masas, el Canadá promovió su apego a la naturaleza como la fuente central de su publicidad sobre la materia y de ingreso de recursos.
Esa publicidad hablaba –y habla- de la inmensidad del territorio, de los 46 parques nacionales y de los miles de kilómetros de senderos para caminantes, en zapatillas deportivas o en raquetas. Mencionaba –y menciona- también las auroras boreales en el Yukón y la observación de ballenas en el Golfo de San Lorenzo en el Quebec.
La publicidad, de alguna manera, respondía a la idea que, durante muchos años, ignoró la existencia de civilizaciones anteriores a la llegada de los colonos europeos. Ahora, desde hace unos años, es posible verificar un cambio con la incorporación, como propuesta turística, de la vida y la cultura aborigen.
Oficialmente denominadas como “Primeras Naciones, Inuits –esquimales- y Mestizos”, el conjunto autóctono canadiense, compuesto por más de seiscientas comunidades indígenas, ingresaron en gran parte en la era del turismo de masas.
Es el caso, por ejemplo, de los Hurones-Wendats que viven a pocos kilómetros de la turística ciudad de Quebec quienes, desde el 2008, ofrecen un museo, un hotel, un restaurante de alta gama junto a la inmersión en la cultura de sus antepasados.
El objetivo es llegar al 2030 con un ingreso de 6 mil millones de dólares canadienses –algo más de 4 mil millones de euros- y la creación de 60 mil empleos provenientes de la industria turística autóctona.
El turismo es solo una faceta de la reivindicación hacia las poblaciones autóctonas. Consideradas como salvajes hasta bien entrada la década del 60 del siglo pasado, asimiladas forzosamente a través de la separación de los niños de sus padres y su internación en seminarios, llegó el tiempo de su reivindicación.
A finales de octubre de 2023, la Corte Suprema del Canadá aprobó el mayor acuerdo de indemnización en la historia del país. Se trata de 23.400 millones de dólares canadienses -15.800 millones de euros- como compensación para las familias autóctonas víctimas de discriminación por el sistema de protección de la infancia.
La estimación judicial señala que la mitad de los niños autóctonos fueron separados de sus padres y estima su número en alrededor de 150 mil personas, entonces menores.
Desde la primavera boreal del 2021, más de un millar de tumbas anónimas fueron encontradas en terrenos de algunos de los 139 ex pensionados católicos para autóctonos. Fue el inicio de un período de esclarecimiento sobre una parte sombría de la historia del país, considerada desde 2015 como genocidio cultural.
Junto al Estado canadiense, la responsabilidad de la Iglesia Católica es evidente. Se trataba de “hacer buenos cristianos” de los niños aborígenes y, para ello, se los separaba de sus padres, de su idioma y de su cultura.
El propio Papa Francisco al retorno su visita de cinco días al Canadá, en 2022, reconoció la existencia de un “genocidio cultural” y pidió disculpas en nombre de la Iglesia Católica por la política “devastadora” dirigida contra las naciones autóctonas.
Aún con su historia cargada de injusticia, Canadá no deja de ser un ejemplo en materia de reconciliación. En primer término, por la búsqueda de la verdad. En segundo lugar, por la aceptación de la diversidad.
Pruebas al canto, el Nunavut –Nuestra Tierra en idioma inuit- entidad federal con la denominación de Territorio, creada en 2008, con lengua oficial inuit, con derecho civil inuit, con total autonomía. De los trece territorios federales es el más extenso y el menos poblado. Solo 32 mil habitantes, en su mayoría…inuits.
Incendios y comunicación
El gran y poco poblado norte canadiense fue presa, a finales del verano boreal, de incendios forestales de tal magnitud que provocaron la evacuación de dos ciudades, una de ellas, Yellowknife, capital de una de las trece entidades sub federales en que se divide el Canadá, el Territorio del Noroeste.
Dos elementos naturales contribuyeron al mayor incendio forestal canadiense que destruyó la vegetación en alrededor de 15 millones de hectáreas. A saber: la sequía que afectó a la totalidad del país y la infrecuente ola de calor que se abatió sobre el Gran Norte.
A título geográfico, la superficie incendiada representa el equivalente a la totalidad, por ejemplo, del territorio de Grecia. A título histórico, el doble de la superficie del mayor fuego forestal anterior.
Como siempre ocurre en estos casos, los expertos dividen sus opiniones entre los escépticos climatológicos que hablan de meros fenómenos naturales y quienes, por el contrario, asignan todo al fenómeno del calentamiento global.
De distinta magnitud y ninguno comparable al incendio del Gran Norte, el total de fuegos forestales censados en Canadá durante los ocho primeros meses del año 2023, fue de 6.028. Distribuidos entre regiones separadas por miles de kilómetros como el Quebec y las provincias Atlánticas, o Alberta y la Columbia Británica o el Gran Norte.
Por razones de oportunidad, los incendios se mezclaron con el desacuerdo entre el gobierno del primer ministro Trudeau y los responsables de la todopoderosa informática Meta, propietaria de las redes sociales Instagram y Facebook.
El contencioso gobierno-Meta surge como consecuencia de la sanción de la ley C-18 –Online News Act-, relativa a la información en redes. Inspirada en una similar australiana del 2021, tiene como objetivo apoyar al sector mediático canadiense.
Obliga a los líderes del “numérico” a concluir acuerdos comerciales “equitativos” con los medios locales para los contenidos subidos a las redes, originados en dichos medios locales. En caso de desacuerdo, la ley prevé un arbitraje cuyo fallo será de acatamiento obligatorio.
Tanto Meta como Alphabet, propietario de Google, se niegan a aceptar dicha legislación y como acto de protesta y no aceptación resolvieron no publicar en sus redes contenidos provenientes de medios canadienses. Es decir, no violan la ley pero no publican más informaciones surgidas de terceros.
El primer ministro tomó la bandera de los medios locales y fustigó duramente la actitud de los gigantes del numérico. Su oportunidad fueron los fuegos forestales. Con escasa sensibilidad, las redes no hicieron excepción alguna y no informaron sobre la situación –y los peligros- para las poblaciones afectadas, ni para el resto del país.
Pese a la demanda de las autoridades canadienses, Meta se mantuvo inflexible. La respuesta de Trudeau fue que “es inconcebible que Facebook priorice sus beneficios por encima de posibilitar que los medios locales tengan la posibilidad de mantener informados a los canadienses”.
En rigor se trata de un desafío mundial. Si la defensa de los medios locales se generaliza en el mundo, asistiremos a un nuevo reparte de los recursos publicitarios que, a la fecha, en Canadá se dividen entre un 80 por ciento para las grandes redes y un 20 por ciento para todo el resto del espectro informativo.
Una situación de oligopolio a rever… en el mundo.
INT/ag.luisdomenianni.vfn/rp.